A pesar de que el cine político puede ser o no considerado un género cinematográfico y es corta la permanencia de filmes con esta temática en las marquesinas de México, hay títulos pertinentes en este momento, como: La ley de Herodes, Todo el poder o Rojo amanecer.
Filmes en que los cineastas ponen en práctica la “historiofotia”, definición que otorga el filósofo e historiador estadounidense Hayden White, a “la representación de la historia y nuestro pensamiento acerca de ella en imágenes visuales y discurso fílmico”.
Con este recurso, los directores mexicanos Luis Estrada, Alfonso Arau o Miguel M. Delgado, entre otros, cuestionan o ridiculizan indirectamente al poder y sus representantes ante situaciones de la realidad mexicana o de la historia del país, en cintas como Si yo fuera diputado (1951), Inspector Calzoncin (1974), Pachito Rex, me voy pero no del todo (2001), El violín (2007), Colosio, Gimme the power o El lenguaje de los machetes, estas últimas estrenadas en plena carrera electoral.
Ubíquese en el documental, la comedia de sátira política o la fi
cción, los creadores del séptimo arte incursionan con producciones de protesta, de denuncia o anecdóticas. En un cine que plasme la historia, refresque la memoria o incluso refleje la percepción de la relación gobierno y gobernados, el tema de la corrupción, de políticos y policías: en fin, del sistema político mexicano como lo conocemos. O como dice el cineasta Luis Estrada, mostrar un contradiscurso de la verdad oficial.
Estrada cuenta con una serie de películas que han sido exhibidas en momentos importantes de los últimos sexenios: La ley de Herodes (2000); Un año maravilloso (2006), y el año pasado El infierno. Cintas realizadas por su director para reflexionar, protestar y presentar su hartazgo de lo que ha pasado en el país.
“Durante siglos, México vivió censurado. El dictador cambiaba de disfraz, pero seguía siendo el mismo”, dice el trailer del documental de Olallo Rubio, Gimme the power. Una película que no pretende incidir negativamente en las elecciones, como refieren integrantes del grupo Molotov, protagonistas de este documental, pero sí influir para que la gente proteste, no sólo por la clase política o empresarial, a través de la expresión artística.
La realidad de la política mexicana esta ahí, pero llevarla a la pantalla grande ha tenido contratiempos: tentativas de veto, amagos de censura, reclasificación de películas para su exhibición o cintas enlatadas por falta de distribuidores al ser consideradas no comerciales.
A pesar de ello, La ley de Herodes obtuvo 40 millones de pesos en las salas de cine, con lo que multiplicó los ocho millones otorgados para su filmación por el Imcine y el Fondo para la Producción cinematográfica. Colosio (2012), de Carlos Bolado, en su primer fin de semana de exhibición, tuvo ingresos en taquilla de 10 millones 982 mil 72 pesos, con un total de 214 mil 69 espectadores, revela la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma (Canacine).
En la realización de estas cintas, además de la incertidumbre por los ingresos a obtener por parte de los financiadores, persiste la incomodidad de “algunos”, quienes podrían reflejarse a través de los personajes de la pantalla, por rencillas del pasado o revelaciones.
En 1988, la censura se aplicó a las cintas que recordaban la presencia de Cuauhtémoc Cárdenas. Por ejemplo, El secreto de Romelia, de la cineasta Busy Cortés, quien tuvo que eliminar referencias a Lázaro Cárdenas en su filme, refiere Víctor Ugalde, investigador e integrante del consejo directivo de la Sociedad General de Escritores de México. Aún así, la película ganó cuatro Arieles en 1989, entre éstos el de Mejor opera prima.
Carlos Bolado dijo a correcamara.com.mx que su hallazgo sobre el caso Colosio, mientras realizaba el filme, fue “identificar quienes son más responsables. No podemos decir las pruebas que hay por ahí sueltas o lo que nos dieron algunas personas, pero me di cuenta de que los demonios sí andan sueltos”.
El director griego Costa-Gravas afirmó en alguna ocasión que: “Cualquier semejanza con personas o lugares realmente existentes, no es coincidencia: es intencional”. De igual forma no es coincidencia que hayan sido estrenados filmes con temáticas sobre políticos o de la realidad sociopolítica de México en tiempo de elecciones, aun cuando el cine político siempre ha estado presente en la filmografía de cualquier país.