¿Qué tiene El gran Lebowski (1998), que después de catorce años de haberse estrenado en cartelera sigue cautivando a cuanto la ve por primera, por segunda o por quinta veces? Y es que la película de los hermanos Coen (“sin h”) –que no son parientes de Leonard, el cantante canadiense– presenta uno de los personajes más entrañables de la filmografía de Ethan y Joel.

La mayoría son antiheroicos, losers, patéticos, con mala suerte, incluso hay quienes los califican de ser tontos que todo lo hacen mal; y si las cosas ya se presentan pésimas, las descomponen aún más. Es quizá esa frialdad un tanto burlesca de los Coen hacia sus personajes lo que hace que éstos se vuelvan únicos e inolvidables. El gran Lebowski no es la excepción; sin embargo, en esta película Ethan y Joel hacen una construcción del antihéroe un poco distinta a la de sus otros filmes. Dude, el protagonista, es un perdedor pero no lo sabe, o al menos no le importa; podríamos decir que se trata de un perdedor feliz, sin aspiraciones más allá que la de ganar un torneo de bolos. Dude es simpático, tiene sentido del humor, maneja una chatarra descontinuada a la que le tiene afecto, está desempleado, es buen amigo, gran vecino, le gustan las mujeres como a cualquier otro; fuma marihuana y bebe ruso blanco todos los días. Su aspecto físico nos recuerda a los hippies de los años setenta: cabello largo, barba descuidada, panza crecida, ropa holgada e informal, en chanclas o tenis, bermudas o bata de dormir. Parecería recién salido del festival The Woodstock luego de tres días de fiesta. Dude es un personaje único, dimensional y totalmente distinto a los otros protagonistas de las películas de los Coen. A diferencia de éstos, Dude no busca meterse en problemas, sino que éstos vienen a él como una avalancha que apenas le da tiempo de respirar; en cuestión de segundos pasa de un lío pequeño a otro más grande y confuso. Sin embargo, a Dude estas cosas no le quitan al sueño, como llega a pasarle a Jerry Lundegaard en Fargo (1996), el hombre que manda a secuestrar a su esposa para quedarse con el dinero del rescate y que luego se arrepiente; o como la pareja de amantes en Blood simple (1984), que sospecha que el celoso marido tratará de asesinarlos. Por el contrario, y a pesar de la cantidad de amenazas que recibe a diario, Dude duerme como un niño y cuando se siente estresado se despeja y sale a jugar bolos, convive con sus amigos, se bebe un ruso blanco y se da uno que otro pase de marihuana.

La construcción del antihéroe
Su pasividad para tomar decisiones, su lenguaje desenfadado, su apariencia descuidada, sobreviviente de los años setenta condenado a vivir en los noventa; su despreocupado caminar por la ciudad de Los Ángeles al ritmo de Creedence, su nobleza e ingenuidad ante los intereses de gente malvada que ha llegado a instalarse en su vida de la noche a la mañana, su atracción hacia las mujeres, su apego a las cosas materiales sin valor alguno más que el sentimental, como su viejo auto y un pedazo de tela llamado “alfombra”, lo convierten en un personaje original, inimitable, que me hechizó, me hipnotizó al grado de enfrascarme por casi dos años en una tesis de maestría para analizar la construcción del antihéroe en el guión cinematográfico El gran Lebowski, también escrito por los hermanos Joel y Ethan Coen. Personaje que siempre sale a relucir en las clases de cine que imparto en esta Universidad (CUCSH); todo estudiante que pase por mis cursos tendrá que ver El gran Lebowski en algún momento, casi tan importante como Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles; Sin aliento (1960), de Jean-Luc Godard; o Los olvidados (1950) de Luis Buñuel, y no es que se trate de un clásico, como los ejemplos mencionados, sino que con el paso del tiempo se ha convertido en una película de culto con fans por todo el mundo, principalmente atraídos por los personajes de Dude, Walter y Donny.

A partir del filme han surgido varios movimientos como el Lebowski Fest, inaugurado en el año 2002 en Louisville, Kentucky y que, desde entonces, se celebra cada año en distintas ciudades: hay concursos de bolos, de disfraces y venta de objetos coleccionables sobre la cinta. Algo parecido sucede con el The Dude Abides, realizado cada año en Londres. Por si fuera poco, en 2005 surgió el Dudeismo, movimiento religioso en línea dedicado a “difundir la filosofía y el estilo de vida del protagonista, la religión del take it easy”. A la fecha se han ordenado 50 mil “sacerdotes Dudeistas” en todo el mundo, a través de su página web.

Seducida por los personajes

Una tarde de 2007, al caminar por el barrio de Friedrichshain, en Berlín, me encontré con un bar llamado Lebowski, era domingo y estaba cerrado. Al día siguiente regresé y pude comprobar que efectivamente se refería al Lebowski de la película, ya que toda la decoración interior estaba relacionada con ésta: bolos, tarros de cerveza, fotografías en gran formato, el storyboard de algunas escenas y por si todo esto no fuera suficiente, en los baños, en lugar de música ambiental, se escuchaban diálogos de la cinta. Salí del bar convencida de que no era la única loca seducida por estos personajes. Tiempo después me enteré que había una larga lista de pubs, boliches y cafés con el nombre del protagonista por todo el continente, en ciudades como Reykjavik, en Islandia; y en Praga, Los Ángeles, Nueva York, Buenos Aires…

Lo anterior comprueba la masiva identificación que logró la película con espectadores de todo el mundo, en gran parte por el tono de la historia y su progresión dramática; pero, principalmente, por la construcción de sus personajes, perfectamente definidos, cada uno con su manera de hablar, de vestir, de pensar y de relacionarse con los demás. Por lo general son personas poco comunes o extrañas, cuya función parece ser la de recordamos que el mundo está lleno de gente común y extraña. Estamos rodeados, tan sólo hay que observar y descubrirlos: el tío perdedor, el cuñado loser. En la literatura hay una larga lista, pero cuando se trata de Dude Lebowski inevitablemente pienso en Nick Belane, personaje de Pulp de Charles Bukowski, con el que las similitudes son muchas, como el que ambos vivan en la ciudad de Los Ángeles, en el barrio de Venice y conduzcan carros de modelos descontinuados, el look hippioso y desenfadado. Nick Belane es un detective poco intelectual y aunque esta no es la profesión de Dude, éste termina involucrado en la investigación, ambos se meten en problemas todo el tiempo, tienen sentido del humor, admiran la belleza femenina y son aficionados a la bebida; además de la coincidencia de los apellidos del personaje Lebowski y el autor Bukowski.

Hace días comenzó el rumor de que habrá una secuela de la película, y muchos de sus seguidores en lugar de alegrarse, están preocupados, pues se sabe que las segundas partes casi nunca son buenas. Para tranquilidad de todos la cinta será escrita y dirigida por los Coen, Jeff Bridges volverá como Dude y a cuadro seguirán John Goodman, Philip Seymour y Julianne Moore.

La novedad es la participación de Bill Murray, villano de la película, dispuesto a cerrar el bolerama donde se reúnen Dude y sus amigos.

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