
En un país con diversidad climática como México, la desigualdad en el abasto del líquido vital no se debe a la escasez sino a una mala distribución
En México, el consumo diario promedio de agua potable es de 250 litros por persona. Sin embargo, el acceso a este derecho humano está marcado por desigualdades socioeconómicas, ya que en algunas localidades el consumo es de apenas 30 litros por persona.
En un país con diversidad climática, donde hay regiones desérticas y otras con abundancia de agua, la escasez en los asentamientos humanos no está determinada por la disposición, sino por la distribución, de acuerdo con Alicia Torres Rodríguez , del cuerpo académico Agua, Medio Ambiente y Sustentabilidad del CUCSH.
“No es tanto que haya escasez del recurso, sino cómo se distribuye y quiénes ejercen ese poder y esa gestión. En el caso de México, según la Constitución, el agua es un bien de la nación que debe gestionar”, apuntó la especialista.
En México, distintas instituciones controlan, vigilan y gestionan el recurso, pero la desigualdad persiste de manera estructural a través de las concesiones de agua, enfatizó Torres Rodríguez. Porque el gobierno federal otorga concesiones de agua sin supervisar las prácticas irregulares de las empresas.
“Las empresas refresqueras han acumulado grandes concesiones por años, comprando, y adquiriendo derechos, y desplazando a comunidades del derecho de mantos freáticos muy ricos para aprovecharlos con la autorización de nuestro gobierno federal”.
“El acceso al agua es un problema estructural: dependerá de tu salario si la tendrás y la calidad de la misma. Todos vivimos donde nos alcanza el salario y su distribución no será igual si vivimos en una zona irregular; en cambio, en zonas urbanas y ricas será mejor”.
Por ejemplo, en zonas exclusivas, donde la población tiene bañeras, albercas, amplios jardines y campos de golf, el consumo llega a mil litros por persona.
Mientras, en zonas marginadas, la gente sólo consume 30 litros para la higiene personal, sanitario y aseo del hogar, que implica la compra de pipas de agua de entre mil 500 y dos mil pesos, lo que pagan algunos hogares por consumo al año.
En la Zona Metropolitana de Guadalajara, como en otras del país, no hay agua en asentamientos periféricos. Se trata de la práctica de vivienda accesible implementada por desarrolladores inmobiliarios en Tlajomulco, El Salto, Ixtlahuacán y Zapopan con la promesa de agua potable que no llega de manera regular.
“Las colonias sin acceso al agua son crecimientos irregulares o fraccionamientos donde a los próximos moradores se les engaña diciéndoles que tendrán agua de manera constante y, aunque están conectadas a la red de agua potable, eso no garantiza que salga agua”.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, en Jalisco el promedio de municipios con disponibilidad de agua entubada es de 98.53 por ciento, incluso en zonas urbanas supera el 95 por ciento.
“Sin embargo, el agua no les llega a todos ni todos los días, el agua no llega en cantidad ni en calidad, lo cual es incumpliendo con el derecho humano al agua potable y al saneamiento”.
En contraste, municipios como Mezquitic carecen de red de agua, donde tres de cada diez personas no dispone de agua entubada; Bolaños, dos de cada diez, y San Cristóbal de la Barranca uno de cada diez habitantes no tiene este acceso.
Torres Rodríguez destacó la diferencia del cuidado entre quienes tienen acceso todo el año y la usan sin restricciones y quienes pagan más y la racionan al máximo. Para ello propone el uso del agua pensando que no es un recurso finito.
“Hay una diferencia en la entrega del agua y también en la cultura de los usos de la misma. El que no la tiene de manera regular, la reutiliza. Si la tienes, la desperdicias. Esto es trágico porque la cuida más quien no la tiene, es decir, la conciencia surge de la escasez”, concluyó la especialista.
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