Víctor Sánchez*
El 28 de febrero, la Secretaría de Salud (SS) en México confirma el primer caso en el país de Covid-19, una neumonía atípica producida por un nuevo tipo de coronavirus: SARS-CoV 2. El 24 de marzo, declara la fase 2 de la epidemia, para lo cual emite algunas medidas de Seguridad Sanitaria, tales como:
- “La suspensión inmediata, del 30 de marzo al 30 de abril de 2020, de actividades no esenciales en los sectores público, privado y social, a fin de mitigar la dispersión y transmisión del virus SARS-CoV-2 en la comunidad, para disminuir la carga de enfermedad, sus complicaciones y muerte por Covid-19”.
- “Se exhorta a toda la población que se encuentra en territorio mexicano a cumplir resguardo domiciliario corresponsable”.
El 21 de abril, decreta la fase 3 de la epidemia extendiendo hasta el 30 de mayo las medidas ya mencionadas. Esto ha causado inquietud en diversos sectores de la sociedad, destacando el negativo impacto económico del cese de actividades comerciales y productivas del país, aunado a un escaso apoyo gubernamental en la materia.
Además, se ha sugerido permitir el tránsito de un porcentaje de la población para apoyar a la creación de una “inmunidad de rebaño” y, en consecuencia, disminuir la velocidad de propagación de la epidemia. Finalmente, se ha solicitado tener una mayor cantidad de pruebas que permitan identificar mejor los casos y portadores en la población.
Algunos países (prototípicamente, Suecia) han seguido la idea de generar una inmunidad de rebaño a expensas de alcanzar un número crítico (desconocido aún) de contagios.
¿Qué efectos han tenido este tipo de decisiones en países que apuestan por una “inmunidad de rebaño” a través de evitar la medida del aislamiento social? Tomemos como aproximación a una respuesta el caso de Suecia en consideración con países con similares condiciones culturales, geográficas y sociales, como lo son Dinamarca, Noruega y Finlandia.
Las medidas tomadas por Suecia han sido: mantener todos los bares y restaurantes abiertos, al igual que algunas escuelas y cancelar eventos masivos. Noruega sólo mantiene abiertos algunos restaurantes, mientras que Finlandia y Dinamarca cancelaron todas estas actividades.
Al 7 de mayo, Suecia realizaba una cuarta parte menos de pruebas de detección de casos que Finlandia, dos veces menos que Noruega y tres veces menos que Dinamarca (14 mil 704 pruebas/106 habitantes en Suecia, contra 19 mil 528 en Finlandia, 34 mil 984 en Noruega y 46 mil 732 en Dinamarca).
Tomando en cuenta la población de cada país, había 2 mil 368 casos/106 habitantes en Suecia, mil 716 en Dinamarca, mil 475 en Noruega y mil 006 en Finlandia.
La mortalidad (muertes/106 habitantes) era de 40 para Noruega, 45 para Finlandia, 87 para Dinamarca y 291 para Suecia; es decir, 7, 6 y 3 veces mayor.
La letalidad (cuántos de los que enferman fallecen) era del 2.71% para Noruega, 4.47% para Finlandia, 5.07% para Dinamarca y 12.29% para Suecia. De nuevo, 4.5, 2.7 y 2.4 veces mayor.
Como vemos, sin aislamiento y aun teniendo un número alto de pruebas, comparado con México (México, con 820 pruebas/106 habitantes realiza 18 veces menos pruebas que Suecia), hay una mayor cantidad de casos, de mortalidad y de letalidad (cuando es comparado con países en condiciones similares).
En México, según datos de la SS, se ha logrado una disminución de la movilidad cercana al 65%. Además, hay una menor cantidad de casos y de mortalidad (214 y 21/106 habitantes, respectivamente) que en los países nórdicos, pero una alta letalidad (9.81%). Estos datos tienen el sesgo de una baja cantidad de pruebas, muy probablemente a mayor cantidad de pruebas se reportarían más casos y disminuiría la letalidad, pero no la mortalidad. Recientemente, la SS reportó una disminución de la curva epidémica de c. 74% para la Ciudad de México, efecto adjudicado al aislamiento social.
Es probable que de mantener las medidas suecas tendríamos una mayor cantidad de casos y de mortalidad y, muy probablemente, de letalidad. Queda para otra ocasión revisar otros casos, como el de Corea del Sur o Alemania, que permitirían dirigir el análisis hacia una propuesta de aislamiento sistemático.
*Profesor de la Maestría en Bioética de la UdeG