Una vez dentro del teatro no hay anestesia para ninguno. La frontera del escenario se borra para compartir sin ningún disfraz todo el dolor de la fractura sin remedio que es la vida. El bálsamo no está en nada de lo que ahí observable, porque tiene el impacto de un golpe seco. Así es Mujeres soñaron caballos, obra escrita y dirigida por el argentino Daniel Veronese, que trajeron a Guadalajara Teatro Línea de Sombra y Cultura UdeG, para presentarla los días 25 y 26 de agosto en el Teatro Experimental.
La obra es una acción violenta, un momento en la vida de seis personajes que de principio a fin extienden sus venas y la vitalidad de su sangre a los espectadores. Es un acontecimiento teatral cuya revolución alternativa descansa en la pureza de su apuesta, en la limpieza y desnudez de un fragmento de vida recortado, como el retrato de una pipa que no lo es, pero cuyas posibilidades detienen la mirada en los límites de una ficción que es espejo. Los lazos filiales son una cadena de acontecimientos tan tenebrosos como la intimidad familiar. Esa que se calla o se escupe a gritos.
Desde hace mucho tiempo el espacio del teatro comenzó a ser invadido por el espectáculo. Juegos de efectismo visual gratuitos han conseguido la creación de fenómenos de feria. Sostenidas en el abuso de recursos digitales y tecnológicos, muchas de las obras presentadas en los teatros, no son otra cosa que divertimentos que se engolosinan en la forma. Abundan también las repeticiones de una dramaturgia de fórmula.
En este contexto aparece Daniel Veronese, un artista que hace preguntas de fondo al teatro. Esos cuestionamientos se traducen en una postura estética sólida, tristemente escasa en el teatro que se monta en México.
La historia, su estética e intérpretes
Tres hermanos se reúnen con sus respectivas parejas. Una cena familiar es el pretexto para la cita. El motivo real habrá de ser descubierto en el mismo escenario. Los espectadores participan dentro de un salón ahogado con la misma austera decadencia de nuestras habitaciones familiares.
La magnífica dirección escénica, la enérgica dramaturgia y el trabajo actoral permiten que el público obtenga un zoom de un espacio accionado por las miserias, que dentro y fuera del teatro pueblan lo humano. La cuarta pared se reconstruye con el rigor de un mundo que golpea con el cuerpo y el lenguaje. El cuento se acabó, el telón no existe más. El espectador es la alambrada, la pesada puerta y el cerrojo que aceleran el pulso del encierro urbano en el que cohabitamos para destruirnos.
En Mujeres soñaron caballos la verdad no soportó el asalto de una ficción severa. Las actuaciones de Rosa María Bianchi y Arturo Ríos, son sin lugar a dudas destacadas. El trabajo del resto del elenco: Sophie Alexander Katz, Antonio Vega, Arturo Barba y Ana Zavala, consiguen dar cohesión y peso a un extraordinario y elaborado trabajo escénico.
El creador, la periferia de sus objetos
Luego de la dictadura militar en Argentina (1976-1983), surge una corriente dramatúrgica y de experimentación escénica, un nuevo teatro que impacta al arte de ese país sudamericano. Desde hace décadas dicho fenómeno rebasó las fronteras y, aunque a México llegara de forma tardía, es posible identificar sus ecos.
Hoy tenemos la oportunidad de acercarnos a esa apuesta a través de uno de los creadores más importantes y representativos de ese y este momento. Daniel Veronese, formado en dramaturgia y teatro de títeres, funda, en 1989, Periférico de objetos, un grupo de investigación que tuvo como objetivo experimentar dinámicas de intérpretes y objetos, con la intención de convertir a estos últimos en protagonistas de la acción, es decir, descentralizar el foco natural que habían tenido los actores en el teatro.
Veronese comienza a combinar su trabajo de dirección escénica con la dramaturgia. Escribe obras como Crónica de la caída de uno de los hombres de ella y Variaciones sobre B… Con la primera obtiene una mención especial en el concurso Rioplatense de Dramaturgia Alberto Candeau, y con la última el premio Arlequín otorgado por la Asociación de Críticos e Investigadores Teatrales de Argentina. Siguieron otras: Del maravilloso mundo de los animales: los corderos, El hombre de arena y Circonegro. En 1999 aparecen La noche devora a sus hijos y Mujeres soñaron caballos.
Uno de los rasgos principales del teatro de Veronese es la revitalizada noción del realismo. El realismo y naturalismo de Ibsen y Strindberg, que continúan repitiendo torpemente muchos dramaturgos y directores actuales. Hoy el dramaturgo argentino renueva el temperamento observador de este mundo, acepta e interpreta con inteligencia la simultaneidad de las acciones y discursos que hacen la vida. Mujeres soñaron caballos llega a la metáfora tremendista de nuestros propios claustros a partir de exponer de cerca y sin vitrina ni telones, a intérpretes que viven nuestras realidades. La intimidad se hace pública en un espacio tan reducido como las respuestas que aún no tenemos.
Esta es una oportunidad para el sobresalto, para enfrentar las desgracias de nuestra razón y sus límites. No se la pierda.