Humanizar la tecnología

1819

Prometeo, al que la ciencia proporciona fuerzas nunca antes conocidas y la economía un infatigable impulso, está pidiendo una ética que evite mediante frenos voluntarios que su poder lleve a los hombres al desastre.

Hans Jonas.

El principio de responsabilidad

Amplios sectores de la sociedad perciben a la tecnología como la causa principal de la deshumanización del mundo contemporáneo, pero, si prestamos un poco de atención a los conceptos de esta creencia ampliamente difundida, pronto podremos darnos cuenta de una paradoja: si la tecnología es creada por los hombres con la finalidad de atender intenciones humanas, entonces ¿cómo es posible que encontremos la causa de la deshumanización en la técnica? Una primera aproximación a la comprensión de la tecnología nos permite inferir que la humanidad está presente en la génesis, proceso y destino de las obras tecnológicas. Una segunda alternativa para pensar en la falsedad de la creencia sobre la posible deshumanización de la técnica es el supuesto de que el hombre es un ser que, para sobrevivir, tiene que construirse un entorno favorable a través de la fabricación de artefactos y el dominio de la naturaleza.  Esta es la teoría del homo faber que, tanto en las leyendas mitológicas como en las evidencias arqueológicas, nos dan cuenta de la presencia del paso del hombre por el mundo a través de vestigios tales como pinturas en cavernas, artefactos de caza, el dominio del fuego o el haber utilizado algunos instrumentos básicos como palancas o ruedas para la satisfacción de sus necesidades. Si la teoría del homo faber es pertinente, entonces toda obra técnica que crea el hombre se humaniza.

Sin embargo, si por deshumanización entendemos el conjunto de acciones u obras que atentan contra la humanidad, cabria la posibilidad de pensar que aquellas acciones del hombre que abandonan la meta de procurar el bienestar o prosperidad de la humanidad, desvirtúan su sentido inicial. Sobre la deshumanización de la técnica el filósofo alemán Martin Heidegger distingue la técnica que resulta accesible a la comprensión humana, tal como la carretilla, el cuchillo o la polea, de la técnica contemporánea con la que basta con apretar un botón para que se ilumine una habitación. La complejidad de saberes, implicados en las modificaciones de la naturaleza o estructuras que hacen posible que se encienda una bombilla, es invisible e incomprensible para el ciudadano común.

Con el desarrollo de la tecnología se fortalece el optimismo sobre la posibilidad de eliminar las grandes catástrofes que asolan a la humanidad tales como el hambre, las pandemias, la pobreza o la desigualdad. Sin embargo, resulta lamentable admitir que con el desarrollo tecnológico al tapar un pozo con frecuencia se abre otro. Si bien la generación de alimentos requiere un esfuerzo menor, el hambre continúa desolando a amplias regiones del planeta y muchas de las tierras de cultivo de agotan o se destinan para fines que poco tienen que ver con la producción de alimentos. La movilidad entre grandes distancias se realiza a mayor velocidad, pero a cambio de ello vivimos en ciudades peligrosamente contaminadas y con una transformación del paisaje en donde al parecer la procuración de un hábitat confortante para la ciudadanía ha cedido su lugar a un hábitat confortante para el automóvil. Si bien la tecnología es humana y tiene como finalidad la satisfacción de las intenciones humanas, su sentido humanista se perturba cuando sus fines se desvían.

Reconsiderando el primer argumento sobre el carácter humanista de la técnica, podríamos decir que si bien los artífices o mecenas de la técnica son humanos, no representan a la humanidad. Por lo anterior, cuando un desarrollo tecnológico se plantea como meta la satisfacción de intereses que favorecen a individuos particulares o pequeños grupos asociados con la finalidad de enriquecimiento, el sentido humanista de la técnica se desvanece. Es decir, cuando el fin del desarrollo de la técnica es la creación de alternativas para afianzar poder, la satisfacción de intenciones humanas o el sentido humanista de la técnica se convierte en un medio secundario. En este tenor, con el desarrollo de la técnica moderna, la intención de generar tecnología al servicio del hombre se disuelve y torna invisible a la humanidad.

Así, una alternativa provisional para la humanización de la tecnología podría encontrar su punto de partida en la cavilación sobre su sentido humanista en lo que se refiere a la satisfacción de necesidades humanas; en la reflexión sobre los costos sociales de su implementación, en la preocupación por la preservación de los recursos fundamentales para la vida en el planeta y el cálculo sobre los posibles efectos contraproducentes que podrían derivarse de su materialización.

Al final, lo que podríamos decir, es que estamos ante una paradoja ya que, la tecnología que posibilito la supervivencia del hombre ante la adversidad de los elementos de la naturaleza, ahora es ella la que se vuelve contra ésta, amenazándola con destruirla y junto con ella a la misma humanidad.

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