La naturaleza para el futuro

EDUARDO SANTANA CASTELLÓN

PERFIL

Hay maestros que transmiten su pasión y enseñanza en las aulas, y hay otros que prefieren compartir su conocimiento rodeados de naturaleza, a miles de metros sobre el nivel del mar, entre aves, reptiles, insectos, anfibios, mamíferos, hongos y plantas.

Muchas veces, esa pasión es tanta que no puede quedarse en la naturaleza y llega más allá, incrustándose en las ciudades, como una semilla que crece entre el concreto.

Así es la pasión de Eduardo Santana Castellón, nombrado recientemente como Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara, y quien desde hace décadas ha dedicado su vida a educar sobre la importancia de la naturaleza y la ecología sin importar las fronteras.

“Estoy un poco nervioso”, confiesa el también director del Museo de Ciencias Ambientales, de la Universidad de Guadalajara, poco antes de que la cámara fotográfica capture su perfil.

Los nervios desaparecen minutos después, cuando recuerda historias de aves que comen caracoles, viajes por carretera, y aquellas pláticas con grandes intelectuales de la época que lo llevaron a conocer Jalisco a mediados de los años ochenta.

“Me impresionó mucho cómo unos bosques perdían las hojas y otros las retenían todo el año, me fascinó la riqueza de la fauna, que aquí tuviéramos seis especies de felinos silvestres”, menciona este egresado de la Universidad de Wisconsin-Madison.

La lista sigue: los manglares de Puerto Vallarta, la riqueza de orquídeas en la Sierra de Manantlán y las altas montañas de Jalisco también fascinaron al investigador.

“Una cosa es compartir y alimentar una pasión por la naturaleza y las cosas vivas; la otra es fomentar el pensamiento crítico, cuestionarse todo”, sentencia con un tenue acento cubano.

Entre sierras y reuniones

En 1985, Santana Castellón llegó a Guadalajara para quedarse. En aquel entonces su tarea consistía en documentar la biodiversidad de la Sierra de Manantlán para encontrar una forma de conservarla.

Pero también llegó para capacitar a alumnas y alumnos de la UdeG y así fortalecer las habilidades en el área de ecología y manejo de fauna silvestre en el naciente Laboratorio Natural Las Joyas de la Sierra de Manantlán.

“Al llegar tuve que meterme de lleno, más de lo que pensaba, en el aspecto de la justificación técnica y vamos a decir que en las negociaciones políticas para crear la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán”, recuerda.

Su trabajo lo acercó a grandes personajes como Raúl Padilla López, entonces director del Departamento de Investigación Científica y Superación Académica (DICSA) y Rafael Guzmán Mejía, descubridor del maíz primitivo Zea diploperennis.

Rememora que junto a más apasionados por la ciencia, como Luz María Villarreal de Puga, Enrique Jardel Peláez o Raquel Gutiérrez Nájera, se trabajó en crear el proyecto para decretar la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán finalmente en 1988.

Junto a ese proyecto, un equipo encabezado por Padilla López también propuso la creación de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y la restauración del recinto que ahora es la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz.

“Cuando se hizo el decreto a mí me tocó darle una presentación al Presidente de la República en el Salón de ex Rectores de Rectoría”.

“Eran cosas que no me esperaba que iban a ser mi responsabilidad, yo venía de estudiar jaguares, murciélagos, ratones, pajaritos y peces, nunca pensé que iba a tomar ese rumbo”.

El sueño de un museo

Eduardo Santana nació en Cuba en 1956. Su juventud la vivió en Puerto Rico, para luego partir a Estados Unidos y estudiar Ecología de Fauna Silvestre en la Universidad de Wisconsin-Madison.

Desde allá fue que construyó los lazos que tiempo después lo arraigarían en Jalisco, donde ha ocupado cargos en instituciones de la UdeG, como el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, o en el Departamento de Ecología y Recursos Naturales, del Centro Universitario de la Costa Sur.

Después de deambular y conocer el Sur de Jalisco, Santana Castellón se involucró en uno de infraestructura científica más relevantes de la Universidad: el Museo de Ciencias Ambientales.

Sin embargo, confiesa que llegó a declinar la oferta de dirigir el recinto en un par de ocasiones, hasta que se planteó la idea de convertir al museo en un espacio que combinara la investigación y al mismo tiempo fuera una ventana de educación para las comunidades.

El Museo de Ciencias Ambientales forma parte del Centro Cultural Universitario de la UdeG y además de contar con un diseño innovador, se convertirá en un lugar en el que la ciencia y la naturaleza convivan con las sociedades para crear oportunidades para el futuro.

“Lo que ha sido hermoso de mi trabajo es que incluye tanto el compromiso social o el activismo social con la conservación de la naturaleza y la ciencia de la ecología, entonces pude conjuntar mis pasiones en un solo trabajo aquí en la Universidad de Guadalajara”.

Con fluidez, Eduardo Santana podría pasar horas y horas conversando sobre naturaleza en su oficina, ahí donde habitan decenas de aves de plástico, cerámica o madera como recuerdos de sus viajes por el mundo y su encuentro con grandes investigadores.

En ese sitio parece que su mente no deja de trabajar, contesta correos, envía mensajes, organiza recorridos y no deja de pensar en cómo hacer que la naturaleza se convierta en la esperanza para el futuro.

«Lo que ha sido hermoso de mi trabajo es que incluye tanto el compromiso social o el activismo social con la conservación de la naturaleza y la ciencia de la ecología».

Eduardo Santana. Castellón, director del Museo de Ciencias Ambientales
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