“La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes” decía Héctor Lavoe, el grande de la salsa en su canción “Juanito Alimaña”.
Como en una escena cotidiana en las tardes de las costas latinoamericanas, sillas de plástico, palmeras y bananos son los protagonistas de la portada de DeBÍ TiRAR MáS FOToS, de Bad Bunny.
El controversial conejo malo en este disco comienza honrando a los grandes compositores de su natal Puerto Rico. “Un verano en Nueva York” de El Gran Combo es la interpolación que da la bienvenida en los primeros segundos de un álbum que, desde sus inicios, parece prometedor.
Los aciertos continúan con Tainy en la producción y Josh Gudwin en la mezcla de las canciones. Su sello llega a la mitad del álbum, con temas de reggaetón puro, al fin y al cabo, no quiere que olvidemos que es Bad Bunny.
La cima del disco llega con “Turista”, un bolero que sabe a playa y donde Benito Martínez Ocasio, nombre de Bad Bunny, aborda el amor de manera adecuada, sin ser redundante, con guitarras suaves que te harán sentir sentado en la arena.

De Benito se ha dicho mucho estos últimos días, puedes amarlo u odiarlo, pues su reggaetón no es agradable para todos los oídos y es algo que no parece importarle. Quizá su disco más político y heterogéneo a la fecha.

Parece lejano aquel concierto de La Fania en Nueva York en 1973, uno que marcó un antes y un después para la música tropical. La salsa ha sido un género que ha permanecido en el ADN de la gente latina, sin embargo, no había un exponente que hiciera a las generaciones actuales voltear a oírlo e interesarles. Y, ¿por qué no? ¿Por qué un artista de las masas y de la industria no puede posicionarse y hablar de temas sociales?
Nuestros vecinos del norte están por vivir un cambio político importante y Latinoamérica reivindica la música como una herramienta de lucha, mientras, Benito canta “de aquí nadie me saca y de aquí yo no me muevo”.