Danaeth Wendolyne Quezada Moreno es estudiante del vibrante Centro Universitario de Tlaquepaque. A sus 20 años, se presenta con orgullo como maestra del arte que tanto ama: la danza folclórica. Desde pequeña, éste ha sido parte de su vida, una pasión que se ha ido forjando con el tiempo. Todo comenzó cuando tenía cinco años, fascinada por los espectáculos folclóricos que su madre la llevaba a ver. Recuerda cómo se sentía al admirar a los bailarines en el escenario, deslumbrando al público con coloridos trajes y sus movimientos fluidos.
“Me gustaba mucho ver escenarios folclóricos e imaginar que en algún momento sería yo quien estuviera ahí”, confiesa.
Su madre, siempre presente, la llevaba a ver las clases de su hermana, y de ese acompañamiento nació el primer paso hacia su sueño. La influencia de su familia ha sido un hilo conductor en su vida. Desde esos momentos de admiración, se gestó el deseo de aprender y, más tarde, de enseñar. Sus padres nunca escatimaron esfuerzos para brindarle la oportunidad de explorar sus intereses y así, poco a poco, Danaeth se adentró en el mundo del baile.
Recuerda vívidamente el momento en que decidió dar un paso más. Era el día de su examen de admisión a la Universidad de Guadalajara. La emoción y los nervios la acompañaban mientras se preparaba para esa importante etapa. Al entrar al Centro Universitario de Tlaquepaque, un cartel capturó su atención: un anuncio sobre diferentes categorías de baile que se ofrecían en la universidad. Esa imagen sembró la semilla de una idea en su mente.
“Quise fomentar un poco de nuestra cultura, pero sobre todo que no se pierdan las costumbres que ya tenemos arraigadas de generación en generación”, explica.
Al comenzar el primer semestre en la carrera de Turismo, se acercó a su coordinador y le compartió la idea de implementar clases de folclórico en el centro. Su respuesta fue positiva, ofreciéndole el apoyo que necesitaba para dar vida a un grupo que representara el talento de su universidad. Danaeth se sintió aliviada y emocionada; era el comienzo de algo que había anhelado.
La meta estaba clara: llevar a su equipo a concursar en Rugido UDG, un evento que reúne a talentos de distintos centros de la Universidad de Guadalajara. Sabía que, aunque CUTlauqe es un campus nuevo, había talentos por descubrir e historias por contar a través del baile.
“Aunque este año no se dió la oportunidad, el próximo habrá una gran presentación y daremos lo mejor para obtener un gran resultado” menciona.
Crecer a través del baile
En los primeros ensayos, la mezcla de entusiasmo y miedo era palpable. Recuerda cómo algunos de sus alumnos eran tímidos, inseguros de sus movimientos, mientras que otros mostraban un talento natural que la sorprendió. Cada clase era una oportunidad para moldear además de sus habilidades, también su confianza. A medida que avanzaban, los nervios se transformaron en risas. El grupo empezó a crecer, no solo en número, sino en calidad y profesionalismo.
Hoy, mientras sigue trabajando en las coreografías, sabe que cada ensayo y cada presentación son una oportunidad para aprender y mejorar. Este viaje no solo le ha permitido compartir su pasión por el baile, sino también forjar un camino lleno de experiencias inolvidables. A lo largo de estos meses, ha visto a sus alumnos florecer, transformar sus inseguridades en destrezas. Esa evolución la llena de orgullo; además de convertirse en mejores bailarines, también se vuelven personas más seguras de sí mismas.
El baile folclórico ocupa un lugar fundamental en la cultura actual. Para Danaeth es crucial, ya que a través de la danza se narran las historias que reflejan la esencia de un pueblo, una región o un estado. La danza folclórica no es solo un arte; es un medio de comunicación, una forma de contar historias que han sido transmitidas de generación en generación. A través de los pasos y movimientos, los bailarines expresan tradiciones, leyendas y la vida cotidiana de sus comunidades.
Recuerda una presentación en particular en la que su grupo interpretó un baile tradicional de su región. Al ver las expresiones en sus rostros y el brillo en sus ojos, sintió que estaban conectando con su herencia cultural de una manera profunda. Fue un momento mágico, donde el escenario se convirtió en un puente entre el pasado y el presente. Las historias que cuentan a través de la danza son parte de su identidad.
A menudo, en sus clases comparte anécdotas sobre los orígenes de las danzas que enseña, la vestimenta tradicional que utilizan y el significado detrás de cada paso. Los trajes, llenos de color y simbolismo, son una extensión de la narrativa que los bailarines representan. La música, vibrante y llena de vida, complementa cada movimiento, creando una experiencia sensorial que trasciende el simple acto de bailar.
Un camino de logros y desafíos
Se ha enfrentado a distintos desafíos en este camino. Transmitir lo que sabe, ya sea mucho o poco, resulta ser un proceso complejo. La responsabilidad de ser una educadora la ha hecho reflexionar sobre su propio aprendizaje. Entiende que éste nunca se detiene; por eso, se esfuerza por practicar y mejorar constantemente, buscando siempre ofrecer las mejores clases posibles. Entendiendo que cada alumno es diferente, cada uno con su propio ritmo y estilo.
En ocasiones, siente la presión de estar a la altura de las expectativas, tanto de sus alumnos como de ella misma. Sin embargo, estas dificultades han sido lecciones en sí mismas. Aprender a adaptarse, a ser flexible en sus métodos de enseñanza y a encontrar maneras creativas de conectar con sus estudiantes ha enriquecido su experiencia como maestra. Cada obstáculo se convierte en una oportunidad para crecer y para innovar en la forma en que presenta el folclor.
A través de la danza, también ha podido crear un sentido de comunidad entre sus estudiantes. Las actividades en grupo, los ensayos y las presentaciones fortalecen los lazos, convirtiendo a sus alumnos en una familia. Disfruta ver cómo se apoyan mutuamente y celebran cada logro, por pequeño que sea. Esa unión es esencial; el baile es más que técnica, es conexión, y Danaeth ha sido testigo de cómo ese vínculo se ha ido formando en su grupo.
Mientras Danaeth sigue avanzando en su carrera como maestra de baile folclórico, siente que cada día trae consigo nuevas oportunidades y retos. La danza es el hilo conductor que une su pasado con su presente y, sin duda, seguirá moldeando su futuro. Y así, cada ensayo, cada actuación, cada sonrisa y cada aplauso se convierten en un recordatorio de por qué eligió este camino.
Al mirar hacia el futuro, sueña con llevar a su grupo a nuevos horizontes. Se imagina en festivales, en intercambios culturales, llevando su arte a diferentes comunidades. Quiere que sus alumnos no solo se queden en el aula, sino que experimenten la riqueza del folclor en diversas formas y contextos. Sabe que el camino no será fácil, pero la pasión que siente por la danza y la cultura la impulsa a seguir adelante.
A través de este viaje, ha aprendido que la danza es un lenguaje universal, capaz de unir a las personas más allá de las barreras. Es un medio de expresión que tiene el poder de conectar corazones, contar historias y celebrar la diversidad. Con cada paso, cada movimiento, está contribuyendo a un legado que merece ser preservado y compartido. El folclor, con todas sus complejidades y bellezas, seguirá siendo su guía, su pasión y su misión en la vida.
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Este contenido es resultado del Programa Corresponsal Gaceta UdeG que tiene como objetivo potenciar la cobertura de las actividades de la Red Universitaria, con la participación del alumnado de esta Casa de Estudio como principal promotor del medio oficial de comunicación de la Universidad de Guadalajara.