El cuerpo como maniquí

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Models pose at the main bus station in downtown Brasilia to celebrate National Underwear Day February 27, 2008. REUTERS/Jamil Bittar (BRAZIL)

Mujeres sujetas al imperativo de la belleza. Con el deseo y la necesidad de verse bien para ellas mismas, pero también para los demás. Aunque en el Siglo XIX la mujer no tenía derechos ni siquiera sobre su propio cuerpo, el canon de la belleza femenina a lo largo de la historia se ha transformado, posicionando patrones de lo bello. Así, ser bella ha llegado a convertirse en una obligación o en la cualidad más valiosa de una mujer y la cirugía plástica es una opción que buscan muchas de ellas para conseguirlo.
En el Encuentro titulado “El cuerpo del género”, realizado en el marco de la FIL, Candelaria Ochoa ívalos, coordinadora del Centro de Estudios de Género, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), dijo que en nuestra cultura el imperativo de la belleza es un canon vigente. “En nuestra cultura la belleza puede volverse incompatible con otras cualidades humanas, tales como la inteligencia, que tiende a ser adscrita de manera casi exclusiva al varón. Propio de nuestra época es también la incidencia de los medios de comunicación, que alimentan el deseo de obtener un cuerpo bello y perfecto, dos atributos que aparecen emparejados, de manera que ya no bastaría estar saludable o exento de enfermedades”.
Tecnologías como la cirugía plástica son una opción para alcanzar ese canon que modula la construcción de la imagen corporal. “El hecho de que algunas mujeres establezcan que por ‘necesidad’ han recurrido a la cirugía estética, es una evidencia indirecta de que el deseo se encarrila por la sendas que son propias del superyó”.
La medicina ha constituido el pivote de las tecnologías orientadas al control del cuerpo, agregó Ochoa ívalos, quien dio a conocer una investigación que realizó con mujeres que se sometieron a una cirugía plástica. “Tenemos la impresión de que las biopolíticas acusan a una inflexión importante merced a las cirugías estéticas, pues gracias a su concurso, la higiene, la salud y la plenitud, ahora desembocan en la belleza y por el mismo camino permiten que la medicina, marcada desde siempre por la atención entre la técnica y el arte, inclinen la balanza de manera decidida hacia la estética, llegando incluso a ser considerado el galeno como un artista”.
Los objetos de estudio para la investigación fueron mujeres sometidas a cirugías plásticas, quienes refirieron a los cirujanos como artistas y creadores de belleza. “Estas técnicas corporales implican también regulaciones de los sentimientos, de las maneras de padecer, de la experiencia de los sentidos y se sostienen en el postulado del cuerpo como materia plástica y moldeable, susceptible de modificarse hasta llegar a coincidir con el ideal de un cuerpo perfecto, siendo el único impedimento la solvencia económica y la capacidad de costearse esos tratamientos”.
Asimismo, la investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y especialista en temas de la mujer y de género, Carmen Ramos Escandón, refirió que entre los años 1880 y 1910, las mujeres vivían bajo normas y códigos apoyados por la Iglesia, los cuales establecían que el cuerpo femenino debía someterse al hombre y al matrimonio.
“El discurso legal del Siglo XIX fue particularmente restrictivo a las conductas de las mujeres, y si bien la fuerza del discurso religioso no desaparece del todo, cuando se les examina con cuidado, resulta que las diferencias entre el discurso religioso y el legal no son tan básicas en lo que se refiere a la mujer”. La especialista puntualizó que “es el cuerpo en donde se da el primer espacio de diferenciación entre los individuos, y es también el cuerpo el espacio de los discursos de discriminación, de dominación y de control […] el cuerpo es, pues, producto de un discurso social”.
A diferencia de los años previos al siglo XX, actualmente lo que rige la demanda de la cirugía plástica es el deseo de conseguir un típico ideal y una imagen legitimada en la mirada de los otros.

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