Rafael Cabrera un sábado de mayo de 2013 esperaba al final de una larga fila en un supermercado de la Ciudad de México cuando, de pronto, vio la portada de la reciente edición de la revista ¡Hola! en los clásicos revisteros de las cajas de cobro.
¿Una punzada? ¿Morbo? En realidad era el instinto periodístico que lo llamaba a leer la primera entrevista que había dado la primera dama Angélica Rivera, en la que mostraba la vivienda en la que habitaría con el presidente Enrique Peña Nieto luego de que terminara su mandato.
Manuel Buendía decía que las grandes historias del periodismo estaban en la prensa diaria, solamente había que leer a conciencia las noticias. Justo eso pasó.
Esa anécdota se relata en el capítulo “Cómo se construyó la investigación” del libro La casa blanca de Peña Nieto: La historia que cimbró un gobierno (2015), trabajo que desató un escándalo político de corrupción y desvío de recursos y que, a la postre, llevó al equipo especial de investigación de Carmen Aristegui —conformado por Daniel Lizárraga, Sebastián Barragán, Irving Huerta y al propio Rafael Cabrera— a salir del aire del noticiero matutino de MVS.
Ocho años después, y tras haber obtenido el Premio Gabo de Periodismo, Cabrera recuerda aquel tiempo como uno de mucho aprendizaje. También como un proceso en el que fue “divertido” participar. Reflexiona que el sexenio en el que se dio la investigación fue una etapa próspera para el periodismo mexicano, donde salieron a la luz algunas investigaciones que pusieron en un puesto importante al periodismo de investigación.
Cita a La estafa maestra y la Casa Blanca como dos ejemplos. Por lo que afirma que en general ahora espera que esa muestra, que consistió en “un trabajo bien hecho”, sea un ejemplo de “haber aportado algo al periodismo mexicano”.
¿Cómo fue ese tiempo y cómo ha cambiado ahora el contexto de transparencia?
Pues por la Casa Blanca, el tema de MVS y todo, por supuesto que todo fue un ambiente muy hostil. No podemos comparar este sexenio con el de Peña Nieto. Es absolutamente distinto. En materia de transparencia, por ejemplo, cada gobierno ha hecho lo suyo. Cuando llegó Peña en diciembre de 2012 a las pocas semanas reservaron un montón de expedientes, eso lo dio a conocer Lilia Saúl en Animal Político, y ahora con López Obrador vemos de manera reiterada respuestas en las que se afirma que no existe la información a pesar de que debe haber y que por lógica debe existir. En la práctica ahora no se está dando mucha información, pero finalmente cada administración tiene lo suyo.
¿Y cómo ver el contexto periodístico actual?
Yo creo que sí estamos muy enfocados a lo que dice o hace el presidente. En ese aspecto sí estamos en un retroceso, no sólo del periodismo sino en general, en el que pareciera que todo lo que importa tiene que ver con el presidente. Estamos más obsesionados con la declaración del señor que por revisar. Eso no quiere decir que la gente no esté trabajando, hay quien está haciendo su chamba y tratando de abrir documentos. El problema está realmente en la administración de López Obrador que dice que hay rendición de cuentas y transparencia porque el presidente habla todos los días. Pero al mismo tiempo desde las plataformas para este fin no se está dando todo.
¿Entonces se puede ver como un retroceso en el periodismo?
Es un ambiente que cambió. Aunque también en este momento el periodismo ha estado muy enfocado en la pandemia, en las elecciones, las consultas ciudadanas, la revocación de mandato… si te fijas parece que todo va un poco corriendo al ritmo del presidente. Curioso, porque en la etapa de Enrique Peña Nieto se hizo gran periodismo de investigación, pero ahorita pareciera que nos está costando un poco, porque pareciera que las condiciones políticas han cambiado; (aunque) también está el acoso en redes sociales, el ecosistema que surge al publicar algo, todo se vuelve muy tóxico. No sólo por la exposición que te pueda dar el presidente, en sentido negativo, porque pareciera que pone a los periodistas en tribuna y a partir de ahí sus seguidores atacan en redes sociales.
Eso propicia más que censura, autocensura, ¿no?
Es que, por ejemplo, parte del trabajo que ahora hago de fact-checking me lleva a revisar grupos de redes sociales pro AMLO y la verdad es que el entorno es sumamente agresivo, y también eso puede afectar las ganas de publicar algo porque sabes que te irá muy mal con ataques, con acoso: un ambiente hostil hacia la prensa y definitivamente un entorno así puede llevar a la censura o la autocensura y tal vez ni con problemas con el gobierno, sino este acoso virtual que terminan por linchar en entornos como Twitter y termina siendo dirigido en algún modo por el propio presidente.
¿Para quién debe escribir un periodista?
Sí creo que hay periodistas que reportean para los políticos, hay otros que reportean para periodistas, como el nicho especializado, creo que por supuesto lo más importante es escribir para el servicio público, para la sociedad. Pero creo que estamos perdiendo un punto importante y creo que también tenemos que escribir contra la gente. Hay que cuestionar incluso al propio público y hacerlo sentir incómodo: cuestionar su comportamiento, las decisiones… Creo que todo el contexto (pandemia, elecciones, redes sociales) nos muestra mucho la polarización de la sociedad y nos muestra perfiles un tanto feos de quiénes somos y quiénes pensábamos que éramos, o también solamente se está manifestando eso que ya éramos y estaba ahí, que es una gran posibilidad. Sí deberíamos hacer un periodismo más contra el público, no digo de insultarlo, sino de cuestionarlo.
¿Ahora ves una mayor profesionalización en el periodismo?
Qué bueno que nos estamos profesionalizando, pero lo importante es no volvernos robots fríos: luego vemos notas con muchos datos y visualización pero dices “¡puta! Esto no tiene nada de alma, no trae nada de historias”… o por otro lado ves periodismo narrativo y dices “bueno esta persona no me pone ningún dato ni en defensa propia, ¡nada!”. Entonces esto es lo que perjudica. No sólo debemos buscar el equilibrio en cuando a darle voz a todas las personas involucradas, sino también un equilibrio en la forma: que no sea un robot, pero que tampoco sea un poema todo etéreo.
Siempre es compleja la situación del periodismo, pero ojo, si el periodismo es un espejo de la sociedad, bueno pues es que la sociedad está complicada también, ¿no?