La divulgación científica y la literatura se combinan con maestría en El país de los rotos, obra del investigador del Departamento de Neurociencias, del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Rodrigo Ramos Zúñiga.
El libro incluye una serie de historias narrativas que van desde los sueños rotos, el cuerpo roto, el corazón roto, la ciudad rota y la mente rota. Uno de los capítulos describe, de manera fiel, como una metáfora, lo que le ocurre a un ser humano a través de lo que pasa en una ciudad y sus ductos y como éstos se alteran con una afección de tipo respiratoria, detalló el escritor.
La idea es que el lector no sólo se quede con la narrativa de situaciones complejas. De alguna manera, los personajes confluyen al final en una situación que el autor ha denominado resiliencia creativa, es decir, la búsqueda de alternativas y opciones de personas que han tenido duelo, pérdidas y enfermedad, situaciones disruptivas que han ocurrido en todo este contexto de la pandemia del COVID-19.
«Resiliencia» es un término que se ha acuñado recientemente en lo que es la neurociencia cognitiva y ciencias de la conducta, y de las emociones, y se refiere a la capacidad de un individuo, quien a pesar de haber vivido una situación crítica, difícil, trágica, una pena, una enfermedad o cualquier situación adversa, aprende del proceso y resulta fortalecido.
«Eso aplica a la situación de pandemia. No podemos quedarnos en la etapa de lamento por situaciones derivadas de ésta, por cómo se ha manejado o por la insuficiencia de las vacunas. Este libro invita a reflexionar críticamente».
Destacó que Charles Darwin se refirió a lo que hoy se identifica como resiliencia al explicar que la especie que sobrevive no es necesariamente la más inteligente, sino la que tiene la capacidad de adaptación a los cambios.
El libro muestra que todos los seres humanos tienen un fragmento roto en su vida, y cada quien sabe el peso que ha tenido en su evolución.
Más que quedarse con un fragmento de la ruptura o de un vidrio roto que puede ser desolador y que con sus bordes afilados puede convertirse en un arma, el mensaje y metáfora de la obra es la construcción de un vitral a partir de la resiliencia creativa, y ese vitral es una obra magna desde el punto de vista cultural, artístico y lúdico.
El libro tiene pies de página en los que, por ejemplo, se describe la vinculación de la mente rota con una mente que no está funcionando bien. El autor habla de depresión, esquizofrenia, suicidio, y hasta de la posibilidad de trasplantes de órganos.
El corazón roto vincula con los aspectos psicoemocionales que forman parte del individuo y de la cultura, y en el caso de los genes rotos describe la situación de un bebé que tiene una alteración de éstos, padece epilepsia y a pesar de toda la discapacidad que pudiera tener, ese niño desarrolla capacidades de comunicación para integrarse a la sociedad.
Cada historia teje un diseño para identificar la pieza que va a formar parte de un megavitral, en el que todos pueden hacer una aportación, y transformar sus fragmentos rotos en una obra de arte.
El libro no trae datos duros, y está dirigido a todas las personas. Los personajes son inspirados en la vida cotidiana.
«Treinta años de práctica clínica y tratar personas con trastornos de la función cerebral me ha permitido tener una visión de sensibilidad más allá de los escenarios técnicos, terapéuticos y de rehabilitación».
Las historias no son textualmente reales, pero forman parte de un individuo, que son muchos individuos; representan a alguien en quien la sociedad puede verse reflejada.
Los relatos del libro son micronovelas. En un inicio parecen historias completamente ajenas, pero todos los personajes confluyen en ciertos cruces y momentos de su vida. El libro nació en la pandemia, en las etapas de confinamiento, platicó el autor.
El escritor y académico está convencido de que la sensibilidad humana no puede ser desvinculada de la perspectiva social. “He insistido mucho en que si no somos capaces de salir del laboratorio y estar cerca de la sociedad nuestra labor quedaría corta, quedaría en una burbuja del escenario científico”, confesó Ramos Zúñiga.
«Es por ello que, desde mis etapas de estudiante, me vinculé con la literatura, poesía y narrativa«, y recordó que muchos personajes que figuraron en la literatura tuvieron vínculos estrechos con el área de ciencias de la salud, como Sir Arthur Conan Doyle, quien era médico y escribió Sherlock Holmes.
Rodrigo Ramos Zúñiga ha escrito libros de narrativa, microhistorias y regionalismos. Tres de sus textos son El cerebro efímero, que habla de las conductas adictivas; Neuroanatomía de la esperanza, sobre temas como la expectativa, los impulsos del placer, la recompensa y qué pasa cuando eso se acelera y genera un trastorno de conducta vinculado con el placer; y Surcos del olvido, que ha sido muy bien recibido por personas que tienen algún familiar con deterioro cognitivo o Alzheimer; éstos, junto con El país de los rotos, integran micronovelas que describen diferentes facetas de un tema, con distintos personajes.
Los cuatro textos mencionados constituyen una forma de divulgación científica a través de la literatura. «Mi postura ha sido híbrida porque trabajo en aspectos científicos y de datos duros, pero la narrativa y la literatura me han acompañado en todo mi quehacer profesional y personal».
Ramos Zúñiga es un científico convencido de la importancia de llegar a la población que casi no lee. «Si a las personas les planteamos un artículo científico, es probable que no lo lean; entonces, tenemos que buscar herramientas con las cuales se sientan identificadas con una historia, y a través de ésta que puedan encontrar una estrategia de reivindicación».
El libro está disponible en la librería Carlos Fuentes, anexa a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola.