El uso del monopolio de la violencia como necesidad y la militarización de la política; la mentira totalitaria y la manipulación de la verdad; la xenofobia y el racismo, y la intención de mantenerse en el poder pese a ser rechazados por los votantes, son los cuatro elementos que caracterizan al fascismo, afirmó Federico Finchelstein, académico del Departamento de Estudios Históricos de la New School for Social Research, en conversatorio organizado por la Vicerrectoría Ejecutiva de la UdeG y que tuvo como sede a la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz.
Durante el diálogo “Fascismo: pasado y presente”, presentado por Héctor Raúl Solís Gadea, Vicerrector Ejecutivo, el especialista dijo que el cuarto factor relacionado con el aferramiento al poder es uno de los más fuertes en los gobiernos populistas en los últimos años, como el del Expresidente Donald Trump y el exmandatario brasileño, Jair Bolsonaro.
“El cuarto pilar del fascismo está reapareciendo al menos en algunos populismos, en el caso más claro es el de Trump y el de Bolsonaro, quienes intentaron permanecer en el poder a pesar de haber sido rechazados por la mayoría de los votantes, de haber perdido las elecciones. Si hubieran podido lograr mantenerse en el poder, pienso que la discusión sobre fascismos seguiría existiendo, pero no la de la dictadura; pero y ¿cómo se llama a aquel que permanece en el poder de forma permanente sin haber sido elegido? Pues, un dictador”, aseguró Finchelstein.
Mencionó el caso de Javier Milei, candidato del partido La Libertad Avanza en Argentina, quien ha mostrado su rechazo a derechos humanos fundamentales y aseguró que esta figura política representa “un corte con respecto a la forma de entender la democracia”, debido a que “forma parte de esta constelación de gente con vocación fascista que odia la democracia y que no tiene ningún interés en mantener algunos de sus elementos principales”.
Finchelstein afirmó que en los últimos años en México el populismo ha ido hacia el fascismo, adoptando estos cuatro elementos que fueron populares en los años 20 y 30, y llevaron al poder a dictadores en países como Brasil.
Mauricio Merino, especialista en ciencia política y sociología por la Universidad Complutense de Madrid y profesor-investigador de la División de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia Económicas, AC (CIDE), recordó que en Chile, aunque hay un gobierno de izquierda a 50 años del golpe, la discusión por una nueva Constitución hizo que la ultraderecha chilena surgiera defendiendo la dictadura de Pinochet y la necesidad de un golpe de Estado, un argumento similar a la manera en cómo surgió el falangismo en España.
Aseguró que ambos ejemplos están atravesados por el odio, y los nuevos populismos también están reforzados por las redes sociales, en las que hay discursos de odio fuertes y constantes debido a los sentimientos de fracaso, derrota, frustración, traición por parte de la ciudadanía y genera una emergencia de estos “héroes” que se aprovechan de la situación.
Melissa Amezcua, responsable de Análisis Institucional y Proyectos Estratégicos de la Vicerrectoría Ejecutiva de la UdeG, retomó la idea de la mentira y la manipulación de los fascismos, y aseguró que hay un resurgimiento de una lógica de violencia y de manipulación del discurso que inicia por un proceso de deshumanización profundo de ciertos sectores de la sociedad, seguida por procesos de exclusión, característicos del fascismo de la primera mitad del siglo XX.
“La violencia hacia la migración es cada vez más normalizada, pero estamos experimentando una intolerancia extrema, una cultura de intolerancia que vemos en las calles y en la vida cotidiana”, concluyó.