En la explicación lo mejor es el ejemplo

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Con una querencia ochentera que me ha acompañado desde entonces, mi mente trae el recuerdo del doctor Fernando Carlos Vevia Romero, un hombre imponente, alto como pocos y con una expresión en el rostro que oscilaba siempre entre lo severo, lo erudito, lo meditabundo y lo risueño. Le gustaba decir de sí mismo, a manera de broma, que era como el monje de una ilustración que le cautivaba, “mirando siempre al insondable y oscuro pozo del conocimiento infinito”.

A pesar de no haber sido su alumna en las aulas, mi encuentro con él en el Centro de Estudios Literarios a fines de los ochentas, cuando elaboraba mi tesis de licenciatura con el apoyo de una beca, convirtió nuestra convivencia cotidiana en charlas sobre autores, libros y formas de analizar los textos, en conversaciones informales que se eran al mismo tiempo cátedras personalizadas. Tenía un extraordinario conocimiento filosófico, literario y lingüístico, era políglota y traductor del alemán, el inglés y el francés.

Nacido en Madrid en 1936, Fernando Carlos Vevia Romero fue profesor de español en Hamburgo mientras estudiaba alemán, y en esa ciudad tuvo su encuentro con la Filosofía alemana, la cual estudiaría con disciplina y seriedad. En Badajoz, impartió Filología clásica y, durante su estancia en Alemania, conocería a la compañera de su vida, Irma Martínez López. Llegaría a México en 1974 al lado de su inseparable compañera, específicamente a Guadalajara, ciudad que adoptaría, como decía Luis González y González, como su “matria”. Al año siguiente, invitado por el editor y bibliófilo Adalberto Navarro Sánchez, iniciaría el ejercicio de la docencia en la maestría en Letras de la Escuela de Graduados y luego en la licenciatura en Letras de la Universidad de Guadalajara. Gran parte de su trayectoria se vincula al extinto Centro de Estudios Literarios que se convirtió en el Departamento de Estudios Literarios del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.

Desde 1975 y durante los treinta y cinco años de su actividad docente en el ámbito universitario, impartió en la Universidad de Guadalajara diversas asignaturas que revelaban ya su interés multidisciplinar, a pesar de que tal término y tal enfoque no serían reconocidos en el ámbito de la investigación y la docencia hasta fines de los años noventa.

Durante su activo período docente, no dejó de lado la producción y publicación de sus resultados de investigación y su trabajo como traductor. La sociedad mexicana en el teatro de Rodolfo Usigli (1990); Un aspecto de la sexualidad en las novelas de Cervantes (1990); El discurso político-religioso en América Latina (1990), y De la Galatea al Quijote. El mito de Diana (2005) son algunas de las obras de su prolífica pluma.

También participó en diversas publicaciones como coautor, con algún capítulo en libros colectivos, y numerosos artículos especializados y de divulgación en revistas diversas.

De espíritu viajero, además de su periplo por Europa, recorrió gran parte del territorio mexicano, siempre con mirada antropológica, pero también, con la mirada de un niño maravillado, con grato asombro ante la naturaleza, los sabores de nuestra gastronomía y las costumbres y calidez de los mexicanos.

En 2001 decidió retirarse para dedicar su tiempo al estudio y traducción de la Ciencia de la Lógica de Hegel, una obra de gran importancia y difícil lectura, así como de otros proyectos que como me comentó “puedo hacer ahora con el tiempo libre”. A pesar de su retiro, dictaba conferencias, participaba en mesas sobre la filosofía de Hegel y colaboraba como Asesor del programa “Letras para volar”. En 2004 recibió el nombramiento de Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara, por su contribución y excelencia en el campo de la educación, la ciencia y la cultura, por sus aportaciones a la investigación y al trabajo humanista en la Universidad de Guadalajara y en la sociedad jalisciense.

Durante su trayectoria, el Doctor Vevia recibió diversas distinciones, entre las que se cuentan el Premio Jalisco en el área de Literatura, en 2009. En mayo de 2014 se le dedicó la Feria Municipal del Libro y la Cultura de Guadalajara y, en ese mismo año, se dio su nombre a la cátedra del Doctorado Institucional del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño. En abril de 2015 se inauguró la colección de Ensayo que lleva su nombre, auspiciada por el programa de promoción de lectura “Letras para volar”, que inició con la reedición de su libro La sociedad mexicana en el teatro de Rodolfo Usigli.

Recapitulemos. Profesor, investigador, filósofo, estudioso del lenguaje y analista de la textualidad literaria y filosófica, autor de varios libros, capítulos de libros y traducciones, director de numerosas tesis, humanista. Todas esas actividades eran parte de su quehacer intelectual, pero creo que más allá del académico, quienes tuvimos la oportunidad de tener un trato más cercano con el Doctor Vevia —alumnos, alumnos-colegas, colegas-amigos, vecinos, y cualquier otra combinación—, le recordamos como una persona de gran calidad humana, de charla amena y cordial, de un humor lúcido, agudo, ligero y divertido, de un saludo firme y una amplia y franca sonrisa.

Entre quienes le recuerdan con profundo afecto se encuentra Dulce María Zúñiga, Directora de la División de Estudios de la Cultura del CUCSH, evoca la imagen de un hombre que se mostraba adusto y serio, pero que era poseedor de un humor fino: “un humor caballeresco, incluso diría, ´quijotesco`.

Para Patricia Córdova Abundis, Jefa del Departamento de Letras de nuestra Universidad, la presencia del Doctor Vevia fue enriquecedora para la carrera de Letras desde sus inicios en los años setenta y durante los años en los que participó en la actividad docente: “Su rigurosa formación impactó de manera determinante en muchas generaciones de nuestra Licenciatura y de la Maestría en Estudios de Literatura Mexicana”.

Entre las frases que recuerdo de nuestras conversaciones, viene a mi mente una que solía utilizar para mostrarme la precisión respecto a una idea, una reflexión o un procedimiento analítico, porque como el uso del lenguaje es a veces impreciso, gustaba de decir, para aclararlo, que “En la explicación, lo mejor es el ejemplo”.

El Doctor Vevia, siempre se mantuvo fuera de la banalidad, el esnobismo intelectual y el recelo que priva, desafortunadamente, en ciertos espacios académicos. Al contrario, lejos de sentirse superior a los demás, fue un ejemplo de afabilidad, sencillez, dedicación y honestidad. Como intelectual y académico, estuvo siempre dispuesto a escuchar, orientar y compartir su conocimiento. Una práctica que pocos mantienen en estos días. Como persona, siempre ofrecía un trato cálido, respetuoso y amable.

Una cálida sonrisa y un saludo afectuoso, una palabra ingeniosa y chispeante, una frase de aliento, un derroche de conocimiento quijotesco, un humanista, el Doctor Vevia era eso y más. Quienes tuvimos la fortuna de conversar con él, de aprender de él, de conocerlo, le mantendremos vivo y lo extrañaremos.

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