Marco aún recuerda aquella vez que se oscureció el cielo en Puebla. Era 1991 y con apenas nueve años sus ojos ya habían sido testigos de un espectáculo astronómico que opacó a México, sin imaginar que más de 30 años después otro eclipse solar volvería a cautivar su mirada, pero ahora en Guadalajara.
Él no fue el único, pues al igual que Marco Ramos, alrededor de 4 mil personas llegaron al Instituto de Astronomía y Meteorología (IAM) de la Universidad de Guadalajara (UdeG) sedientos de curiosidad por observar el eclipse de forma segura.
“Aquella vez tuvimos que encerrar a nuestro gato por si se asustaba”, recordó Marco momentos después de guardar las gafas especiales con la que pudo ver por instantes el eclipse este 8 de abril en Guadalajara.
Esta vez no hubo gatos asustados, sino niños, adolescentes y adultos que esperaban su turno para observar el eclipse a través de alguno de los telescopios y filtros que instaló el IAM, ubicado en avenida Vallarta, en la colonia Arcos Vallarta.
Había quien elegía las gafas para ver el eclipse por unos segundos, otros optaron por vidrios de soldador del número 14 para cuidar sus ojos; algunos prefirieron esperar su turno en los telescopios, mientras el calor matutino se respiraba en el ambiente.
“Pensamos que como era día hábil no iban a venir tantas personas, pero de acuerdo con Protección Civil Universitaria y Protección Civil de Guadalajara tuvimos una afluencia de cuatro mil personas”, declaró el Director del IAM, Héctor Hugo Ulloa.
Este lunes, en México se vivió un eclipse solar que oscureció completamente a ciudades como Mazatlán, Durango o Piedras Negras; sin embargo, en Guadalajara este evento tuvo una intensidad de 90 por cierto, que no fue suficiente para opacar a la ciudad, pero sí para sacar a cientos de tapatíos a mirar el cielo.
“Tuvimos cinco módulos para que la gente pudiera ver el eclipse de manera directa o indirecta, pero segura”, añadió Ulloa.
Espectáculo solar
Desde temprano, los alrededores del IAM lucían llenos de gente a la espera de que se abrieran las puertas. No eran ni las diez de la mañana y cientos de curiosos ya se arremolinaban en la entrada, mientras, dentro del instituto se instalaban los últimos telescopios.
Joshua Nuño fue de los últimos en llegar con su telescopio, pero rápidamente preparó su equipo para documentar el eclipse junto con su pequeña hija Sara, quien con apenas siete años ya muestra fascinación por el cosmos.
“Sinceramente a ella no sé de dónde le nació el gusto por el espacio, pero a mí también me ha gustado mucho esto desde pequeño, desde secundaria ya tenía telescopios”, relató, mientras el eclipse se mostraba a través de una pequeña pantalla de celular instalada en su telescopio.
Fue a las 12:09 horas cuando el eclipse solar alcanzó su máximo punto, oscureciendo tenuemente a los muros rosados del IAM y proyectando pequeñas lunas en el piso que atrapaban las miradas de quienes no volteaban al cielo.
Había quienes capturaron el momento en sus cámaras fotográficas mediante selfies que atraparon este momento histórico que apenas duró unas cuantas horas.
A pesar de ser mediodía, el calor parecía que seguía de vacaciones mientras en lo alto la luna tapaba casi en su totalidad el Sol, dejando una sensación fresca que desapareció poco después para pronto volver a la cotidianidad de una ciudad que sucumbe ante las altaas temperaturas.
Con la llegada de la tarde se fue la Luna y las miradas dejaron de apuntar al cielo. El fugaz evento astronómico culminó con rostros soleados y sonrientes, y recuerdos que quedaron grabados en las pupilas de muchos.
Los telescopios volvieron a guardarse en sus maletines después de la una de la tarde, a la espera de más aventuras, más eclipses y más lluvias de estrellas.
Con el final de la jornada, las gafas especiales también volvieron a los bolsillos, donde quedarán guardadas hasta que un nuevo eclipse sorprenda a México, no importa que tengan que volver a pasar otros 30 años.