Como parte de la vivencia de tener un angelito, desde la tradición católica, se entiende que hay una bendición en la familia cuando uno de tus hijos o hijas, en los primeros años o días de nacido, muere.
«Esto, porque alcanza más rápido la gloria», detalla Arnulfo Salazar, quien recuerda que, según la liturgia católica, vivir es sólo un paso del alma para trascender al cielo.
«Que estos niños lo alcancen es un logro, un triunfo y había que celebrarlo«.
«Un tendido de angelito, más que una tragedia, es una bendición».
Por esa razón, había un entendido de que no había que llorarles y eso se demuestra en la serie de fotos recopiladas en el libro, donde los rostros de los padres, las madres y hermanos son parcos. Algunas veces se les ve con una intensión de sonreír, por muy forzada que parezca.
«Sí había cierta restricción de no llorarles, incluso hay algunos parabienes, cantos u oraciones que dicen: ‘No llores madre dichosa, que ya tu angelito va al cielo'».
«Que la familia le llorara impedía que el angelito llegara al Cielo, porque se estaban aferrando a no cumplir la voluntad divina».
«En una entrevista que realicé en una localidad de los Altos contaba que una conocida que tenía un angelito le lloraba».
«Y entonces ella decía que lo veía, se le aparecía en las noches. Un día platicó con el padre del pueblo y le dijo que dejara de llorarle, pues con las lágrimas se crea un río que impide al angelito cruzar al Cielo«.
«Es muy difícil que encontremos una fotografía donde se vea ese dolor, porque sí hay una redención personal y familiar».
En contraparte de la tristeza, el día del sepelio de los niños también estaba acompañado de música y fiesta en los barrios de las localidades de Los Altos.
El promotor cultural comenta que es posible que «los angelitos» daten de una tradición árabe que se popularizó en España durante la conquista musulmana, misma que se heredó durante siglos a los cristianos mozárabes y luego se expandió por el territorio americano durante la colonización española como parte de la liturgia católica.
«En los Altos se asientan personas de distintas partes de Europa, traen la tradición y este ritual católico lo tenían ya arraigado».
«Cuando la fotografía llega se empieza a favorecer la representación gráfica de la tradición, incluso ya servía esta tradición en exvotos y pinturas virreinales«.
«La fotografía vino a democratizar las representaciones sociales de todos los estratos, también permitió la representación de la muerte».
Dijo que esta tradición empezó a decaer cuando inició la segunda mitad del siglo XX, cuando la mortalidad infantil bajó debido a la implementación de vacunas y mejores sistemas de salud.
Todavía sobrevivió el Velatorio de Angelitos hasta los años de 1990 en los Altos, pero actualmente está en desuso.
Aún así hay quienes en las salas de sus casas o en el cajón de los recuerdos, tienen la foto de los últimos momentos de un hermano, tío, primo o hijo que perdió la vida.
Hay quienes dicen que ese angelito es un puente con Dios, pues aunque no lo consideran como santo, sí lo piensan como un alma que puede interceder entre la familia y el Creador.