De la pérdida de ecosistemas, zonas áridas y semiáridas depende la subsistencia de unos dos mil millones de personas en el mundo, principalmente en países en desarrollo; actualmente, esta pérdida afecta a 51 millones de hectáreas de suelo en México, lo que trastoca a 65 millones de personas en el país con un costo de cerca de 139 millones de pesos, afirmó Blanca C. Ramírez Hernández, Jefa del Departamento de Ecología del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) de la UdeG.
A propósito del Día Mundial de la Desertificación, que se conmemora el 17 de junio, la especialista afirmó que si el suelo no es sano y hay un exceso de fertilizantes y herbicidas tendrá consecuencias en la salud humana.
Un suelo sin cobertura emite mayor número de dióxido de carbono que genera el calentamiento global y el cambio climático; y por el contrario, un suelo con cubierta vegetal tiene mayor fijación del dióxido de carbono y atracción del agua, por lo tanto menos aplicación de insumos y mayor productividad.
Ramírez Hernández recalcó que los sistemas de producción agroalimentaria deben de transitar de un modelo convencional a uno en el que se privilegie la biología integral y regenerativa, en el que se involucren las autoridades de gobierno, los productores y la academia. Para lograrlo, el CUCBA ofrece capacitaciones dirigidas a productores, sociedad en general y sector académico, en los que suministra información acerca de la conservación de los suelos para aplicar principios de agroecología y mejorar la función del suelo.
El Director de la División de Ciencias Biológicas y Ambientales, Javier E. García de Alba Verduzco, explicó que los suelos degradados producen menos alimentos, pero también afectan la regulación del clima y provocan la pérdida de biodiversidad. Puso como ejemplo que Jalisco produce más gases de efecto invernadero (dióxido de carbono) durante la temporada de sequía, y que éstos se mantienen en la atmósfera afectando a otras regiones.
Aseguró que para hacer un centímetro de tierra fértil, la naturaleza se tarda cerca de 100 años, pero la mayoría de los agricultores realizan procesos de producción agroalimentaria de manera tradicional que propician la desertificación, y sólo 5 por ciento a nivel mundial cuida el suelo para evitar su desertificación.
De acuerdo con un estudio realizado en el CUCBA, 85 por ciento no realiza estudios de suelo antes de sembrar para conocer las condiciones en las que generarán los alimentos y la mayoría abusan de los agroquímicos, cuyo precio ha incrementado hasta cinco veces más desde el año 2000, lo que aumenta, por ende, el precio de los alimentos.
El Director Regional de la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza) en el Centro Occidente, Jorge Luis García Rodríguez, señaló que en México 175 millones de hectáreas, aproximadamente 89 por ciento del país, tiene procesos de degradación de la tierra en diferentes niveles; 59 por ciento tiene degradación de tierra específica, lo que significa la pérdida de carbono orgánico y de su productividad. Uno de los estados más afectados es Jalisco, especialmente en Los Altos.
Dijo que el uso continuo de las tierras para la producción agroalimentaria, la minería y hasta lo forestal está degradando sus recursos, al grado de que 80 por ciento ya no producen de manera natural y necesita ser fertilizadas para generar los alimentos.
La desertificación afecta a las personas de manera indirecta, pues 23 por ciento de la tierra que dejó de ser productiva provoca que se produzcan menos alimentos y que éstos sean más caros de adquirir, y la población corre el riesgo de no alimentarse de manera correcta y afectar su salud.
Los académicos invitaron a unirse a los cursos que ofrece el CUCBA enfocados en un modelo de capacitación participativa en el que los asistentes aprenden en el campo y no en las aulas, con la intención de conocer nuevas estrategias para producir alimentos de manera sustentable. Los interesados pueden llamar al teléfono 33-3777-1150, extensión 33076.