Jaime Humberto Hermosillo, el único y verdadero, creador de obras que han logrado escandalizar a medio mundo por hacer un retrato fiel de la hipocresía de la clase media mexicana, fue reconocido en esta edición especial del FICG, que hoy concluye, con un homenaje póstumo después de que falleciera el pasado 13 de enero a la edad de 78 años.
Su mirada crítica y sin tapujos le sobrevive en una extensa producción fílmica, en obras tan lucidoras y austeras como La pasión según Berenice (1975), Las apariencias engañan (1978), El aprendiz de pornógrafo (1989) o La tarea (1990).
Me consta que es uno de los pocos cineastas que de manera natural, y como cualquier ciudadano común, gusta de ir a encerrase en un espacio casi claustrofóbico como lo era la rascuache sala de cine del Cabañas.
Digo que me consta porque —debió haber sido en 1984, cuando vivía Hermosillo aquí en Guadalajara y seguramente o ya había estrenado o estaba realizando Doña Herlinda y su hijo— un amigo y yo, una tarde de tedio, decidimos ir a ver una película cuyo nombre ni recuerdo. Lo cierto es que estaba en español y que las escenas eran —o así nos parecieron— de un extraño humor involuntario que logró nos distrajéramos haciendo comentarios de cada cosa que en la pantalla pasaba. Así en la cháchara estuvimos casi media función, a la que había asistido poca audiencia, cuando de pronto un hombre de edad madura se levantó de su asiento y con una sola frase logró que hiciéramos mutis.
Lo milagroso fue que era el mismísimo Hermosillo quien nos callaba. Salimos casi de inmediato. Y lo que hicimos fue reír y hablar de ese solitario ser que había nacido en Aguascalientes en 1942 para convertirse, con el tiempo, en uno de los más importantes cineastas mexicanos.
Y de quien años después el catedrático y crítico de cine José Antonio Valdés Peña diría: “La obra de Jaime Humberto Hermosillo es ejemplar porque ninguna de sus películas fue realizada de encargo”; “en todos ellas están, además de plasmadas las obsesiones de su autor, la voluntad de filmar lo que se quiere donde se pueda. Desde el cine industrial, el cine independiente o el cine digital, Hermosillo ha luchado por conservar su identidad, por ser fiel a su cine y a sí mismo. Hermosillo se reinventa película a película…”.
Todavía a finales de los años ochenta se podía ver, en las salas de cine de Guadalajara, como un espectador más, al cineasta; en ese tiempo era profesor en la Escuela de Artes Audiovisuales de la Universidad de Guadalajara.
Hermosillo fue uno de los principales impulsores de la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara, que nació el 10 de marzo de 1986 y años después se convertiría en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara.