Editado y premiado más en Europa que aquí, José Luis Zárate (Puebla, 1966) se dedica a escribir cuentos, novelas (La ruta del hielo y la sal, Del cielo profundo y el abismo, etcétera), ensayos (En el principio fue la sangre) y tweets: ha producido ya seis series de 365 microcuentos, con motivos como los tatuajes, los fantasmas, el mago, Sodoma y Gomorra y los hoteles. Esta última, por cierto, a punto de aparecer en las mesitas de noche de una prestigiosa cadena francesa. Aprovechamos su visita a la ciudad para participar en el IV Foro de novela negra a principios de mes, en el que habló de sus monstruos favoritos, como Godzilla.
Desprecio
Cuando empecé a escribir era deliciosamente ignorante de todo lo que se supone que es la literatura. Para cuando conocí maestros y escritores que me enseñaran minuciosamente cómo debía ser un cuento o un poema y por qué estaba equivocado, ya era demasiado tarde. Lo mismo pasa ahora que unos alzan la voz para decir que los “cuentwitos” no son literatura, que la idea puede estar bien, pero le hacen falta unas 200 páginas para funcionar. Lo mismo pasa cuando dicen que la ciencia ficción es un “subgénero”; en realidad quieren decir que es “subliteratura”. Pues será o no, pero lo que ellos digan no tiene nada que ver con lo que yo hago: como Carl Sagan en Cosmos, yo quiero la brizna de hierba, la nave de la imaginación que nos permite deducir el universo que la ha producido.
Minificción
Soy fanático de la minificción desde los años 80, cuando leí El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés. No tiene índice, pero me gustó tanto, que conté uno por uno sus 417 microcuentos. También lo seguía en su revista El cuento, donde organizaba para cada número un concurso de narrativa inferior a las mil 500 palabras, que gané en una ocasión.
Gurús
Cuando era niño, mi padre me dio el mejor de los regalos. Un día me dijo: “Mientras lo consigas tú mismo, puedes leer lo que quieras”. Así que mi educación literaria proviene de las librerías de viejo, donde compré muchos tomos sin portada y me acerqué por igual a los clásicos y a la basura, sin saber de antemano que lo eran. Lo mismo pasa ahora que en internet tenemos todos el mismo acceso a los micrófonos: desaparecen los gurús iluminados y el síndrome de la vaca sagrada. Esto también significa que hay que cribar más basura, pero es parte del cambio, de las nuevas reglas.
Periferia
Yo escribo, no hago trámites. Si seguimos esta teoría de que hay diferentes tipos de inteligencia, se puede decir que en términos de inteligencia burocrática soy un retrasado. Por eso alguna vez intenté tener un agente literario, pero hasta en eso fracasé. Así que he dejado eso por la paz y mejor me dedico a escribir, aunque no publique, aunque no forme parte del Sistema Nacional de Creadores ni gane becas.
Internet
Internet es un ladrón de tiempo. Contrario a lo que parece, trato de conectarme lo menos posible, para no perderme en la inmensidad de la biblioteca de Babel: entro, lanzo los cuentos y me voy de inmediato. Si no, me distraigo y no escribo.