Sobre tejidos de lana blanca, doña Cristina Apolonia forma marcos con hilos tintos que representan un camino interminable. Dentro de ellos, teje mujeres como flores, rosas y tintas, rodeadas de hojas y guías verdes.
Se trata del quesquén mazahua, una prenda femenina emparentada con el rebozo, que representa el camino sin fin de las mujeres felices y que las acompaña en su vida diaria.
Como hizo con su quesquén, Cristina Apolonia Martínez Hernández tejió la Red Promotora de Derechos Humanos de las Mujeres Indígenas (Red PRODEMI) con hablantes de lenguas otomí, purépecha, wixárika, triqui y nahua.
Enfundada en su prenda en forma de rombo, esta activista originaria de la localidad de Santiago Coachochitlán, municipio de Temascalcingo, del Estado de México, recordó el primer y definitivo esfuerzo para enlazar voluntades y lenguas de las mujeres.
“Hace doce años formamos una asociación de mujeres indígenas. Somos siete mujeres organizadas para defender nuestros derechos y los de otras compañeras para que ya no sean discriminadas ni en las escuelas ni en las calles”.
“Porque cuando yo llegué a Guadalajara no sabía hablar en español y pues, la verdad, recibí mucha discriminación, pero salí adelante, cuando una sale tiene que aprender y adaptarse a donde se está».
«Aquí no me quedó de otra más que aprender a hablar en español”.
Cristina Apolonia recuerda que a los pocos meses aprendió español, “pero hablaba al revés. Le pedí a mi vecina que me apoyara a corregirme las palabras ya que en la tienda pedía al revés las cosas y se burlaban de mí”.
Se dijo de nuevo, mientras mentalmente deshila y regresa a la trama, “voy a salir adelante, a pedir ayuda. Así fue como logramos que mis hijos entraran a la escuela, porque les decían a mis hijos ‘eres hijo de indio’. Me decían que en esa escuela no recibían a gente como yo”.
Cristina Apolonia intentó sobreponerse al maltrato cotidiano, al punto de ocultar su vestimenta, “pero nada gané al hacerlo si no sabía hablar en español”.
A partir de esta y otras experiencias regresó sobre la trama a bordar con las personas: “Después de todo lo que viví tuve el valor de buscar ayuda de la gente y buscar conocimientos para poder defender nuestros derechos como mujeres indígenas”.
La Red Promotora que preside, encabeza acciones de salud sexual y reproductiva de niñas, particularmente, y también de jóvenes y adultos. Y promueve las lenguas maternas.
“Para que no se olviden y que haya quien enseñe a los niños, a nuestros nietos, y quien quiera aprender. Seguiremos enseñando para que no se pierda la lengua materna”.
La lideresa mazahua aprendió su lengua materna de sus abuelos y padres en una época en que en su pueblo solo se hablaba la lengua indígena.
“Claro que siento mucho orgullo de mi lengua materna y de todas mis compañeras que hablan la suya”.
Entre los hallazgos de las mujeres indígenas que acompañan a la tejedora mazahua, está la sistematización de las lenguas habladas en la Zona Metropolitana. Son 55 lenguas de siete etnias: son 53 lenguas de otros estados más las dos lenguas originarias de Jalisco, el wixárika y el náhuatl”.
El camino parece allanado, la prenda firme. La aguja de Cristina Apolonia pretende crear un nuevo tejido con mujeres en el Estado de México: “Quiero formar una asociación de donde soy para poder capacitar a mis compañeras, para que allá también se pueda reforzar la lengua materna”.