Si fuera Thomas Hitzlspelger
no volvería a decir, como en 2014
que soy homosexual. Tras la declaración al Die Zeit
el martillo perdió toda su fuerza y colgó
los botines. El golpe
del disparo ya no estuvo en la pierna:
se colocó en la sien. Los otros
compañeros de Fu§ball-Bundesliga, prensa, público
de diez en diez se fueron. Solo quedó
el apoyo de Angela Merkel, Gary Lineker u Olivier Giroud
pero han sido excepciones.
[No es lo mismo usar las agujetas
para ahorcar al contrario
que para asir con fuerza los botines
en alguna pared
o en el pie del amigo. Así
se vuelven lazos.]
Si yo fuera Giroud, desde el catolicismo seguiría presionando
para hacer del deporte un sitio
más seguro. Si en el juego del hombre sigue estando prohibido
enfrentar el amor, prefiero no jugarlo
ante la prensa ni los espectadores. Con la extrema derecha
tiene nulo valor un lateral izquierdo. En soledad
así sea en esta cárcel, existe
otra piedad
que una vez derribados los prejuicios de Stonewall
se viste de arcoíris
(al menos los botines).