Con Ian se puede hablar de Biología Molecular o de futbol; le gusta Dragon Ball, pero también disfruta investigar sobre enzimas que degradan plástico. Es un niño cualquiera, pero su colosal curiosidad por el conocimiento pronto lo convertirá en el egresado más joven en la historia de la Universidad de Guadalajara
Por los pasillos del Museo de las Artes (MUSA), Ian parece un visitante más. Enfundado en su playera de los Leones Negros, este joven nacido en Puerto Vallarta siempre es amable con quien se acerca.
Aunque confiesa que a veces se pone nervioso en las entrevistas, Ian tiene la paciencia para responder las preguntas y sobre todo explicar esos complicado términos que, sin embargo, son fáciles para aquellos que han pasado décadas tras libros, laboratorios y experimentos.
“En cinco años me veo con un doctorado y trabajando con el CRISPR/Cas9”, asegura Ian, recortando el aire con sus manos.
“Es una herramienta de edición genética, son tijeras moleculares para insertar y modificar genes, para prevenir y corregir enfermedades como artritis, cáncer, cualquier enfermedad en la que el factor genético esté involucrado”.
Uno de sus sueños es ayudar a la gente y curar enfermedades, pero para llegar a ese futuro aún falta prepararse, y en el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) ha encontrado herramientas que lo convertirán en un egresado singular de la carrera en Químico Farmaceútico Biólogo (QFB).
Con sólo 13 años, Ian pronto estará vistiendo birrete y toga.
Parece que la mente de Ian no se detiene. Sus ojos están al pendiente de los detalles y piensa con detenimiento sus respuestas. Sabe cuáles son sus fortalezas y humildemente admite que disciplinas como la historia no son su fuerte.
Mientras los imponentes murales de José Clemente Orozco se mantienen inertes a su espalda, Ian recuerda que sus colores favoritos son el verde, el azul y el rojo, también se dice fan de los chilaquiles, las tortas ahogadas y el agua de fresa.
Aunque Ian creció con la fama de “niño genio”, su mente no se la pasa todo el tiempo entre libros. En realidad, su rutina no suele ser la misma, su tiempo puede dividirse entre el estudio, sus entrenamientos de parkour y atletismo, y jornadas jugando Minecraft o Fornite.
“Puedo destinarle dos, tres, o máximo cuatro o cinco horas, en exámenes finales de semestre, al estudio. Pero en general, me la paso haciendo más cosas”.
Ian se suelta con naturalidad cuando explica sus acrobacias y precauciones en el parkour, pero al hablar de futbol se le ilumina el rostro con una sonrisa. Dice no ser el más conocedor del deporte, pero le es difícil ocultar su admiración por Cristiano Ronaldo.
“Es un futbolista que admiro mucho por su disciplina, por cómo ha trabajado tan duro y, a sus 38 años, sigue siendo uno de los mejores futbolistas del mundo, la verdad es mi ídolo y me gustaría conocerlo algún día. Es mi sueño”.
Hace cuatro años, en los pasillos de CUCEI se empezaba a hablar de un pequeño estudiante en los laboratorios de la carrera de QFB. Era Ian Emmanuel González, quien daba sus primeros pasos adentrándose en su vida universitaria.
“Ahí fue donde vi los laboratorios de biología molecular, bioquímica, y me dije ‘tengo conocimientos de esto’. ¿Por qué no entrar a esta carrera tan maravillosa que tiene todo lo que yo quiero, tiene todo lo que me gustaba”.
A lo largo de su carrera Ian adquirió conocimientos de Química, Parasitología, Genética y Hematología y también se enfrentó a las odiadas matemáticas, que logró superar gracias al apoyo de sus maestras Norma Elva Espino y Jazmín del Rocío.
Mientras que su pasión por la Biología Molecular y la Genética le fue inculcada por el doctor Edgar Balcázar, quien lo ha acompañado en las aulas y en sus proyectos de investigación.
Ian también cursó una maestría en Biología Molecular y Genética a la par de su licenciatura en CUCEI, de donde próximamente se graduará y en donde dice que le gusta estar.
“Cuando entré por primera vez a un laboratorio sentí como ‘no puedo creer lo que está pasando’, al fin estaba donde a mí me gusta estar, donde quería estar desde hace mucho tiempo”.
Mientras Ian atiende a la prensa, su madre, Sandra Santos, se mantiene atenta y amable con quienes la rodean y le preguntan sobre su hijo, pero nunca pierde de vista a su retoño perseguido por micrófonos y cámaras.
Con un ágil movimiento, Sandra baja de su hombro la bolsa. Esculca en ella a ciegas con su manos y poco después saca una carpeta verde y engargolada en la que ya no caben los logros de su hijo.
“Es el currículum de Ian”, asegura, y muestra el pesado tomo que reúne unas cuarenta o cincuenta hojas de distintos tipos de papeles, muchas de ellas son constancias de cursos y diplomados con las firmas de importantes rectoras y rectores de importantes universidades.
Por su parte, Ian asegura que ese gusto por el estudio y las ciencias químicas lo adquirió de su mamá, y recuerda que esta pasión ya se desbordaba desde su infancia.
“Desde pequeño me interesó la microbiología, la química, la biología molecular, aunque fueran pocos, ya tenía conocimientos, y mi mamá me inculcó el amor por el estudio, a ella le gustaba mucho estudiar y me compartió ese amor, me lo contagió, porque es contagioso”.
A este niño le gusta compartir su conocimiento con los demás, y aunque no se visualiza como un maestro impartiendo clase en las aulas, sí agradece que muchos de sus maestros de CUCEI le hayan contagiado esa pasión por las ciencias.
“Algunos de mis maestros fueron un poco malos conmigo, pero otros fueron muy buenos y me enseñaron el amor y la pasión que tienen; compartieron sus conocimientos conmigo y yo voy a hacer lo mismo con las demás personas”.
Ian sueña con curar enfermedades, con trabajar con herramientas genéticas; sueña con conocer a futbolistas famosos, con participar en las Olimpiadas. También sueña con observar auroras boreales, tormentas de nieve y los desiertos de Australia.
A sus 13 años Ian será el egresado más joven en la historia de la Universidad de Guadalajara, y en su brillante mente llena de preguntas nunca ha puesto en duda que eligió uno de los tantos futuros con los que soñó y que pronto se harán realidad.