Por las calles de Colotlán todavía se pueden oír los ecos de un pasado prospero, orgulloso, que por un tiempo proyectó a este pueblo de la zona Norte de Jalisco en el ámbito nacional. El golpeteo de algún martillo, el traqueteo de una máquina para coser o el aroma a cuero; ruidos y olores que en este periodo se mezclan y quedan ahogados por el retumbar de las tamboras y el relente alcohólico que despiden las calles abarrotadas de gente que acude a la Feria Nacional del Piteado.
Además de celebrar la fiesta en honor de esta tradicional artesanía, Colotlán, por una anterior administración municipal, fue nombrado “capital mundial del piteado”. Sin embargo, tanto aquel como este reconocimiento, parecen ser vanos intentos para cubrir la triste realidad actual: el piteado, el arte de bordar y decorar cintos, monturas y otros productos de la talabartería con hilo de pita, está sufriendo una crisis profunda, tanto por el abandono en que lo relegaron las autoridades gubernamentales, como por la falta de espíritu organizativo y emprendedor por parte de los mismos talabarteros.
Artesanía transmitida de conquista en conquista, traída a México por los españoles que a su vez podrían haberla heredada de los moros, y que, narra la tradición, proliferó en la región Norte de Jalisco a partir de finales del ochocientos, el piteado tuvo su auge en la década de los 90 del siglo pasado.
“El boom duró unos cuatro años, a partir de 1994, y coincidió con el auge del fenómeno musical de la quebradita, en que los bailarines adornaban sus trajes vaqueros con cintos piteados de Colotlán”, dice Gerardo Andrés, talabartero colo-tlense.
Luego la moda se acabó, y la demanda de productos piteados regresó a lo que era antes de los 80, bajando entre un 80 y un 90 por ciento, declaran los artesanos. Además, si un cinto piteado se podía vender en 200 o 300 pesos, los cintos lisos o con otros materiales que los artesanos están obligados a hacer ahora, cuestan 30 pesos.
La crisis más profunda inició hace cuatro años, después de algunos intentos fallidos por rescatar a este arte. En 2001 fue creado el Consejo Regulador del Piteado y en 2003 la cooperativa Arpico (Artesanos del piteado de Colotlán), para tener acceso a programas de apoyo del gobierno. No obstante, por falta de organización estos organismos en la actualidad están prácticamente inoperantes.
El consejo, explica Andrés, llegó a tener inicialmente 52 inscritos, muchos de los cuales en la actualidad tuvieron que cambiar de actividad o emigrar.
Estas cifras no reflejan del todo la realidad: pitear era un trabajo que no se realizaba solamente en talleres o negocios, sino que se bordeaba con pita en toda la región: en patios de casas de los 10 municipios de la región; en los ranchos al anochecer, cuando toda la familia se reunía, abrigada por un mezquite, a bordar y platicar después de una larga jornada en el campo. Las mujeres representan la mayoría de los bordadores, levantándose a las cinco de la mañana a pitear antes de que se despertara su familia y empezaran las faenas domésticas.
Por esto, el piteado no fue una simple actividad económica exclusiva de Colotlán, sino que constituyó el sustento por toda la región Norte de Jalisco, la más pobre y abandonada del estado, donde viven alrededor de 70 mil personas.
Mario de Santiago, comercializador de productos piteados de Colotlán, al respecto advierte que “antes y durante el boom era común que los padres de familia mandaran a sus hijos a los talleres de talabartería para que aprendieran el oficio. Pero este interés ya se acabó”.
Esto ha bajado mucho la producción, agrega, que es la otra cara de la medalla del declive del piteado. “Falta mano de obra. Considero que todos los bordadores adultos que dejan el oficio, ya no son reemplazados por nuevos”.
En este sentido dice que “lo que hace falta en Colotlán son escuelas oficiales de talabartería. Es curioso, es una aberración que en varios estados, como Zacatecas, se haya promovido la enseñanza del piteado, a través incluso de instancias gubernamentales, cosa que en Colotlán, que se presume como cuna del piteado, el gobierno de Jalisco no lo ha hecho”.
Además de la falta de interés por parte de las autoridades, otro factor que afecta al piteado y en general a la economía, es la inseguridad que priva en la región. “En la zona de Jerez particularmente, pero también del lado de Guadalajara, se están verificando muchos atracos en la carretera, y los compradores no vienen; además ha bajado la venta de los artículos más caros, por miedo a los robos”.
A pesar de todo, De Santiago considera que el piteado aún es susceptible de ser fomentado, y que podría regresar a ser una fuente de empleo y sustento para la región. Sin embargo, parece que a nadie le interesa. En el debate entre los candidatos a la gubernatura de Jalisco, bajo el concepto de “Cultura”, todos han prometido apoyar a las tradiciones jaliscienses, como el mariachi y la charrería. Muchos se preguntan, ¿acaso el piteado no es suficientemente jalisciense para ser apoyado? Tal vez lo es más que otras tradiciones que, con toda probabilidad son más redituables económica y políticamente.