Mirar con los ojos
—mirar afuera sólo—
es quemarse en el fuego
y agotarse pronto,
ajeno al sedimento
que trasciende y transforma
lo que soy y lo que eres
de sombra y de materia.
Mirar con los ojos
—mirar afuera sólo—
es costumbre de tierra
porque tierra somos
cautivos del espejo,
las formas y el deseo
de saberse deseado.
Mirar con los ojos
—mirar afuera sólo—
no es encuentro de uno
con el otro, ni cura
para la rancia herida
o la sed que demanda
la búsqueda insaciable
de quien mira y mira
hasta agotarse el alma.
Oír es diferente,
se escucha la palabra
y el ritmo que la impulsa,
la fuente donde emana
su tono y estructura.
Se oye desde el vientre
el mundo que no vemos,
la risa de la gente,
el sonido y el silencio
del viento entre las hojas
y el agua que nos nutre
el rostro y las entrañas
del viaje y nuestra historia.
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