En "El infinito en un junco" Irene Vallejo nos presenta al libro como cosmos, describiendo todos los actores que allí intervienen y han permitido su sobrevivencia, pero también habla de la amenaza siempre presente y cambiante de la censura
El texto de Irene Vallejo: El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, además de haber sido elaborado con sapiencia filológica, es la narración de una voz que nos permite acceder, en detalle, a la gran cantidad de historias en las que los personajes y sus acciones, los pensamientos y las voluntades, fueron los que conformaron el origen de las bibliotecas en el mundo antiguo.
Todas las historias que Irene Vallejo cuenta en su libro -hay que enfatizarlo-, el cuerpo que las contiene es la macro historia del mundo en muchos libros, o mejor, la macro historia de una invención, de una persistente tecnología y de un saber que fue perfeccionándose a partir de las muchas y muy variadas vicisitudes y circunstancias, para que, a través de todo ello, el libro fuera el gran personaje que haría posible la existencia de una idea de totalidad: la Biblioteca.
Sin duda, la Biblioteca fue la gran invención por la que fue posible mantener con vida los diferentes cuerpos de escritura, en cuyos inicios eran deformes en su expresión, ya que carecían aún de los sistemas propios de la textualidad. Es por la Biblioteca que el conocimiento del mundo antiguo fue asequible para épocas posteriores.
Y así como Irene Vallejo nos va contando historias que nos permiten conocer sobre la famosa Biblioteca de Alejandría, así también realiza reflexiones interesantes mediante interpolaciones adscritas al mundo moderno, como la que sigue, en la que la práctica de la lectura es el motivo de su reflexión:
«Podemos entenderlo sencillamente como un relato irónico urdido a partir de mitos bíblicos y bibliófilos que discurren por arquitecturas inspiradas en las prisiones de Piranesi o en las escaleras sin fin de Escher. Sin embargo, a los lectores de hoy, la biblioteca de Babel nos fascina como alegoría profética del mundo virtual, de la desmesura de internet, de esa gigantesca red de informaciones y textos, filtrada por los algoritmos de los buscadores, donde nos extraviamos como fantasmas en un laberinto».
De una manera apresurada y sintética, en el cosmos del libro hay que reconocer tres sujetos muy importantes: el que piensa y escribe los libros (escritor), el que lee y piensa con los libros (lector), y el que administra y ordena los libros (bibliotecario), todos ellos, según la época, con sus respectivos y fascinantes correlatos históricos. En la acción del escribir está el mundo de los copistas, sin cuya labor, las obras y libros de los escritores-autores: poetas, filósofos, historiadores, retóricos, gramáticos, entre otros tantos; no habrían continuado con vida en las bibliotecas del mundo antiguo.
Entre los tres sujetos que participan de la vida del libro, está el lector. En torno a éste, nos enteramos que hasta antes del siglo IV, la lectura se hacía en voz alta, y luego, para sorpresa de no pocos antiguos -entre éstos: San Agustín-, se descubrió que era posible leer en silencio. Fue entonces que, bajo esta otra manera de leer el libro, surgió el lector solitario, quien podía reflexionar en el silencio de la lectura, y también fue posible que surgiera otra clase de lectores, que bien podemos llamar los lectores de la conspiración.
Por otra parte, está el otro sujeto: el escritor. Se trata de un ser en quien se acumulan historias de muy diferente calado. “En la infancia balbuceante de la escritura -nos comunica Irene Vallejo-: las voces que narraban historias abandonaron la niebla del anonimato. Los autores deseaban ser recordados, vencer la muerte con la fuerza de sus relatos. Sabemos quiénes son. Nos dicen sus nombres para que los salvemos del olvido”.
Pero también, Irene Vallejo nos habla del aberrante acto de censura que ha venido sucediendo en últimas fechas y que, aunque ya existía en la antigüedad con Platón, se ha vuelto escandalosamente presente; me refiero a la presencia y actuación del sensitivity reader. Son estos personajes, contratados por las editoriales, quienes se hacen cargo de depurar los textos elaborados por el escritor-autor; son ellos quienes deciden cuáles valoraciones han de ser retiradas del texto literario, ya que, si no son modificados los textos, las historias que allí se cuentan -según estos personajes censores- bien pueden lastimar la sensibilidad en cierta clase de lectores. Como un ejemplo de esta censura aberrante, Irene Vallejo nos da el siguiente dato: “En 2011, una editorial de Louisville editó las novelas más famosas de Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn y Las aventuras de Tom Sawyer, eliminando la despectiva palabra de nigger […] sustituyéndola por la más neutral “esclavo”.
Ante una censura tal, no iba a ser extraño, o sorprendente, que un humorista y escritor llamado James Finn Garner escribiera un libro cuyo título es ya indicador de una postura crítica ante tal fenómeno editorial: Cuentos de hadas políticamente correctos. De esta obra, Irene Vallejo nos advierte: “La sátira de Finn Garner no está dirigida a los niños, sino que es más bien un monólogo cómico entretejido con los eufemismos que utilizamos los adultos del siglo XXI”. De dicha obra, Vallejo cita:
«Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad.»
En nuestros días, más que en la administración de libros, habría que pensar en la destrucción de libros, no ya como efectos de la censura, sino en relación con las dinámicas del mercado. En este punto, sabemos que los almacenes de las editoriales se han convertido en tanatorios. De acuerdo con Irene Vallejo, en España, en 2016 se publicaron 224 millones de libros, de los cuales casi 90 millones terminaron en el purgatorio. En pocas palabras, la quema de libros ha aumentado proporcionalmente en relación con otras épocas y con otras maneras de ejercer la censura. Hoy es el mercado el que determina los millones de libros que han de ser quemados para obtener la pulpa del papel, sin la cual es imposible continuar editando y publicando libros.
Fecha de publicación: 1 de junio de 2021
Número de páginas: 452
Editorial: Penguin Random House