Sentir para apreciar la Arquitectura Emocional

A mediados del siglo XX nace el “Manifiesto de la Arquitectura Emocional”, durante la inauguración en la Ciudad de México del museo experimental EL ECO, del arquitecto alemán Mathias Goeritz, quien hizo público el inicio de un movimiento contemplativo filosófico, que buscaba replantear las perspectivas de distintas obras de su autoría hacía lo profundo y apreciativo de la Arquitectura.

Texto: Jorge Bogarín Foto: Abraham Arechiga

Mathias Goeritz y la emoción de habitar

Los sentimientos plasmados en el color, forma, textura y luz, evocan emociones verdaderas que cada individuo se permite interpretar desde una concepción enfocada en lo artístico, aprovechando la forma clásica de habitar espacios funcionales, pero al mismo tiempo proponer la conversación para el reconocimiento de necesidades a satisfacer, basado en las exigencias más profundas del humano en cuanto a la arquitectura moderna.

El arquitecto, escultor y poeta alemán cuestionaba el formalismo clásico, del que no percibía sensaciones que favorecieran el aspirar más allá de una casa bonita y agradable, proponiendo una elevación espiritual que considerara la apreciación de la arquitectura como arte.

Por ello en su trabajo Goertiz pretendía plasmar emociones verdaderas, desarrollando espacios que fungieran de refugios, reconfortantes y listos para brindar sensaciones a quienes los habitaran; con agua, vegetación, color y luz, un conjunto de elementos que se desprenden de la naturaleza y y que caracterizan las obras más representativas de la arquitectura emocional.

 

El pájaro de fuego

Originalmente de color amarillo y ahora, después de su remodelación, rojo barro, El pájaro de fuego es una obra realizada por Mathias Goeritz y representativa de su paso por Guadalajara durante los años 50, ciudad que lo acogió a su llegada al país antes de que se fuera a la Ciudad de México.

Entre 1956 y 1957, debido a la insistencia de Luis Barragán para que una obra de Goeritz se instalara en la entrada de la colonia que acababa de realizar en Jardines del Bosque, se impulsa el nacimiento de «El Pájaro», escultura que cuenta con dimensiones aproximadas de veinticuatro metros de base, quince metros de alto y alas de dos metros, y se ubica entre la calle Arcos e Inglaterra.

Este monolito es una muestra de la geometría abstracta característica de Goeritz, y da la sensación de que está listo para alzar vuelo, aunque finalmente queda atrapado en el vaivén de la urbe.

Independientemente de su color, el admirar la textura, formas y dimensiones de esta obra despierta intensas emociones que, no obstante el paso del tiempo, nos transmiten intactos la pasión y amor por el arte que tenía Goeritz.

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El «Pájaro de Fuego» que no alza vuelo

Ave, estrella o avión, este monumento a primera vista parece sufrir la misma desolación e incomprensión de las vías del tren que por allí pasan. Sin embargo, mirado con más detenimiento, este producto de la «arquitectura emocional» de Mathias Goeritz se compenetra y vuelve parte de las historias y emociones que se viven en sus alrededores

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