Fotografía: Iván Lara González

Fundado en 1994 y con una historia de 30 años, el Instituto de Neurociencias de la Universidad de Guadalajara (UdeG) ha desarrollado investigaciones en torno al comportamiento humano, y para conocer cómo reacciona el cerebro ante enfermedades, estímulos, traumas o el mismo entorno, lo que lo ha posicionado como un referente nacional en la materia.

Durante una ceremonia en la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, la Rectora del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), doctora Graciela Gudiño Cabrera, resaltó el trabajo de la doctora Esmeralda Matute Villaseñor, quien por más de una década impulsó y dirigió este centro de investigación.

“El instituto se creó con fecha del 18 de mayo de 1994, y establece dos objetivos principales: la contribución a la descentralización de la investigación científica en el país y promover programas interdisciplinarios de investigación y docencia avanzados en las diferentes áreas de las neurociencias y alteraciones funcionales de la conducta”, aseveró.

Explicó que el surgimiento del instituto se dio a la par de lo que se denomina como la Década del Cerebro, de 1990 a 2000, cuando se empezó a promover a nivel global la conciencia del estudio científico de este órgano.

Fotografía: Iván Lara González

Este crecimiento abordó algunas de las principales problemáticas emergentes de la década de 1990, como el aumento en la aparición de enfermedades cerebrales de tipo degenerativo, traumático o congénito, pero también aprovechó los avances tecnológicos de esos años, añadió Gudiño Cabrera.

El director del instituto, Carlos Beas Zárate, invitó a la población a acercarse a ese espacio, y a las y los alumnos a conocer las investigaciones que se llevan a cabo en los laboratorios de ese recinto.

Mientras que el Vicerrector de la UdeG, Héctor Raúl Solís Gadea, le entregó un reconocimiento a la doctora Matute Villaseñor por su entrega en el estudio de las neurociencias y sus aportaciones a esta Casa de Estudio.

“Siempre resulta importante reconocer el esfuerzo de profesores y profesoras que han dedicado la vida a la investigación científica. El caso de la doctora Esmeralda es muy interesante porque transitó de la educación y la lingüística a las neurociencias, ha cruzado fronteras transdisciplinares, quizás motivada por su curiosidad científica”, señaló.

Fotografía: Iván Lara González

Un órgano que se adapta y restaura

Como parte de los festejos por los 30 años del Instituto de Neurociencias, Matute Villaseñor impartió la conferencia “Plasticidad cerebral desde la cognición: 40 años de investigación”, en la que recordó antecedentes en el estudio del cerebro, como experimentos en animales, a quienes se les privaba de características como la visión para después estudiar si existían cambios en el cerebro para compensar o adaptarse a estas condiciones.

A esta capacidad de cambiar que realiza el sistema nervioso se le conoce como plasticidad cerebral, dijo Matute Villaseñor, quien es Investigadora Emérita del Consejo Nacional de Ciencias, Humanidades y Tecnologías (Conahtyc).

“¿Y por qué cambia? Porque cambiamos nuestro comportamiento, y si logramos cambiar nuestro comportamiento el sistema nervioso cambia; ahí me di cuenta de que había interacción entre lo que sucede a nivel cerebral y los cambios en el comportamiento”, señaló.

Fotografía: Iván Lara González

Explicó que los especialistas consideran que estas adaptaciones pueden ser catalogadas como adaptación o restauración. La primera de ellas ocurre con aquellos cambios que se ven influenciados por el medio ambiente, la genética y otros estímulos; mientras que la segunda se observa cuando el cerebro cambia a raíz de lesiones o daño cerebral.

“Me quedó muy claro que una cosa era adaptarse a cualquier caso, por ejemplo, los niños se van adaptando y van modificando su comportamiento con la experiencia, y las personas con daño cerebral lo que tienen que hacer es restaurar a nivel del sistema nervioso, pero también su comportamiento”, informó.

Conociendo esta distinción le fue posible estudiar si había una relación entre el aprendizaje y las lesiones cerebrales, o conocer si existen condiciones que favorezcan la aparición de trastornos cerebrales como el Alzheimer.

Matute Villaseñor indicó que estudiar las neurociencias no sólo sirve para desarrollar evidencia sobre el comportamiento y su relación con distintos factores, sino que también es posible sentar nuevos conocimientos que actualicen a aquellos que aún preservan una visión sesgada.

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