Son las doce del día en Tonalá, Jalisco. Estanislao Contreras (Zacoalco, 1936) me recibe en su estudio galería para esta conversación. “Voy a Zacoalco a las pitayas y a los tacos enchilados”, dice con alegría. Su padre era campesino y no recuerda el por qué emigraron a la ciudad. Siendo niño descubrió que su padre era cantero, hacía las molduras para las casas de Guadalajara. Ya de joven acudió al taller de Guillermo González, ubicado en prolongación La Paz, que se dedicaba a la hechura de santos. Posteriormente ingresó a la Escuela de Artes Plásticas.
El MUSA de la Universidad de Guadalajara albergó su exposición Morfologías liberadas de mayo a septiembre de 2021. Además se imprimió un catálogo en donde se aprecia su obra expuesta.
“Tuve un maestro francés, Olivier Seguin, él me cambió la forma del realismo. Yo venía de estudiar de con Miramontes, un escultor de la Escuela Mexicana Nacionalista, de San Carlos. Su enseñanza nunca cambió ni su modo de pensar hasta su muerte. Nunca cambió de hacer lo que él aprendió en San Carlos. Me tocó en cuarto año el maestro francés, Seguin, que me cambió totalmente mi modo de hacer escultura», cuenta Contreras.
«La forma de enseñar de Seguin, para cambiar a uno fue, por ejemplo, el hacer un relieve de los techos de la ciudad. Ahí veíamos una superposición de edificios en la que había plazas circulares, monumentos muy altos, muy bajos, algunas concavidades. Más tarde los temas de la escultura, una corrida de toros. Con la idea de la enseñanza que se tenía pensamos en todo lo que implica una corrida: el capote, el torero, realista. Nos dejaba trabajar con el tema nada más. Después nos decía: ‘Quiero la inteligencia; y la fuerza del toro’. Te quedabas en blanco. Cómo voy a interpretar —pensé— la inteligencia del hombre y la fuerza del toro. No puedes hacer eso. Lo mismo con el tema del Carnaval. Nosotros hicimos los antifaces, la danza y eso. ‘No —dijo Seguin—. Quiero la esencia del carnaval: el movimiento, los colores; todo lo que implica un carnaval pero nada de realista’”.
«Ahí fui cambiando. Ni me di cuenta cuándo cambié. Pero yo sentí que podía expresar con esas ideas. Una cosa diferente de expresar la forma con contrastes de luz y forma. Y de ahí para acá no he vuelto a hacer trabajos reales».
Trabajar en el Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, ¿qué tanto influyó?
Con el conocimiento que ya traía eso floreció muchísimo. Pude ver la fuerza que tiene la piedra en el arte prehispánico y sentir como una magia al llegar a una zona arqueológica. No sé cómo. De pronto te sientes rodeado de algo mágico. De algo que nunca estuvo al alcance durante mi infancia. Eso en mis obras lo he seguido representando.
¿Siente cuando una madera o piedra le va a ayudar a expresar lo que usted quiere?
En escultura hay varias formas de expresarse. En la talla directa es cuando se trabaja sin un diseño previo. La piedra es la que va orientando, va guiando para ir extrayendo de ella el contraste de formas, concavidades que puede ofrecer. La piedra va llevando a concluir una forma determinada. Aquí, en el patio, tengo una pieza chiquita, que hice directa; me fue llevando. La escultura que se hace con diseño tienes que navegar mucho para que finalmente la dejes descansar. Y al volver, para ver qué le falta o qué le sobra.
¿Hay piedras que se nieguen a trabajarse?
No. Todas son susceptibles de tallarse. De hacer lo que uno quiera con ellas.
¿Cómo sabe que una obra está terminada?
Tiene que ver con lo que te llevó a penetrar en su volumen hasta encontrar el contraste de luz y sombra que estás buscando; hasta encontrar con el tacto visual la profundidad que necesita cada uno de los volúmenes. Las manos te llevan, también, a sentir hasta dónde tienes que llegar. Las manos sienten la música de la piedra, sobre todo la madera. Canta más la madera.
Platiqué a un arquitecto. Le dije: Yo hago mis cosas por gradación. La mayoría de mis cosas son por gradación. Como la escala musical. Va del sonido más bajo al más alto, en volumen. Un curador amigo mío, Javier Ramírez, a una de mis exposiciones la nombró El sonido de la forma. Todo el movimiento, una forma cóncava, torcida, es sonido. Cuando trabajaba en el Instituto Jalisciense, por aquel tiempo, en el condominio Guadalajara al entrar, se sentía mucha presión de aire. Quise hacer una escultura para que silbara. Con tanta actividad no fue posible.
¿Y para el futuro?
Tengo 85 años recién cumplidos y todavía creo que puedo seguir haciendo escultura. Trabajar con la piedra basáltica es lo que más me ha gustado. Como que la asocio al pasado de mi vida.