El día 13 de este mes se conmemoró el Día mundial de la lucha contra la depresión, una enfermedad mental que antes de la pandemia contabilizaba a más de 300 millones de personas en el mundo, con un costo de un billón de dólares anuales para la economía mundial, ya que es una de las principales enfermedades y causas de incapacidad en adolescentes y adultos.
Desafortunadamente, los países destinan, en promedio, menos del 2% de su presupuesto de salud para tratar este padecimiento.
El problema se ha agudizado por la paralización que vive el mundo, como consecuencia de la pandemia del Sars-CoV-2; el miedo al contagio, el duelo, la falta de empleo, la incertidumbre y el distanciamiento social, han generado episodios de estrés, ansiedad y depresión en gran parte de la población.
Investigadores del University College London (2020), hicieron un seguimiento del impacto de las medidas del confinamiento en Inglaterra y encontraron que, al principio del aislamiento (durante la primera etapa del encierro), las personas encuestadas presentaron tasas de ansiedad (10%) y depresión (5%) más altas, que disminuyeron al relajar las medidas del confinamiento.
Este comportamiento lo atribuyen a que las personas con el tiempo se adaptaron a las circunstancias.
Por otra parte, un estudio realizado por académicos de la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad Javeriana de Cali, encontraron que el 35% de los encuestados había presentado síntomas de depresión durante el confinamiento en Colombia y el problema se agudizó en mujeres (36%), jóvenes de 18 a 29 años (48%) y población de bajos ingresos (46%).
En el caso de México, un sector de la población que se ha visto afectado con la pandemia es el de los estudiantes. El distanciamiento social, la educación en línea, la situación en el hogar, han sido factores generadores de estrés, tristeza y ansiedad.
González et al. (2020), realizaron un estudio de seguimiento durante siete semanas del confinamiento por la pandemia a 644 universitarios de tres instituciones de educación superior y encontraron que el 31.9% sufrió de estrés, un 5.9% presentó síntomas psicosomáticos, el 36.3% tuvo problemas para dormir, el 9.5% mostró disfunción social en la actividad diaria y un 4.9% tuvo depresión. Esta última sintomatología se reflejó principalmente en las mujeres (un 3.3% presentó una sintomatología alta de depresión, frente al 1.6% de los hombres).
Por su parte, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de la Universidad de Guadalajara realizó una encuesta a 14 mil 887 estudiantes de nivel medio superior y nivel superior, en el periodo del 26 de marzo al 04 de abril de 2020, es decir, al inicio de la pandemia. Los resultados muestran que el 23% de los estudiantes se sintió afectado por la situación. Respecto a la percepción de sus emociones, un 32% se ha sentido tenso, mientras que un 22% se ha sentido triste, sin embargo, esta sensación es más alta en las alumnas (16%) que en los alumnos (5%).
Es preocupante señalar que, a pesar de que el padecimiento es frecuente en niños y adolescentes, menos de la mitad reciben un tratamiento adecuado, la invisibilidad de la enfermedad, la estigmatización, así como la falta de recursos para su debida atención y la emergencia sanitaria que vive el mundo, ha llevado a que este padecimiento crezca.
No obstante que exista una opinión generalizada sobre el impacto de la pandemia en cuestiones de salud mental, existe poca información sobre las medidas aplicadas para acompañar a los pacientes en una etapa incierta, dolorosa y en muchos casos de soledad, un mal que por mucho afecta el bienestar personal en todos los ámbitos de la vida, tanto académico y laboral, como familiar. La estrategia de salud no puede olvidar este padecimiento, para aminorar el impacto del aislamiento en los hogares.