El fulgor inasible de Lovecraft

El autor concibió entidades incomprensibles, surgidas de regiones remotas del espacio -el "Territorio Lovecraft"-, donde rigen quizá otras leyes naturales, para impregnar de terror su narrativa "weird"

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El demiurgo de Providence —como bautizó Carlo Frabetti a H.P. Lovecraft (1890-1937)— creó mundos vastos, arraigados en lo inmediato. Para evocar el horror cósmico de la insignificancia humana ante el universo, cultivó un realismo weird afianzado en una tierra viva y rica en historia, e hizo crecer en ella, como hongos, sus horrores que evocaban esferas desconocidas de espacio y de tiempo.

Lovecraft recreó su natal Nueva Inglaterra en localidades semificticias, pero reales en espíritu: el valle de Miskatonic, con su río epónimo, la sombría Arkham y su adusta Universidad de Miskatonic; Dunwich con sus granjas en perpetua decadencia. Innsmouth, pueblo pesquero ruinoso y siniestro. El Territorio Lovecraft, del cual tomó su nombre cierta novela llevada a la TV. Esa Nueva Inglaterra reescrita, ampliada, por la imaginación de Lovecraft, donde ocurren cosas terribles. Pero el verdadero corazón del Territorio Lovecraft no es Arkham, sino su ciudad natal, de la cual dijo:

Yo soy Providence,

Y Providence soy yo.

Su hogar cobra vida en sus relatos. Es lo que lo vuelve inimitable. El amor por el territorio es un fulgor inasible. “Alta traición”, de José Emilio Pacheco, es un poema que Lovecraft habría comprendido.

Su fuerza no está en adjetivos y lenguaje recargado, que muchos hemos errado en imitar (error que el propio Borges cometió). Tampoco radica en su mitología personal, los Mitos de Cthulhu. Quizá su mejor relato es “El color que cayó del cielo”, y en él no hay nombres extraños, ni libros prohibidos. Ni —gracias a Cthulhu— tentáculos.

Sin embargo, los Mitos de Cthulhu constituyen un fenómeno fascinante. Lo que comenzó como un juego entre amigos, cuando Lovecraft y su círculo —que incluía a Clark Ashton Smith, Frank Belknap Long, J. Vernon Shea, Robert Bloch (futuro autor de Psicosis), Robert E. Howard (creador de Conan el Bárbaro)— intercambiaban referencias, mencionaban en sus propios cuentos a personajes, localidades, grimorios, entidades, etc., prestados de los cuentos de los demás, con el fin de que el lector tuviese la impresión de encontrarse ante crónicas diversas de conceptos y lugares verídicos.

Pues, como decía Lovecraft, un relato weird eficaz debe construirse con el mismo cuidado que un fraude bien urdido. La narración seudoacadémica, de contundente bibliografía real e imaginada, eso que muchos denominan borgesiano, lo aprendió de Lovecraft el maestro argentino; sus mejores relatos son más lovecraftianos que su única emulación deliberada.

Es un universo compartido que carece de auténtico canon: no se limita a un solo autor, como el de J.R.R. Tölkien, ni una franquicia como Star Trek. Hay un acuerdo tácito entre la mayoría de los autores que cultivan —el juego continúa— el horror cósmico de hacer alusiones, tomar prestados elementos, personajes y lugares de los demás, emulando al Círculo original. En los mejores casos, surgen cuentos y novelas inolvidables: Luna sangrienta de Ramsey Campbell; “El último festín de Arlequín” de Thomas Ligotti; Revival, de Stephen King; “El hombre negro con un cuerno”, de T.E.D. Klein. “Are you Loathsome Tonight?” de Poppy Z. Brite.

Lovecraft era ateo y materialista. Para él, magia, fantasmas, vampiros y demonios eran elementos folklóricos gastados, demasiado familiares para causar terror. Por lo tanto, concibió entidades incomprensibles, surgidas de regiones remotas del espacio donde rigen quizá otras leyes naturales. En un salto especulativo extraordinario, ¡Lovecraft atribuye a las brujas —en “Sueños en la Casa de la Bruja”, relato llevado a la TV, al cine y al cómic en Fantomas— el secreto para viajar a través de lo que ahora denominamos agujeros de gusano!

En México ha echado raíces el horror cósmico: en cuentos, novelas, antologías, números monográficos de revistas. Hay un Círculo Lovecraft de Puebla. En Monterrey y en la Ciudad de México, el Círculo Lovecraftiano & Horror explora la literatura fantástica y a la obra lovecraftiana (se propuso extenderlo a Jalisco, pero no ha sucedido, aunque la convergencia de algunos escritores de horror cósmico locales, unidos gracias al festival de horror Fóbica, resulta prometedora).

Porque su legado no se limita a Providence: todos conocemos el miedo, y lo maravilloso.

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