Hasta el aire donde habitas
mis ojos te acompañan
y funden en el cuerpo,
sangrienta espiral de fuego
donde la gallardía
me hace suya en el abismo
de su canto y de su pecho,
lo que dura el aliento
contenido de las ramas
suspendidas en el viento.
Vuelvo entonces a mi cuerpo
como plomo abandonado
en las olas del silencio
inflamado por la ausencia,
a la espera del encuentro
que deseo y reconozco
en los rojizos destellos
de tu rostro ensimismado
en los bordes de la nada.
Te miro, rasga el incendio
de tu ser el horizonte
y me pregunto, esta tarde,
si es uno solo o varios
los demonios que me abrazan
y conducen al infierno
cotidiano donde muero.
Infierno cotidiano
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¡Cuánta pasión en su trabajo profesora! Muy bueno. Gracias