Cristina Rivera Garza y estudiantes hacen performance contra los feminicidios

Comunidad del CUAAD y SEMS tomaron Paseo Alcalde enunciando letanías y fragmentos del libro “El invencible verano de Liliana”
 

El cielo se encendió y el corazón de la escritora Cristina Rivera Garza también.

Ayer martes, al atardecer, mientras el firmamento se iluminó de naranja, una mancha de luto se formó en medio de la Glorieta de La Normal en Guadalajara.

Eran 200 personas vestidas de negro, entre promotores culturales y estudiantes de varias preparatorias del Sistema de Educación Media Superior (SEMS) y del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD) y, también la escritora mexicana, quien visita la ciudad durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

El motivo del encuentro era el dolor, pero más aún la sed de justicia que queda tras los feminicidios que aquejan en el país cada día, con la irreparable pérdida de una decena de mujeres.

Rivera Garza lo sabe, pues su hermana, Liliana, fue una de ellas; misma a quien honra en su libro El invencible verano de Liliana, y que en esta ocasión fue la inspiración de esta manifestación.

Se trató de una representación colectiva y performática, que avanzó desde ese punto, por todo Paseo Alcalde, hasta la Antimonumenta de la Plaza Imelda Virgen (Plaza de Armas) en el Centro de Guadalajara.

“Se le llamó: ‘¿para qué se viste así?’. Se le llamó: ‘una mujer siempre tiene que darse su lugar’. Se le llamó: ‘la chica tomó una mala decisión’”, enunció este tipo de frases revictimizantes la promotora Andrea Lavica, de la iniciativa cultural Arte al Barrio, quien comandaba la procesión

“La falta de lenguaje nos maniata. La falta de lenguaje nos sofoca. La falta de lenguaje nos dispara”, respondían los estudiantes como si se tratara de letanías en una procesión religiosa.

Dichos textos estaban secuenciados y definidos en un manual impreso, creado a partir de una curaduría de expertos del Instituto Transdisciplinar en Literacidad del CUAAD, de Letras para Volar y promotores de lectura de las prepas presentes.

 
Fotografía: Abraham Aréchiga

 Las y los jóvenes de las preparatorias 2, 6, 7, 8, 14, 19, de Tepatitlán, de Tonalá y la Escuela Politécnica Guadalajara intercalaban esas letanías con textos extraídos de El invencible verano de Liliana, obra que este año obtuvo el Premio de Literatura Xavier Villaurrutia.

La noche cayó y aquella procesión se tornó mas lúgubre aún. Las mujeres encabezaron el contingente cargando la pieza tejida creada por el Colectivo Hilos, que representa la sangre de las mujeres asesinadas.

A lo largo de Paseo Alcalde, en distintos puntos se hicieron lecturas a manera de exigencias de justicia, donde Liliana Rivera Garza fue el estandarte del reclamo.

Al llegar a la Antimonumenta, los reclamos se intensificaron. Alrededor del medio círculo contorneado por la obra tejida, ellas y ellos cantaron uno de los himnos de la lucha feminista: “Canción sin miedo”, de Vivir Quintana.

“¡Si tocan a unas respondemos todas!”, retumbó el coro en la Cruz de Plazas del Centro tapatío.

Al final, Cristina Rivera Garza habló. Y aunque el recuerdo de su hermana Liliana le pesó en la voz, encontró la fuerza en quienes esa noche le acompañaron a lo largo de 2 kilómetros.

“Liliana fue víctima de feminicidios un 16 de julio de 1990, meses después una jueza de la Ciudad de México encontró que había suficientes evidencias para levantar un acta de detención contra Ángel González Ramos, quien era para entonces el exnovio de mi hermana”.

“Hoy ustedes han demostrado que sí fue víctima de feminicidios, pero que está aquí con nosotras, con nosotros, con nosotres, toda ella aquí”.

“La han traído todas y cada una de ustedes, con sus voces, con su energía que han puesto en esta caminata por la ciudad de Guadalajara. Nunca la he sentido más viva y cerca”, dijo agradecida profundamente Rivera Garza.

Ella recordó que este momento sublime las volvió una familia grande e indestructible. “No hay nada más milagroso que ver cómo un libro se sale del libro y se convierte en vida”.

“¡Justicia para Liliana! ¡Justicia para todas!”, gritaron.

“¡Estamos aquí, porque tenemos que decir ya basta! ¡Ya basta! ¡Ya basta! ¡Ya basta!”, se escuchó tan fuerte y unánime entre la cotidianidad del primer cuadro de la ciudad, hasta plagarlo de indignación, pero sobre todo de esperanza, esa que impulsa a reconstruirlo todo.

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