El democrático sudor de una marcha

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100929 megamarcha por un presupuesto justo para la universidad de guadalajara foto jorge alberto mendoza

Al principio todos frescos y con camisas blancas recién sacadas del clóset o de los cajones. La pulcritud se iría conforme avanzaran los contingentes. Tenis viejos, zapato aflojado, o huarache amoldado sirvieron para que paso a paso llegaran los estudiantes, académicos y administrativos de la Universidad de Guadalajara a la Plaza de la Liberación.
Unos con cachucha, otros con visera de papel y la mayoría con la dermis expuesta al sol. La marcha fue una prueba de resistencia, algunos disimularon tener la condición para aguantarla, pero en su cara se veía la pregunta de ¿Falta más?
Los estudiantes foráneos de los centros universitarios tenían un semblante distinto; los de Autlán, por ejemplo, estaban de viaje, apoyando a la UdeG sí, pero también disfrutando de la ciudad.
El sudor es democrático. Todos expiran por sus poros agua salada producto del calor y del esfuerzo del cuerpo por regular la temperatura. Los estudiantes de preparatoria desinhibidos se quitaban las camisas, los maestros serios aguantaron el calor, y el Rector de la UdeG, Marco Antonio Cortés Guardado se enjugó con su pañuelo el sudor después de la larga caminata. El día de la Megamarcha todos y todas que recorrieron las calles, patearon el pavimento y sintieron el asfalto ardiendo por el calor.
Fue la Megamarcha de los encuentros, donde el ex alumno encontró al profesor, y donde el profesor halló al que alguna vez fue su docente. Así le sucedió a Martín Dávalos, médico del Hospital Civil de Guadalajara.
Los reporteros que cubrieron la Megamarcha también transpiraron, se mojaron junto al contingente universitario. Cuerpo a cuerpo intentaron acercarse a tomar la mejor foto a la novedad de la Megamarcha, la presencia del ex rector de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla López.
El sol de mediodía en posición cenital, sus rayos directos a los manifestantes pero también a los elementos de la Secretaría de Vialidad y Transporte que por obligación no escaparon del caluroso traje azul. Ellos también tuvieron el sobaco mojado.
En la Megamarcha hubo camisas húmedas. Las pequeñas bolsas de agua sirvieron para saciar la sed y también para que los estudiantes se mojaran, incluso hasta quien por casualidad pasara entre el tumulto le tocaba una refrescada.
Los discursos del templete para los que estaban más adelante cobraban sentido, los que estaban en medio de la Plaza de la Liberación, lejos de la sombra optaron por mojarse entre sí y seguían el coro de los abucheos o aplausos.
Las sombras de los árboles eran buenos refugios para esconderse del sol. Pero en Plaza Liberación pocas sombras y mucha explanada. Miguel Hidalgo y Costilla hecho de hierro miraba mudo la escena, sostenía rotas la cadena de la libertad mientras escuchaba las porras y consignas dedicadas al gobernador Emilio González Márquez: “Emilio ratero regresa el dinero”; “No es por pinteros es por dinero”; aunque otras más agresivas: “Emilio, puñal, se coge al Cardenal”.
La azotea del Congreso estatal sirvió para que los fotógrafos y camarógrafos tuvieran una mirada desde otra altura buscaban la mejor imagen para ilustrar cómo los universitarios tomaron las calles. El Teatro Degollado quedó oculto, por el templete donde se leía: “Megamarcha por la educación de la Universidad de Guadalajara”.
Como si fuera la romería o el desfile del 16 de septiembre, los vendedores brotaron. Ahí estaba el hombre que aprovechó el calor para vender el sombrero por 10 pesos, el joven que ponía en el cachete la imagen de un león y hasta el muchacho que jalaba una carreta repleta de refrescos de toronja para armar unas rusas con sal y limón.
El de los croissants Alfredo, el de las aguas de la calle Pedro Moreno, las vendedoras de churros tuvieron buenas ventas. Entre la multitud había pancartas para pedir más recursos pero también potenciales clientes: los estudiantes. Aunque otros negocios temieron que los estudiantes fuera una parvada de maleantes y bajaron sus cortinas.
Para la Comisión Estatal de Derechos Humanos, una marcha con saldo blanco para muchos el saldo rojo estuvo en el pie cansado, en la uña enterrada que alguien pisó, en las piernas temblorosas por caminar o en el dolor de cabeza por los rayos del sol.

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