Cuando los medios se relamieron los colmillos

El llamado caso Paulette ha sido la última muestra de cómo las televisoras, la radio y algunos periódicos han utilizado la tragedia para juzgar y tomar un papel activo en la trama

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Foto: Alfredo Moreno / Agencia Reforma

Una madre, compungida y sufriente, “puesta en un banquillo” en la pantalla televisiva, se defiende de las acusaciones de un periodista-juez. Su esposo, en el mismo espacio, la culpa por la muerte de la hija común. Los dos se desnudan frente a las cámaras, en una insólita exhibición de problemas y cuestiones personales en un espacio informativo. Esta pareja, y el misterio que los une y al mismo tiempo los divide, es protagonista de un drama registrado tout-court por los medios, y que en estas últimas semanas ocupó reiteradamente y ampliamente la programación de los principales canales de televisión mexicanos.

Sin embargo, estas imágenes, aun si lo parece, no pertenecen a una telenovela, sino a lo que Eduardo Quijano, director de la Maestría de Comunicación del ITESO, define como “un drama disuelto, fragmentado en largos capítulos, que relata la muerte misteriosa de un niña inocente, algo así como una historia muy frondosa creada desde la voracidad de la oferta que presentan los medios”.

Hasta si en el interés por parte de los medios al caso Paulette Gebara Farah, muerta por asfixia a los cuatro años, “había una buena causa, es decir saber qué le pasó a una niña inocente”, en la práctica, éste representó “un ingrediente sumamente atractivo y vendible en la oferta de los consorcios televisivos y por supuesto de muchos periódicos”, comentó.
De esta forma, la cobertura “anómala” que se les dio tanto en espacio como en tiempo en los informativos, sobre todo los de la principal cadena televisiva mexicana Televisa, se convierte en un “tributo al efecto que tiene el espectáculo de la sangre y todas las posibilidades de generar un morbo alienante de fascinación en las audiencias y provocar reacciones viscerales, de las más elementales”.

Asimismo constituye la demostración contundente del interés de los medios por el crimen y la violencia, que “no es una intención orientada, genuina y autentica para tener mejor informada a una colectividad”, añadió el comunicólogo. Por lo que habló de “especulación inducida”: “Sabemos que los detalles excesivos, sobre estas temáticas, y sin datos puntuales, no informan mejor a la sociedad sino que la confunden, la obligan a generar especulaciones”.

La gran cantidad de cobertura, horarios, páginas, informativos, comentarios y editoriales, además de carecer de sustancia, “quiere hacer un efecto de sustitución de otros procedimientos tanto de orden jurídico, pero también reflexivos, que no le tocan a los medios, su tarea no es la investigación judicial de un acontecimiento”, explicó Quijano.
Al mismo tiempo este fenómeno “está anclado en una muy arraigada cultura de las audiencias, de digerir dosis interminables de información basura o deleznable, armada a base de arquetipos o de los que académicamente se conocen como «procesos de espectacularización y dramatización de los contenidos».

Este factor puede explicar en parte el desmesurado interés que algunos medios dedicaron a este caso, que aparentemente no ostenta características extremadamente peculiares o particularmente sanguinarias para justificarlo, pues en México suelen presentarse acontecimientos más violentos y asombrosos. “No hay una lógica en que pese exclusivamente el asunto del dramatismo y la cantidad de sangre”, argumentó al respecto Quijano, “sino que influyen también los personajes, su posición social y cómo reacciona la población”. En este sentido, agregó que “el segundo día de la cobertura, el raiting del noticiario de Adela Micha, comparado con los reality shows, fue realmente espectacular.

“La gente reaccionó favorablemente ante esta fábula macabra, por lo que los medios una vez reconocido esto, empezaron a formatearla cada vez más desde su lógica”. Lo anterior desembocó en una serie de discursos inconexos y contrapuestos, “que despiertan toda clase de suposiciones y rumores, en imágenes de alguna manera propiciatorias que alimentan la especulación”, dijo el académico del ITESO.

En este sentido destacó “las entrevistas a la mamá de Adela Micha y de Lili Téllez, pero también las imágenes de los padres de la víctima, en que se mostraban como en una telenovela posmoderna, una pareja rota, delatando cuanto se despreciaban o que se desprecian ahora, y soltando sus cargas emocionales ante el auditorio, esta no es una cosa habitual”.

Todo lo anterior, es el reflejo de un uso siempre mayor e irresponsable de la nota roja, concluyó Quijano, porque los medios “al hacer uso del espacio público deben responsabilizarse no sólo por los contenidos, sino también por los resultados de su acción informativa”.

Redes sociales
Un análisis de cómo el caso Paulette se manifestó en las redes sociales, evidencia, según explicó el comunicólogo, tres momentos principales. Primero: en que se asumieron como el medio de difusión instantánea de un proceso de ayuda para encontrar a la niña; segundo: en que se dieron la tarea de difundir los comentarios y las versiones que empezaron a tomar pie en los medios después de que se descubrió que Paulette no había desaparecido; y último: en la cual, mientras que en el resto de los medios declinó el interés sobre el caso, éste ha permanecido en el debate mediático, de una forma más concisa, persistente y dialógica.

En todos estos niveles, lo que se logra a través de la red es “generar pequeñas comunidades acerca del asunto, con perspectivas distintas a la de los medios abiertos, en grupos my pequeños, sí de gran alcance, pero donde prevalecen los temas más alarmantes y superficiales”. Pero que al mismo tiempo mantiene una estrecha relación con los medios oficiales, tanto porque en la red se comentaron las notas de noticiarios y periódicos, como porque “estos comenzaron a mirar lo que estaba pasando en la red, y a trabajar algunos supuestos que surgieron en el debate informal”.

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