El riesgo de confrontarse con la realidad surge mientras se avanza en cada hoja que se lee en la crónica. Quien decida hacerlo, no sólo se enterará de un hecho real, también le conectará con los sentires más complejos de quienes se convierten en personajes de la historia.
Así, el dato (el rey del periodismo) se diluye entre conflictos, dolores, fortunios y júbilos que alguien más vivió y cuya identificación con éstos nos conecta como humanos.
Sobre el proceso para escribir historias en dicho género periodístico compartió el cronista colombiano Juan Miguel Álvarez, quien este martes impartió el taller “Golpes de realidad” en la Librería Carlos Fuentes.
Esto, a propósito de que este miércoles 24 de mayo, a las 18:00 horas, se presentará su libro La guerra que perdimos, en dicho recinto. El libro lo componen once crónicas escritas entre 2014 y 2021, que abarca los años inmediatamente anteriores y posteriores a la firma del Acuerdo de Paz en Colombia.
Dicha publicación “aborda un relato íntimo de un reportero que se tropieza en cada encrucijada con esquirlas y cicatrices, como quien va recogiendo trozos rotos en cada paraje lejano de la geografía nacional para intentar recomponer algo que se parezca a una explicación”.
Este martes por la mañana, ante una veintena de docentes, bibliotecarios y periodistas, el autor de Balas por encargo, explicó sus métodos ilustrando con proyectos duros, como el hecho de narrar la inundación de una mina artesanal en Colombia que dejó como saldo a varios hombres fallecidos.
“Mi método tiene que ver con la típica secuencia histórica del oficio, que es ir, ver, escuchar, volver y contar. En la crónica, que es periodismo narrativo, no necesariamente el objetivo es informar, sino de hacer investigación y una narración, donde es más importante sensibilizar y generar emociones en el lector”, explicó.
Es por eso, que al no tener una pretensión no informativa, sino más bien estética, genera una posibilidad de reflexión. “En eso se emparenta con el cuento y la novela”.
“Nadie lee cuentos para informarse sobre lo que pasa en una ciudad, sino para saber lo que le está pasando a un personaje con respecto a algo”.
Las fuentes de la crónica
La crónica no es un ejercicio exclusivo de periodistas, pues cualquier persona interesada en dar cuenta de las emociones que se viven en un suceso pueden escribirla. Sin embargo, externó Juan Miguel Álvarez, las herramientas periodísticas y el olfato del reportero ayudan mucho.
“Uno necesita tres tipos de contenidos para la crónica: el que surge de la observación del terreno, el que surge en las conversaciones y entrevistas y el que surge de la revisión de documentos”, indicó.
Un ejemplo que dio fue cuando le tocó escribir una crónica sobre la riqueza artesanal en la producción del pulque. “Me tocaba ir hasta el pueblito, que me recibiera en su casa el productor, que me diera una vuelta por las pencas, en su laboratorio, que me mostrara su procedimiento y tiempos”.
“Esto es lo que llamo la observación en el terreno. Entre más se tenga la posibilidad de ir al sitio y atestiguar lo que ocurre, uno va captando ya mucho material. Eso permite sentir el proceso y la atmósfera”, detalló.
Una herramienta, compartió, es la de tomar notas orales de lo que se está viendo, ese es un material descriptivo de la observación.
Sobre las conversaciones, indicó que cada entrevistado da la pauta para generar un tipo de dinámica, pues en ocasiones la entrevista no existe y una propia conversación casual es la cuenta más rica de información, donde, incluso, no hay tiempo de sacar la grabadora; por lo que el ejercicio de memoria es fundamental.
“También hay material de descripción emocional, que es tratar de implementar los datos que permiten entender la cara de una persona”, expresó.
El cronista mostró un documental que él hizo sobre la muerte de mineros, después de que un río inundara el espacio de trabajo. Ahí uno de los sobrevivientes dio su testimonio en video, pero Juan Miguel decidió hacer una crónica de todo el caso.
Así que el testimonio del joven sobreviviente fue aderezado con palabras que describen su mirada y sus características físicas que evidenciaron la conmoción.
Acerca del chequeo o ampliación de la información, el escritor colombiano externó que es importante revisar documentos que abunden en el contexto del hecho, para hacer verificación de los datos y se sumen.
“Uno debe tener cuidado pues si se agregan licencias narrativas puede caer en la sobre dramatización, de tratar de no sobrepasarse. Los datos que están acá yo los pude contrastar”.
Recalcó que el testimonio de quienes comparten su historia es algo que se debe administrar. “Es como si tuvieran un barro para hacer una figura, uno empieza a malear ese barro para formar una figura. Esa manera de moldear el barro es lo mismo que el testimonio, que puede ser más efectivo para elaborar la crónica”.
Para ello, el relato se vale de testimonios entre comillas, parafraseos, monólogos, suplantación y diálogo directo.
Pero, ante todo, recordó que no es posible borrar la subjetividad de quien escribe la crónica, y por eso uno firma el texto, pues al final es una extensión de la realidad de quien la escribe.