Generación geek

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El futuro del periodismo —como de tantas otras profesiones— tiene un rostro peculiar:
fondo caótico de recortes de periódico, playera de un azul chillante, cara rolliza, sonriente y una laptop que muestra con orgullo el sitio web tvnewser.com. Se trata de Brian Stelter, exitoso blogger especializado en televisión por cable, que ha saltado al papel impreso nada menos que con una columna en el New York Times.
Desde que en 1993 la World Wide Web se volvió de acceso gratuito, el teletrabajo es una realidad en la que una nueva subcultura ha encontrado el ambiente perfecto para desarrollarse: los geeks. Se trata de individuos hábiles y enfocados a la tecnología y la informática en cualquiera de sus aristas. Comúnmente son programadores, ingenieros, científicos, diseñadores, traductores, cualquier cosa que pueda realizarse en una computadora y compartirse a través de internet.
Pero no sólo eso: es un estilo de vida. Están inmersos en la cultura pop, sus aficiones se concentran en la ciencia ficción y la fantasía en todas sus formas: literatura, cine, series de televisión, cómics, juegos de estrategia, juegos de rol, coleccionismo, videojuegos, etcétera. Si no su trabajo, al menos algún ámbito de su vida gira en torno al internet, pues es el perfecto espacio para encontrar a otros que compartan sus gustos. Bloggean, postean, descargan, interactúan, socializan, de cierto modo viven online.
En este mundo mediatizado, digital y tecnológicamente dependiente, el geek vive su era dorada, la especie dominante en la selva de fibra óptica. Un macho alfa con miopía y piel pálida por el encierro, sedentario con sobrepeso o escuálido sin músculos, dedos ágiles, pensamiento abstracto, código binario. Sin embargo, los geeks todavía son el arquetipo de figura ridiculizable entre los individuos “normales” de cualquier círculo social determinado. El establishment sigue sin darse cuenta de quién calcula el perfecto mecanismo de su engranaje.
Son marginales y centrales al mismo tiempo. El indispensable tipo que hace chistes con conceptos de física o código HTML, se gasta el sueldo de los próximos tres meses en la más nueva consola de videojuegos, se disfraza de Frodo a la menor provocación o sabe de memoria el linaje e historia de Luke Skywalker. También es el indispensable tipo al que llamas cada que tu computadora deja de funcionar, el que amablemente publica tutoriales de cualquier programa y además te regala el torrent y el crack para que lo instales. El obsesivo que tiene la discografía completa de la banda más underground de casi cualquier género, el que graba Saturday night live en alta definición y de algún misterioso modo lo comprime para que pese menos de 400 megabytes.
Gente que se ha escindido de los métodos más comunes de socialización, marginados que paradójicamente crean y transforman las nuevas vías de interacción (Facebook, Myspace, Messenger, Hi5…) y que trascienden la media, se encuentran, se reúnen, organizan convenciones, mueven millones de dólares en el mercado: el año pasado la industria del videojuego registró 17.9 billones de dólares solamente en Estados Unidos, según voiceovertimes.com
Los gurús
Retrocedamos un poco. A mediados de la década de los 80, tres geeks con las gafas bien puestas, revolucionaron el mundo. Steve Jobs y Steve Wozniak comercializaron su primera Mac en 1984, y Bill Gates puso en circulación su PC con Windows 1.0, en 1985. De ahí al iPhone y la Blackberry. En los noventas, cuando aún era un simple estudiante inconforme con la red de la universidad de Helsinki, Linus Torvalds escribió un pequeño mensaje en un foro diciendo: “Hola a todos los usuarios de Minix, estoy haciendo un sistema operativo independiente (sólo un pasatiempo, nada profesional ni muy grande)…” así comenzaba Linux y la cultura del software libre.
Podríamos ser aún más nostálgicos y pensar en geeks de siglos pasados, pues aunque el término es una novedad de las últimas décadas, la esencia del geek tiene profundas raíces en la revolución industrial, a ellos debemos la modernidad como la conocemos. De lo irreal: Mary Shelley, Isaac Asimov, Julio Verne, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Tim Burton. De lo tangible: Marie Curie, Albert Einstein, Isaac Newton, Blaise Pascal, Antoine Lavoisier.
Con tan larga trayectoria, los geeks empiezan a ponerse de moda, apenas. Se han vuelto foco de atención, una figura interesante. Los ejemplos empiezan a pulular. En series de televisión como The Big Bang Theory, en películas como American Splendor y en tiras cómicas como PhdComics, los geeks son el tema central, los protagonistas, la causa de su éxito. Es todo un target.
Tanto así, tan grande es el fenómeno y el nicho de mercado, que han surgido líneas de productos pensadas especialmente para geeks, como thinkgeek.com, donde se ofrecen playeras con chistes tecnológicos (“my life needs ctr+alt+supr”); gadgets tan curiosos como útiles: un calentador para la taza de café que se conecta vía usb y navajas suizas con memoria flash, y hasta objetos para el hogar como un jabón cafeinado y un pequeño robot acróbata.
Es una realidad. De la generación X en adelante, todos tenemos algo de geek, aunque no lo reconozcamos. Quién no tiene una cuenta de correo electrónico, administra un blog, o vive pegado al celular; quién no se ha hecho de algún amigo vía internet, sube fotos al Flickr, frecuenta Youtube, le pregunta a Wikipedia sus tareas, se saca de dudas en Google. ¡Oh, sí, todos tenemos algo de geeks!

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