"Dichoso de ti angelito", antiguo consuelo del adiós

No llores, madre dichosa
ni te quepa desconsuelo
que lo van a recibir
ya los ángeles del cielo.

¿Cuántas lágrimas no se lloraron por un niño, una niña, que tras poco tiempo de haber nacido falleció?

En Los Altos de Jalisco, como en muchas otras partes donde ha prevalecido el catolicismo, la muerte de bebés y niños implicaba un ritual que buscaba encontrar un consuelo para las familias y, a la par, hacer eterna la memoria de un hijo que no se pudo ver crecer.

Es la tradición del Velorio de Angelitos, que partía de la idea de que por haber vivido sin uso de razón los pequeños difuntos «estaban libre de pecado» y por eso su fallecimiento significaba que llegarían de inmediato al Paraíso.

«No es una teatralidad ni algo escenográfico, sino la construcción de este espacio retratado en el que se asegura que estén todos los símbolos que acompañan al cuerpo del angelito, para que su tránsito al Cielo sea efectivo».

Esto lo comenta Arnulfo Salazar Aguirre, promotor cultural e investigador de temas estéticos visuales, egresado de la licenciatura en Artes Visuales para la Expresión Fotográfica, del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD).

ESPECIAL DÍA DE MUERTOS

El también originario del municipio de Jesús María, Jalisco, este año editó el libro Dichoso de ti angelito, que reúne un centenar de fotografías post mortem de pequeños fallecidos en la región Altos Sur de Jalisco, de entre 1920 y 1939.

Dichas fotos forman parte del archivo de Pablo Ibarra (1901-1973), quien fungió como el fotógrafo de Arandas y localidades aledañas durante gran parte del siglo XX.

Su obra hoy es parte del patrimonio cultural de la zona, pues es un registro del desarrollo de la sociedad alteña, con más de 80 mil negativos acumulados durante 80 años.

Con ayuda de la señora Bertha Ibarra, hija de Pablo Ibarra y quien es la persona que resguarda el archivo de su padre, Arnulfo Salazar hizo una curaduría de fotografías impactantes con las que se busca mantener la memoria de estas prácticas cultuales.

Este libro fue financiado por el Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Jalisco (PECDA) de la Secretaría de Cultura de Jalisco, del gobierno del municipio de Jesús María, UNIVA, Refaccionaria Agrícola «El Chino» y la empresa CARSE.

FOTO: IVÁN LARA

Lic. Arnulfo Salazar Aguirre

FRAGMENTO DE ENTREVISTA
FOTO: IVÁN LARA GONZÁLEZ
ESPECIAL DÍA DE MUERTOS

Velación de Angelitos, una fiesta para la familia

En 1940, la tasa de mortalidad infantil alcanzó una cifra impactante: 163 por ciento, según da cuenta una publicación de la revista Estudios Demográficos del Colegio de México. 

Sin embargo, cuando un pequeño moría en Los Altos de Jalisco se realizaba todo un ritual acompañado de júbilo, pues cuando un pequeño «se convertía en angelito en la familia», eso era motivo de fiesta.

«Esta sociedad alteña tiene fuerte arraigo a las relaciones de parentesco, entonces cuando el niño moría se le hablaba al padrino, que solían ser los tíos, cuñados».

«Los padrinos eran los encargados de vestir y coronar al angelito. Debían vestirlo de blanco, prepararlo para que entrara al reino de los cielos y ponerle una corona de flores, cuyo simbolismo es la gloria que alcanzaban por la gracias de haber muerto sin pecado», explica Arnulfo.

En las fotografías recopiladas se nota que la mayoría de los pequeños estaban vestidos con su ropón de bautizo, portaban coronas de flores de azahar o incluso de cera.

«Cuando las circunstancias lo permitían, se ponía el cuerpo en un ataúd blanco o pintado de rosa o azul. También se va a encontrar un tendido de flores, porque habrá que dárselas al angelito para que se las lleve a la Virgen».

Sus manitas las colocaban sobre el pecho, o juntas en señal de plegaria, ya sea con un rosario o una cruz de carrizo.

En las fotografías del libro se muestran velorios tan variados, en función de las posibilidades económicas de las familias alteñas: había desde las más humildes a las más ostentosas.

«Con frecuencia se desarmaban las camas o los guacales de madera, donde guardaban fruta, y con eso improvisaban y hacían la cajita para el niño».

«En otras fotos se ve en la completa miseria: el cuerpo del niño tendido, sin más atavío que los ropajes que llevaba, sobre el piso de tierra». 

«En las fotos se reúnen el abanico de realidades de los Altos de Jalisco«.

FOTO: IVÁN LARA GONZÁLEZ
ESPECIAL DÍA DE MUERTOS

Prohibido llorar la pérdida de un hijo; es una fiesta

Como parte de la vivencia de tener un angelito, desde la tradición católica, se entiende que hay una bendición en la familia cuando uno de tus hijos o hijas, en los primeros años o días de nacido, muere.

«Esto, porque alcanza más rápido la gloria», detalla Arnulfo Salazar, quien recuerda que, según la liturgia católica, vivir es sólo un paso del alma para trascender al cielo.

«Que estos niños lo alcancen es un logro, un triunfo y había que celebrarlo«.

«Un tendido de angelito, más que una tragedia, es una bendición».

Por esa razón, había un entendido de que no había que llorarles y eso se demuestra en la serie de fotos recopiladas en el libro, donde los rostros de los padres, las madres y hermanos son parcos. Algunas veces se les ve con una intensión de sonreír, por muy forzada que parezca.

«Sí había cierta restricción de no llorarles, incluso hay algunos parabienes, cantos u oraciones que dicen: ‘No llores madre dichosa, que ya tu angelito va al cielo'».

«Que la familia le llorara impedía que el angelito llegara al Cielo, porque se estaban aferrando a no cumplir la voluntad divina».

«En una entrevista que realicé en una localidad de los Altos contaba que una conocida que tenía un angelito le lloraba».

«Y entonces ella decía que lo veía, se le aparecía en las noches. Un día platicó con el padre del pueblo y le dijo que dejara de llorarle, pues con las lágrimas se crea un río que impide al angelito cruzar al Cielo«.

«Es muy difícil que encontremos una fotografía donde se vea ese dolor, porque sí hay una redención personal y familiar».

En contraparte de la tristeza, el día del sepelio de los niños también estaba acompañado de música y fiesta en los barrios de las localidades de Los Altos.

El promotor cultural comenta que es posible que «los angelitos» daten de una tradición árabe que se popularizó en España durante la conquista musulmana, misma que se heredó durante siglos a los cristianos mozárabes y luego se expandió por el territorio americano durante la colonización española como parte de la liturgia católica. 

«En los Altos se asientan personas de distintas partes de Europa, traen la tradición y este ritual católico lo tenían ya arraigado».

«Cuando la fotografía llega se empieza a favorecer la representación gráfica de la tradición, incluso ya servía esta tradición en exvotos y pinturas virreinales«.

«La fotografía vino a democratizar las representaciones sociales de todos los estratos, también permitió la representación de la muerte».

Dijo que esta tradición empezó a decaer cuando inició la segunda mitad del siglo XX, cuando la mortalidad infantil bajó debido a la implementación de vacunas y mejores sistemas de salud.

Todavía sobrevivió el Velatorio de Angelitos hasta los años de 1990 en los Altos, pero actualmente está en desuso.

Aún así hay quienes en las salas de sus casas o en el cajón de los recuerdos, tienen la foto de los últimos momentos de un hermano, tío, primo o hijo que perdió la vida.

Hay quienes dicen que ese angelito es un puente con Dios, pues aunque no lo consideran como santo, sí lo piensan como un alma que puede interceder entre la familia y el Creador.

FOTO: IVÁN LARA GONZÁLEZ
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