El origen de la palabra escrita en Guadalajara se remonta a finales del siglo XVIII, pero a través del establecimiento de imprentas y proyectos editoriales consolidados durante el siglo XIX fue posible la circulación –a veces censurada– de ideas políticas, religiosas, literarias, artísticas y científicas.
Así lo refirieron investigadores en historia y ciencias sociales de la Universidad de Guadalajara en la mesa “De la mirada y la palabra: retrospectiva a la lectura, el libro y sus usos en Guadalajara”, en el marco del programa Guadalajara Capital Mundial del Libro.
La coordinadora del doctorado en Historia del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), María del Pilar Gutiérrez Lorenzo, explicó que antes de 1790 los libros eran “raros y caros”. La llegada de la imprenta y su expansión se dio gracias al crecimiento económico regional.
“La imprenta en Guadalajara avanzó por el despegue regional en la segunda mitad del siglo XVIII, y por la apertura del Puerto de San Blas”, explicó.
La llegada de la imprenta a Guadalajara se entiende en tres momentos: su establecimiento en 1792 y hasta 1820, con la primera impresión y con figuras como Maríano Valdés Tellez Girón, José Frutos Romero y, su viuda, Petra Manjarrez.
El segundo periodo, de 1821 a 1860, se explica a través de una red ligada a un proyecto editorial. Destacan impresores como Urbano San Román, encargado de la prensa del proyecto liberal; Dionisio Rodríguez, quien imprimía calendarios y la imprenta del Hospicio Cabañas, dedicada a los misales y a un periódico católico.
Y la tercera, a partir de 1860, con la mecanización de la imprenta y el acceso al papel con la fábrica de Tapalpa, y con el establecimiento de las imprentas del gobierno y la de Loreto y Ancira.
La profesora-investigadora del Departamento de Estudios sobre Movimientos Sociales del CUCSH, Elisa Cárdenas Ayala, reflexionó sobre la importancia de la imprenta en la vida política del siglo XIX. “Porque el siglo XIX es incomprensible sin la impresión; un siglo en el que nació el concepto de la opinión pública, política, el concepto de ciudadano; un siglo donde se dio a leer papeles impresos”, dijo.
Atribuyó a la palabra impresa la expansión del hábito de la lectura, con la capacidad lectora y la emancipación política de ciertas capas de la población.
“En el acto de imprimir se ven obsesiones y paradojas del siglo XIX, que recurrió al verbo ‘fijar’: los derechos de los mexicanos, y establecer y democratizar todo tipo de ideas y propósitos para que el público, lo más amplio posible, pudiera hacer suyas esas discusiones”, detalló.
Para Cárdenas Ayala el siglo XIX está atravesado por una serie de conceptos vinculados con la política moderna, como “libertad” y “república”; este último consolidó la “República de la letras” que generó y desarrolló otros conceptos y discursos como patria, nación y religión, “conceptos que están imbuidos en el mundo de lo impreso, atravesados y modificados por ese mundo, que se interrelacionan en esas hojas sueltas que circulan”.
La profesora-investigadora del Departamento de Estudios Socio Urbanos, E. Lorena Cortés Manresa, precisó que la palabra escrita llegaba de forma oral a quienes no sabían leer.
“A través del libro, el número de personas con habilidades lectoras se reducía. La lectura pública, en forma de sermón, fue la estrategia para compartir con el pueblo las ideas con la oratoria cívica”, dijo.
El impacto de la imprenta en Guadalajara se refleja con el establecimiento de tres talleres de impresión en 1820. Hacia la mitad del siglo XIX había 28 títulos de periódicos y a finales del mismo siglo se generaban más de 200 títulos; además de folletos y panfletos que circulaban en las calles tapatías.
El objetivo del programa Guadalajara Capital Mundial del Libro es recuperar los espacios públicos a través de la lectura, la vinculación y la función social, y el fortalecimiento de la identidad del barrio utilizando historias callejeras urbanas.
De las más de 2 mil actividades de dicho programa, la UdeG organiza 800.