Los pueblos indígenas viven en comunidades asentadas principalmente en poblaciones rurales, y se caracterizan por la situación de pobreza y marginación, a pesar de las aportaciones de identidad y cultura que representan para los países de origen.
En el mundo, el 6% del total de la población son indígenas, mientras que en México el 19% de la población se considera indígena, aunque solamente el 6% habla una lengua originaria, de acuerdo con el censo 2020. De ese porcentaje, que corresponde a 7.3 millones de hablantes indígenas, el 50% son mujeres, un grupo de la población que representa vulnerabilidad por la cultura patriarcal que prevalece en los pueblos originarios.
Una de las situaciones que las hace vulnerables es el acceso limitado a los servicios en su lengua, ya que de las 865 mil 972 personas monolingües, el 63.2% son mujeres. Además, tienen una tasa de analfabetismo de 26.5%, mientras que para los hombres es de 15%. Asimismo, el rezago educativo es mayor para las mujeres, de las cuales el 24% no tiene escolaridad y 6 de cada 10 tienen estudios de primaria o menores. Una desventaja más a la que se enfrentan se identifica en el mercado de trabajo, donde su participación laboral se ubica en un 23.5%, mientras que la tasa del total de las mujeres a nivel nacional es del 33.5%.
Aún en la economía informal, las mujeres se enfrentan a situaciones desiguales, de represión por ejercer el comercio ambulatorio.
A esto se agregan otros problemas que son reconocidos y hasta “justificados” por los usos y costumbres, arraigados por una cultura milenaria machista que se traduce en violencia de género.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, señala que lo más grave es que muchas veces las víctimas no tienen acceso a servicios de apoyo psicosocial ni asistencia para denunciar los hechos. En este sentido, la pandemia ha afectado en mayor medida a las mujeres indígenas, pues como señala el Informe Regional del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), hay un amplio consenso que la violencia doméstica se acrecentó con la pandemia, debido a la convivencia prolongada con los agresores en el hogar.
De acuerdo con la encuesta en línea de la CEPAL, el 53% de los jóvenes indígenas encuestados manifestaron el incremento de la violencia contra niñas y mujeres, y el 44.4% dijo no tener acceso a servicios de atención a la violencia en caso de sufrirla. Asimismo, se incrementó la carga de trabajo doméstico y cuidados adicionales que recaen principalmente en las mujeres (64.7% de las mujeres indígenas de 12 años más realiza actividades no remuneradas en comparación el 35.3% de los hombres indígenas), lo cual va en detrimento de otras actividades que podrían realizar, como asistir a la escuela, en el caso de las niñas, adolescentes y jóvenes.
Por otra parte, también afrontan obstáculos en la toma de decisiones dentro y fuera de su comunidad, pues para acceder a cargos de elección pública se enfrentan a situaciones de discriminación, culturales y violencia política, lo cual frena su participación, así como la posibilidad de romper con la dinámica ancestral que las posiciona como un sector violentado en sus derechos humanos.
El pasado 5 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Mujer Indígena, que es la oportunidad para reconocer la trascendencia que tienen en los pueblos originarios, al contribuir con la preservación de sus tradiciones, la lengua y el vínculo con la naturaleza.
Si bien prevalece la invisibilidad de sus propias comunidades, el país tampoco ha avanzado en la colaboración con los pueblos indígenas en el reconocimiento de sus derechos que les garantice una vida digna con igualdad e inclusión y con pleno respeto a su cultura.