Gomorra la palabra condenada

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Os trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra,
y fuisteis como tizón escapado del fuego;
mas no os volvisteis a mí.
La Biblia, Amós 4:12

De todas las guerras ha surgido el canto. La voz épica es tan natural en el campo de batalla como la sangre coagulada y los sonidos de la agonía. Héroes y hazañas pronto se diluirían en la saliva de miles de bocas si no fuera por alguien que sintetiza, alguien que recolecta las historias repetidas hasta la total deformación de la realidad, o alguien que ha visto de cerca la piel porosa de la guerra; alguien que escribe por ejemplo La Ilíada, El cid, La araucana, el “corrido de Chalino Sánchez”, Orlando furioso… la guerra de Nápoles, la guerra de todos los días entre clanes de mercaderes que lo mismo trafican armas que zapatos de lujo, drogas, tecnología, residuos tóxicos, alta costura: la Camorra es la guerra que Roberto Saviano ha decidido cantar.
Hace dos años se imprimió la primera tirada de un libro que ha vendido ya más de dos millones de copias solamente en Europa. En el filo que divide la novela y el reportaje escrupuloso, Gomorra es un retablo del sur de Italia, donde se sobrevive descargando mercancías chinas que se escapan de los libros contables, transportando cocaína y hachís sobre el motor forzado de una Vespa, cosiendo sedas, terciopelos y cueros finos para famosos diseñadores, en sótanos hacinados de obreros hábiles e invisibles para el fisco y la alfombra roja.
La vida ahí gira con sus propios engranes, que se cuelan en los lugares idóneos para moverse en el gran reloj del mundo y sacarle provecho. Saviano lo explica en la página 51: “Camorra es una palabra inexistente, de policía. Utilizada por jueces y periodistas, y por guionistas. Es una palabra que hace sonreír a los afiliados, es una designación genérica, un término de estudiosos, relegado a la dimensión histórica. La palabra con la que se refieren a sí mismos los pertenecientes a un clan es Sistema: ‘Pertenezco al Sistema de Secondigliano’. Un término elocuente, un mecanismo más que una estructura. La organización criminal coincide directamente con la economía, la dialéctica comercial es la osamenta del clan.”
El factor humano es lo que menos importa. Las viejas casonas cercanas al puerto han dejado paso libre en sus habitaciones a “todas las mercancías producidas por la especie humana”, fayuca de todas las clases que se amontona hasta el cielo raso. Un chico muerto es un vacío que pronto llena otro chico, mano de obra, carne de cañón. Pero en el texto el factor humano es lo que más importa. Un hombre que se desdobla como un pañuelo al salir de la cajuela de auto: Pasquale enseña cómo hacer los mejores cortes y las mejores costuras a un quórum de chinos ilegales, pero si los jefes se enteran es el fin del juego.
El libro fue un rotundo éxito editorial, circula por doquier, incluso entre los camorristas, complacidos de verse retratados con tan buen ojo y pluma. Saviano nació y creció ahí, en las calles repletas de basura, en el muelle de aguas densas por la mugre de los barcos. Mirar los cargueros es “como contemplar el origen del mundo”.
Sus historias las ha visto en carne viva, ha compartido con ellos la pizza, el peso de los fardos, el salario ínfimo. Pero ese éxito lo condenó a muerte, como ha dicho en entrevista con El país; desde octubre de 2006 vive escoltado por cuatro guardias que no lo dejan ni a sol ni sombra, pues sobre su cuello pende la espada de Damocles. Una de las familias más poderosas de la intricada red, los Casalesi, ya no están tan contentos de verse retratados y le han puesto precio a su cabeza.
La precisión documental de Gomorra ha conducido a la captura de varios de sus jefes; la discreción y la sombra en la que trabajaban muchos de sus negocios son de repente del dominio público, la población quiere estar enterada, las grandes personalidades se entusiasman: seis ganadores del premio Nobel se han solidarizado con Saviano, entre ellos Gí¼nter Grass y Orhan Pamuk.
El martes pasado, Saviano se reunió con Salman Rushdie en la Academia Sueca para charlar sobre “La palabra libre y la violencia sin ley”. También sobre el cuello de Rushdie hay una condena de muerte por un libro, Los versos satánicos, considerado blasfemo por el Islam. La diferencia entre ambos casos es, dice Saviano en la misma entrevista, que a la Camorra no le molesta que lo haya escrito: “La palabra como tal, así a secas, les trae sin cuidado; lo que no soportan es que esa denuncia tenga tantos lectores”.
Y más que lectores: Gomorra se ha adaptado al teatro con la colaboración de Mario Gelardi, y al cine con la dirección de Matteo Garrone y espléndidos resultados en los festivales de Chicago, Munich y Cannes, donde obtuvo el Gran premio. La intensa crudeza de los colores, la aguda cámara en mano y la verosimilitud de los actores —muchos de ellos no profesionales, y algunos ya en prisión—, le han traído al filme una reputación de por sí entre el público y la crítica. Tanta que en lo barrios napolitanos ya circulan copias piratas, reproducidas con la delicadeza de eliminar los subtítulos en italiano estándar, para no herir susceptibilidades lingí¼ísticas. El Cineforo la proyecta este domingo 30 de noviembre a las 20:30 horas y el miércoles 3 de diciembre a las 18:00 horas, con la presencia del productor Domenico Procacci.

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