Chesterton, el maestro de la paradoja

Gastrónomo, periodista agudo y humorista empedernido, escritor prolífico, bautizado anglicano y convertido luego al catolicismo: el escritor inglés fue eso y más, y en español quedó inmortalizado por las traducciones de grandes como Borges, Alfonso Reyes y Cortázar

Salvador Encarnación

 

Frente a un escritor tan prolífico, ¿por dónde iniciar su lectura? La respuesta acertada es: con el libro que se tenga a la mano. Ya que la firma Chesterton es sinónimo de calidad.

Gilbert Keith Chesterton nació en Kensington, Londres, el 29 de mayo de 1874 según afirma él “convencido” en su Autobiografía (1936). Fue hijo de Edward “Mister Ed” Chesterton y Marie Louise Grosjean; lo bautizaron como anglicano en la iglesia de St. George. Su barrio, un tanto aristocrático, se prestaba para la afición de la familia: la alegría, cualquier pretexto era bueno para la celebración. Y más los fines de semana.   

Su libro más conocido, El hombre que fue jueves (1908), fue traducido y prologado al español por Alfonso Reyes. Chesterton ya era famoso en esa época por su periodismo y corpulencia. Medía un metro con noventa y tres centímetros en una masa corporal significativa, difícil de ocultar: ciento veinte kilos a la redonda; otros opinan que veinte más. Cuentan los conferencistas, entre ellos José Ramón Ayllón, que un día el director del Colegio St. Paul’s School, donde estudiaba Gilbert de joven, le dijo a Marie Louise: “Señora, cuídelo. Son un metro y noventa de inteligencia”.

Alfonso Reyes afirma en el prólogo al libro que este inglés era un gastrónomo además de partidario de la buena cerveza. Y así parece, ya que de sus infinitas frases célebres se entresacan las siguientes. “Bebe para disfrutar con los amigos no para ahogar las penas en soledad”: La moderación en la bebida, valga el comentario. En el estribillo de la canción Vino y agua, sostiene alegre: “No me importa adónde vaya el agua,/ siempre que no vaya hacia el vino” (trad. A. Reyes). 

Gilbert Keith conquistó a su esposa utilizando el método ahora conocido como cursi: dejándole a diario un poema escrito en un papel. Ella, Frances Blogg, era una belleza londinense, inteligente y anglicana practicante. Él era un joven periodista de primera que publicaba en un periódico de segunda. Sus artículos tocaban temas serios con un acento de humorismo. Lo contrataron poco después en The Daily News, fundado por Dickens, un periódico de primera ganando un sueldo mucho mejor. Él, todo un caballero, sacó sus cuentas y le propuso matrimonio a Frances.

Su conversión al catolicismo se hizo de manera gradual. Una de las ayudas que se destaca, fue el párroco John O’Connor, hombre lleno de gracias y virtudes: cantaba, polemizaba, contaba chistes y sobre todo, sabía escuchar. Posteriormente fue el célebre personaje chestertoriano El Padre Brown, que encabeza la saga de cinco libros. Su conversión hizo posible varias cosas. Que escribiera las biografías, una de san Francisco de Asís, y la otra de santo Tomás de Aquino. Otra, a las conferencias sobre su obra siempre asistían además de los especialistas, las monjitas.

El hombre que fue jueves  es una novela policiaca que bien puede ser de detectives. Chesterton, maestro de la paradoja y del humorismo fino, mueve a los personajes con una sabia libertad que permite la sorpresa última, y contraria. A manera de ejemplo: en los tres primeros capítulos de este  citado libro, Lucian Gregory es poeta anárquico y Gabriel Syme es el poeta del orden.  Gregory le confía, no sin antes pedirle que jure no delatarlo a la policía, que pertenece al Concejo Central Anarquista y que en unos minutos lo nombraran como uno de los siete miembros; cada uno lleva el nombre de un día de la semana. A él le corresponde el Jueves. Al borde de iniciar la sesión, Syme le confiesa, pidiéndole también el juramento de guardar silencio, que él pertenece a la policía de Scotland Yard. Gregory en su disertación desanima a sus compañeros y Syme se propone para el cargo. Así, el policía queda como miembro del Consejo. Esta acción recuerda el proverbio: “En política se tiene amigos de mentiras y enemigos de verdad”.  Sostiene Syme en el libro: “…una paradoja puede despertar en los hombres la curiosidad por una verdad olvidada”.

Después de la Primera Guerra Mundial proclamó el Distributismo, que proponía una mejor distribución de la riqueza. “La máxima libertad se consigue cuando la propiedad está máximamente repartida”.              

Las traducciones al español de la obra de Chesterton cuentan con una literaria trinidad: Jorge Luis Borges con el poema Lepanto; Alfonso Reyes con Ortodoxia, El candor del Padre Brown y otros de citar; y Julio Cortázar con El hombre que sabía demasiado y otros relatos.

Chesterton murió de insuficiencia cardiaca el 14 de junio de 1936 en Beaconsfield, Inglaterra. Años después murió Frances Blogg. La viudez, se dijo entonces, se la llevó a la tumba. Amaba demasiado a Gilbert Keith.

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