El trabajo infantil expone la vulnerabilidad de una población que se incorpora a las actividades económicas en condiciones de abuso y explotación laboral a una edad no permitida (en el rango de 5 a 17 años), en perjuicio de su desarrollo físico y mental.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se estima que 152 millones de niños y adolescentes están en situación de trabajo infantil en el mundo y de éstos, 72 millones realizan trabajos de alto riesgo para su salud, seguridad y desarrollo moral.
El daño ocasionado por este problema puede ser irreparable, dado que los pequeños están expuestos a problemas de salud al comenzar a una edad temprana con actividades peligrosas, con afectaciones psicológicas al no poder realizar acciones propias de su edad y están condenados en muchos casos a una vida de marginación, porque son excluidos del sistema educativo. La OIT en 2016 identificó que el 32% del grupo de 5 a 14 años de edad que están en situación de trabajo infantil, no está escolarizado.
La preocupación de la OIT crece dado que se habían propuesto erradicar las prácticas de trabajo infantil en el año 2025, meta que será difícil de alcanzar, sobre todo en tiempos de pandemia, donde se estima que entre 42 y 66 millones de niños se sumarán a la pobreza extrema en este año, situación que desencadenará su incorporación a las actividades económicas, tanto por la crisis del hogar como por su ausencia en las aulas.
El panorama en México es más complejo, aunque de acuerdo a los datos del INEGI, el 11% de la población de 5 a 17 está en situación de trabajo infantil (3.2 millones), sin embargo, las asimetrías estatales muestran otros escenarios, por ejemplo, en Nayarit el problema alcanza casi el 20%.
Por otra parte, los niños y adolescentes ocupados en actividades económicas no permitidas por ley representan el 7.1%, de éstos el 39% no percibe un ingreso, un 97.4% están ocupados en condiciones de informalidad y casi el 30% trabaja más de 36 horas a la semana. Del 4% de la población clasificada en situación de trabajo infantil, que realiza quehaceres domésticos en condiciones de riesgo o con horarios prolongados, un 23.1% no asiste a la escuela.
Aunque la mayor parte de los niños y adolescentes trabajan en el sector agrícola (34.9%) como jornaleros o con el cuidado del ganado, son actividades donde no se les garantizan condiciones de seguridad o protección laboral. La Organización Save the Children ha denunciado que alrededor de 25 mil niñas y niños de los estados de Guerrero, Oaxaca, Chihuahua y Veracruz emigran cada año a los campos jornaleros de Sinaloa con sus familias, los niños mayores son incorporados a las tareas agrícolas con las mismas condiciones que sus padres y los más pequeños se quedan solos, en el espacio destinado para vivir o al cuidado de los hermanos aún más pequeños. La Organización señala que entre 7 y 12 niños mueren cada temporada.
A esta complejidad, también se agrega que los niños y adolescentes son víctimas de la explotación sexual o de su integración en grupos delictivos y que también forman parte del problema del trabajo infantil.
Es urgente trabajar en un sistema integral de atención a los niños y adolescentes que están en esta situación, involucrar a la familia como el punto de partida, dado que el 58% de los empleadores de este grupo de población es un familiar, en una práctica que se ha normalizado y que se asocia indebidamente al aprendizaje de los niños y adolescentes en el campo laboral.
En el Día mundial contra el trabajo infantil (12 de junio), su erradicación debe ser una meta que se podría alcanzar con la voluntad de los hogares, la sociedad, el gobierno y las empresas que han sido permisivas con este tipo de prácticas. La solidaridad de estos tiempos exige parar y voltear a ver a una población indefensa, víctima de las circunstancias, que puede ser apoyada de una manera diferente para salir adelante: las y los niños y adolescentes tienen derecho a perseguir un sueño y es tarea de todos conducirlos a cumplir con su objetivo.