El tacto como principio

El artista brasileño Ernesto Neto presenta en San Ildefonso su obra llena de volúmenes, colores y ¡olores!, lo que convierte la visita en una experiencia multisensorial

JOSÉ LUIS ULLOA LUNA

El cartel pegado en uno de los vagones de la línea dos del Metro, de la Ciudad de México, invita a la exposición La lengua de Ernesto. El póster alusivo presenta no sólo a un hombre vestido de blanco que descansa entre curveadas colchonetas, sino también un preámbulo de lo que Adrián Iglesias descubrirá en las siete salas del antiguo Colegio de San Ildenfonso, sitio que alberga aproximadamente 125 piezas, entre esculturas, instalaciones, dibujos y fotografías.

Adrián, joven residente del Distrito Federal, fue quien adquirió el dossier número mil, denominado «Visita autoconducida», para adentrarse a la primera exposición retrospectiva del brasileño Ernesto Neto. El dossier explica obras interactivas que permanecerán expuestas hasta el 9 de septiembre. Aunque su afición a la arquitectura (afirma) le ayuda a interpretar y comentar (por ejemplo) sobre la escultura de dos pequeñas barras de metal unidas por una media de poliamida («Muy atrevido», dice) o las agrupaciones, en el piso, de mallas rellenas de perdigones de plomo «Copulônia», 1989. «Una visión de la relación entre los seres humanos, de cómo se expresan», afirmación no alejada de los textos del dossier: «Copulônia forma parte de una serie llamada Colonias, y habla sobre las ideas de comunidad e interrelación». 

Sus comentarios se agregan a los de periodistas culturales del Distrito Federal, quienes señalan la necesidad de hablar la lengua del artista para entender sus ideas o encontrar monotonía en el concepto planteado en las obras realizadas de 1987 a 2011 y expuestas para ser admiradas, tocar, oler y formar parte de ellas.

«Tienes que pensar a través de tu cuerpo… Realmente me gusta crear situaciones, poner a la gente en una situación física inesperada… Sacarla de lo cotidiano», ha dicho el artista y lo reiteran los «mediadores», jóvenes que invitan a los visitantes, después de quitarse los zapatos, a adentrarse al interior de «Nave Deusa» (1998), instalación de cuatro paredes de mallas de licra y tela de poliamida, exhibida en una de las aulas de la ex Escuela Nacional Preparatoria, para sentir su textura y reconocer con el olfato el clavo de olor impregnado en las «gotas», es decir, de las medias rellenas de arena que cuelgan del techo.

Como en dicha instalación, en otras (por ejemplo «Camelocama», 2010 o «The dangerous logic of wooing», 2002), el cuerpo está presente de manera literal y figurado. No por ello la mediadora reitera al visitante al museo recostarse en la duela para buscar formas del cuerpo humano en la imponente instalación suspendida en el techo, elaborada de malla de licra, polipropileno y arroz. «Un objeto grande envuelve a algo pequeño, como protegiendo», comenta Adrián mientras cruje la duela de la sala por los pasos de más visitantes.

«Trabajo alrededor del espacio del cuerpo, así que hago arte como continuidad de mi propio cuerpo. No quiero hacer obras que representen un cuerpo sensual. Quiero ser un cuerpo, existir como un cuerpo, lo más cercano que sea posible», señala el artista, radicado en Río de Janeiro, y que ha expuesto en la Tate Modern Gallery, de Londres y el Centre Georges Pompidou, en París. Su obra forma parte de las colecciones de la Reina Sof�a, el Guggen-heim y el Museum of Modern Art (MoMA).

La edad no cuenta para habitar o arroparse con las obras de Ernesto Neto, quien invita a la familia a convertirse en «Humanoides» (2001) y vestir las extrañas figuras de carácter orgánico creadas de tul de licra, tela, especias y bolitas de poliestireno.

«Las esculturas siempre fueron hechas para ser tocadas. No poder hacerlo es un invento del modernismo para preservarlas», ha afirmado Neto, quien es considerado heredero del neoconcretismo, manifiesto publicado en el Jornal do Brasil, en marzo de 1959, y promovido por artistas como Lygia Clark, Lygia Pape y Hélio Oiticica: «No podemos imaginar una obra de arte como una máquina ni como un objeto, sino como un casi corpus».

De manera que Ernesto Neto otorga licencia al público para acercarse a su obra: «Cuando a los seres humanos se les ha robado colectivamente su participación en la arquitectura del contrato social, pierden su potencia como ciudadanos. Relegados a los márgenes de las políticas nacionales objetivas, todo lo que les queda es el poder sobre el propio cuerpo».

Afirmación que conduce a la definición de arte público de Cruz Arrigalla, en la cual se encuadra la obra del artista brasileño, quien expone gracias al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey: «El arte público debe formar parte de la vida, de la vida de los que la habitan… es un hecho cultural y social que trasciende al propio objeto y que es portadora de categorías estéticas y está abierta a múltiples interpretaciones».

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