La vida misma

Elaine Vilar Madruga

La escritora cubana relata las historias ocultas de sus ancentras en sus textos, en los cuales aborda la maternidad no deseada, la resiliencia y la fortaleza de ser guerreras

Comienzo

La escritura inicia contigo, viene de mi familia. Existían y existen muy buenos lectores, mi tía abuela, mi abuelo, ellos dos ya no están en este mundo, mi madre, había una herencia del amor por los libros y el amor por la palabra escrita que, yo creo, se transmitió como un ADN. Siempre supe que quería ser escritora, desde pequeña cuando otros niños y otras niñas decían que si enfermera, que si policía, oficios básicos que los niños mencionan porque son los más atractivos, a mí me gustaba este oficio de escribir historias, creo que he sido bastante fiel a la idea de esa niña chica.

Géneros

La escritura es como un baile, como un juego, como sentir que no estás en ningún lado y sentirte cómodo con no estar en ningún lado, es ser mestiza; darte cuenta de que la literatura no es una isla, que los géneros no son islas divorciadas, sino que están conectados como archipiélagos y ahí podemos encontrarnos. Para mí, pasar de un género a otro es un proceso natural, me siento extrañamente cómoda dentro de esos saltos, creo que mi literatura se fundamenta o se crea en ese espacio donde todos los géneros construyen y confluyen.

Pasado

A los 16 años arranqué profesionalmente con un premio bien importante en mi país, que es el Premio Calendario para jóvenes escritores, desde ahí hasta ahora ha llovido muchísimo (como decimos en mi tierra), ha pasado ya bastante tiempo y sigo siendo fiel a la idea de que escogí el mejor oficio del mundo, el oficio más lindo, el que permite conectar con muchas personas a lo largo del mundo. La primera vez que dije que quería ser escritora fue a mi tía, ella no me dio ningún comentario de que me iba a morir de hambre ni nada de eso, por el contrario, señaló un librero y me dijo que quería que se lo llenara de mis libros; 30 años después lo he hecho.

Semilla

Mis textos nacen de un mapeo de la realidad que nos ha tocado vivir, una realidad dura. Quienes escribimos literatura no mimética estamos también hablando de la realidad, a veces usamos el mecanismo de la distopía o contamos una historia con puntos de ficción, pero en el fondo lo que estamos hablando es de lo que está frente a nuestros ojos, incluso de aquello que nos duele o nos cuesta trabajo ver. Entonces, claro, estoy escribiendo sobre mis bisabuelas, sobre mis abuelas, sobre la violencia que se ejerció sobre esos cuerpos que es también la violencia que se ejerce sobre muchos cuerpos hoy día, que es la violencia que de alguna forma se ejerció sobre mi cuerpo en determinado momento, y es un hecho. Yo creo que es hermosísimo darnos cuenta de que las mujeres nos hemos quitado o nos estamos quitando las mordazas en todas las áreas de la vida, incluyendo la escritura.

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