Me avencindé en Puerto Vallarta en 1998. Era un pueblito con sabor serrano y arenas bañadas por el mar, circundado por una incipiente ciudad moderna. Yo venía por un par de años, pero tomé agua del Río Cuale y ya no pude irme.
Cada noche hacía una caminata entre el gentío del malecón y miraba el piso adoquinado, sentía la brisa del mar y admiraba la galería escultórica que ya desde entonces existía o veía la Corona de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, que compite con El caballito de Rafael Zamarripa por el título de símbolo de la ciudad.
Actualmente, importantes escultores han instalado su obra en el moderno malecón a la altura de cada bocacalle. Este barroquismo se completa por la diversidad de estilos, épocas y dimensiones.
En el teatro al aire libre Aquiles Serdán, “Los Arcos del Malecón”, había función de mima y pantomima cada fin de semana. Ahí también vi por primera vez al Ballet folclórico Xiutla y a artistas nacionales e internacionales invitados por la ciudad.
Con el paso de los meses, tuve la suerte de conocer a algunos de los principales actores de la vida cultural y escuché un eco desconcertante entre los laberintos que conforman el trazo urbano del Viejo Vallarta: “En esta ciudad no hay cultura”. Sin embargo, cada semana se podía acudir a los “Sábados Culturales en la Isla del Cuale” y escuchar conferencias, conciertos y, lo más hermoso: a los ancianos de la ciudad relatando sus historias de juventud (1).
Lo que más me ha impresionado es el aforo en las actividades culturales. He llegado a asistir a presentaciones de libros a las que acuden cien o más personas, quienes permanecen y participan activamente.
Me di cuenta de que no sólo había cultura, sino abundancia de foros. Los periódicos aceptaban colaboraciones con relativa facilidad, las Radiodifusoras Culturales del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión abrían sus micrófonos a los vallartenses, la Biblioteca Pública Los Mangos aceptaba todo tipo de voluntariado y puedo mencionar una infinidad más de espacios para la vida artística.
Todas las expresiones culturales, populares y académicas, tienen lugar: desde el arte culinario a la Arquitectura Vallarta o neoclásica, pintores con formación académica y de expresión naif; bailarines de folklore, danza clásica y contemporánea, actores, dramaturgos, orquestas y mariachis, solistas y músicos experimentales, escultores, alfareros, fotógrafos, grabadistas, narradores, ensayistas, poetas…
Mi asombro no paraba, yo esperaba una ciudad frívola, pero pronto comprendí que la queja era imprecisa, no era que Puerto Vallarta careciese de cultura, sino que su infraestructura ad hoc era insuficiente.
En el Auditorio CECATUR acudí a ser espectadora de obras de teatro, conferencias dictadas por personajes tan relevantes como Fernando del Paso o Felipe Garrido.
En veintidós años he visto consolidarse la presencia de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y crecer o instalarse a otras universidades públicas y privadas, han aparecido nuevos espacios para la cultura y las artes y ya contamos con un teatro propiamente dicho.
Algunos de los más importantes espacios culturales se han extinguido, pero en su lugar aparecieron otros, este movimiento es la manifestación de una cultura viva. Algunos de ellos son el colectivo de escritores y promotores de la cultura Ruta 383 y Piensa Libre, agrupación de jóvenes independientes que trabajan sin ataduras.
La Fundación Cultural Mecenas del Libro A.C. lleva ferias de lectura a los municipios que no tienen sus propias ferias. Logró una importante colaboración con el Ayuntamiento; y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara ya tiene su propia sede en Vallarta.
Cómo dejar de mencionar la que sin duda es la Joya de la Corona: Letras en la Mar. Este festival internacional de poesía ha logrado establecer sinergia entre la UdeG, el Instituto Vallartense de Cultura, La feria de la lectura, el colectivo Ruta 383, la O. P. C., la Biblioteca Pública Los Mangos, pequeños cafés y teatros independientes y hasta el área femenil del Reclusorio, que ha llegado a recibir poetas internacionales y cuenta con un taller de creación literaria a partir de una lectura de textos impulsada por Letras en la Mar.
Las poetas privadas de la libertad ya publicaron su primer libro y cada verano acuden a un ciclo de talleres con un total de 30 horas (2).
Durante unos días, la ciudad se engalana, se llena de luz y movimiento, la música de las palabras en español y otras lenguas se mece en la marea… todo gira en torno a la poesía. El poeta Hugo Gutiérrez Vega llamó al Paraíso del Pacífico “Capital poética de América”.
Puerto Vallarta ya cuenta con una infraestructura digna de su creatividad; pero la cultura no es sílice, sino espíritu y son muchos los actores que la conforman en este Puerto, de ahí que deliberadamente haya evitado mencionar nombres de personas vivas, porque odiaría incurrir en omisiones. Quien venga a Vallarta, hallará una ciudad moderna, vibrante y sedienta donde se puede abrevar de lo mucho que la Región ofrece.
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- Esta actividad dio como resultado el libro Eco de caracoles, de los Gómez de Ixtapa, publicado por el Honorable Ayuntamiento de Puerto Vallarta en el año 2000.
- Este año, debido a la pandemia de covid-19, las actividades de Letras en la Mar, incluido el taller Letras y Corazones del Reclusorio femenil, están suspendidas.