Dueño de una rica flora y fauna nativa, aunque humilde, el poblado de Tonalá está rodeado de barrancas y ríos donde en pequeños bosques crecen, predominantemente, árboles de guamúchil, mezquite, tepehuaje, encino, roble y colorín. Y es allí donde han hecho sus casas animales como zorrillos, venados, linces, armadillos, tlacuaches y vuelan las codornices, los ticuces y las torcazas, que otrora abundantes, a partir de los años ochenta —que fue cuando comenzó la devastadora urbanización de este territorio—, han venido disminuyendo considerablemente.
Actualmente es poco frecuente escuchar que los pobladores hablen de estos árboles y animales, ya que en los últimos años —con demasiada prisa— lo que han florecido son las zonas urbanas, que gracias a la ambición de las constructoras han devastado espacios enormes y logrado que la fauna se haya vuelto rara.
La catedrática del Centro Universitario de CUTonalá, Aída Alejandra Guerrero de León, afirma que, efectivamente, “hay una fuerte presión en el territorio por el índice de desarrollo urbano que se presenta, principalmente, en la zona metropolitana, puesto que el crecimiento ya se plantea, desde hace varios años, hacia este municipio”.
Agrega que “principalmente en la zona periférica de Tonalá es donde se ha presentado el mayor impacto urbanístico”, pues es donde se han visto “un gran número de constructoras, sobre todo en el territorio donde se ubica la carretera libre a Zapotlanejo”, que es donde existe un “gran desarrollo urbano” que ha afectado al medio ambiente.
El daño que ha causado la acelerada urbanización “ha afectado a las áreas verdes y a espacios naturales que requieren una conservación, pero que lamentablemente para construir las zonas habitacionales han sido deforestadas”.
Los espacios que han tenido un mayor daño son, a decir de Guerrero de León, “los que se ubican en las inmediaciones de la barranca de Oblatos, que es una zona que se presionó en demasía, pero que ahora ya no puede extenderse más por razones obvias del terreno, además de los territorios de Matatlán, y en las cercanías de la presa de Ocotillo, es donde yo he notado que ha habido una mayor deforestación”, pero también en la carretera a Chapala —que es donde se localiza el Centro Universitario de Tonalá—, “está tendiendo a urbanizarse, con consecuencias desastrosas para las áreas naturales”.
Toda urbanización —afirma la catedrática— “provoca una enorme deforestación, lo que implica grandes problemas ambientales, cuyo costo inmediato es la limitación de vegetación nativa con la clara destrucción de lo que es la flora y la fauna, pero también —no hay que olvidarlo— se ejerce una fuerte presión sobre el recurso hídrico; esto es muy importante mencionarlo, ya que al estarnos asentando en estas zonas naturales nos estamos quedando sin bosques que amortigüen esta presión y nos ayuden a la captura de agua y sirvan de filtradores para tener mantos friáticos con volúmenes adecuados”.
La desmedida y poco controlada urbanización provoca la “deforestación y, también, la pérdida de captación de agua al subsuelo, lo que provoca la erosión del suelo”.
¿A dónde se puede llegar si se continúa con esta devastación de la naturaleza?, le pregunto a Aída Alejandra Guerrero de León, quien es especialista en Ecología, y su respuesta es clara y contundente: “A lo que vivimos ya, que es una crisis ambiental, porque no tenemos áreas verdes, y al no tenerlas se eleva el nivel de contaminantes a la atmósfera, y la única forma de equilibrar el problema es teniendo áreas verdes; lo recomendable, en todo caso, es impulsar un desarrollo urbano sustentable, con zonas arboladas que mitiguen este enorme problema de contaminación”, que afecta a las temperaturas y, por tanto, a la salud pública, además que de seguir con esta tendencia descontrolada de urbanización, en poco tiempo se fragmentarían los suelos y, claro, tendríamos una baja captación de agua, y en Tonalá no tenemos agua”.