La asombrosa realidad

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Doris Dí¶rrie, de nacionalidad alemana, escribe novelas, cuentos y guiones. Directora de ficciones y documentales, autora de Nadie me quiere (1994), aquella película que a muchos nos tocó ver en el Cineforo cuando las butacas eran más incómodas que ahora, pero que a nadie le importó, porque fuimos testigos de una historia diferente, con personajes “alternativos” que parecían sacados del barrio más underground de la ciudad de Colonia: la de una chica de 29 años, con crisis existencial por llegar a los 30 y que duerme en su propio ataúd, rodeada de vecinos extraños que no se dirigen la palabra, en un edificio con cara de búnker, donde el ascensor pintado de grafiti se atora todo el tiempo.
Dí¶rrie, originaria de la ciudad de Hannover, al sur de Alemania, a 132 kilómetros de Hamburgo y 290 de Berlín, pero que prefirió viajar 635 para asistir a la Universidad de Televisión y Cine de Múnich, donde estudiaron directores como Wim Wenders y el finlandés Mika Kaurismí¤ki. Incansable, trabajadora, autora de siete libros para niños y más de 10 para adultos, entre cuentos y novelas, con una filmografía de más de 18 películas para cine y televisión, directora de ópera, viajera, callada, observadora, fan del guacamole y de todo lo que considera exótico, tiene una nueva novela: Todo incluido (2011). Vino a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a presentarla, así como a proyectar dos películas: Soy Linda (1998) y La peluquera (2010).
Luego de seguirla por los pasillos de la FIL, llegamos al pabellón alemán. Apaga el celular y nos sentamos. “Me gusta el café fuerte”, dice antes de que encienda la grabadora. Después de dar el primer sorbo a su expreso, comenzamos.

¿Te gusta el café tanto como viajar?
No. Viajar más. Acabo de estar en Guatemala hace unos días. Siempre estoy buscando la manera de viajar, con tiempo y sin tiempo libre.

¿Es por eso que tus personajes, tanto literarios como cinematográficos, siempre están viajando?
Exacto. Nunca estamos satisfechos. Estamos en un lugar, pero queremos estar en otro. Así somos los alemanes: nos gusta la movilidad. Es parte de nuestro sueño, que es un sueño de consumo que te dice que la felicidad siempre está en otro lugar. Eso queda claro en la película de Bin ich schí¶n? (Soy Linda, 1998): todos los personajes alemanes quieren viajar a España, en busca del sol, del calor.

¿Tú qué buscas cuándo viajas?
No pienso en buscar nada: simplemente disfruto estar ahí, caminar, escuchar, mirar el mundo alrededor de mí.

Y de ese estar ahí, ¿vienen las historias?
Sí y no. Me gusta observar, mirar a la gente y quizás eso me ha ayudado a la hora de crear un personaje, pero no quiere decir que en cada viaje se me ocurra una nueva historia.

¿Cuál es tu relación con la ciudad de Tokio, qué representa Japón en tu obra?
Tengo una conexión muy cercana con Japón. La primera vez que estuve ahí, fue hace 25 años. Me invitaron al Festival de Cine de Tokio a presentar mi ópera prima Directo al corazón (1983) y me quedé por seis semanas y me encantó. Es una mezcla muy interesante entre algo exótico y muy fino. Al mismo tiempo Alemania y Japón son muy parecidos, son países con muchas similitudes y no sé por qué, pero en Japón me siento como en casa. Ahí he filmado tres películas: Los cerezos en flor (2008), El pescador y su mujer (2005), y Sabiduría garantizada (2000).
Sin embargo, ninguna de las tres historias fue rodada en su totalidad en Japón. Siempre está presente Alemania. En Sabiduría garantizada dos hermanos alemanes viajan a Japón para internarse en un monasterio budista y encontrar la paz. En Los cerezos en flor el hombre viudo decide visitar a su hijo en Tokio, y lo mismo en El pescador y su mujer, unos jóvenes alemanes involucrados sentimentalmente deciden viajar a Japón. Siempre son historias vinculadas con Alemania. Son alemanes que viajan a otra parte del mundo, como en Soy Linda, que viajan a Sevilla.
“¿Podría decirse que el intercambio de culturas entre un país y otro, es parte de lo que define a tus historias?”, le pregunto: “En parte sí, pero también tengo historias que sólo ocurren en Alemania. Sin embargo, no voy a negar que me gusta esta mezcla de culturas, donde los personajes van y vienen de un país a otro. Es un milagro para mí darme cuenta cómo la gente en todas las partes del mundo, viven su vida y cómo sobreviven la vida, cómo lo hace un país y cómo lo hace otro. Ese es mi motor para escribir: descubrir cómo los seres humanos vivimos la alegría y cómo sobrevivimos al dolor. Es algo que compartimos, muy humano y muy difícil. Esa es la razón de que mis historias se conecten con el mundo.
Alguien nos interrumpe. Me pide tiempo para atender un asunto, se levanta, no tarda en volver, se quita las gafas oscuras, se le ve cansada, tiene ojeras, pero no se deben a las 11 horas de vuelo de Alemania-México. Me explica que lleva más de cuatro semanas en nuestro país, concretamente en la ciudad de México, en la UNAM, por un curso de cine y literatura. Seguimos, quito la pausa.

¿Te gustaría algún día hacer una película donde se diera la convivencia entre personajes alemanes y mexicanos?
Me encantaría, pero primero tendría que encontrar una historia. No la tengo ahora, pero me gusta estar aquí, me agrada y pienso que no necesariamente tendría que ser una película. Quizás una novela. Hay material. México es muy diverso, México es muchos países. Cada ciudad es diferente, hablan distinto, tienen sus propios platillos, costumbres, la gente se comporta diferente. Siempre encuentro algún detalle que me lleva a pensar en otro país.

Al momento de escribir, ¿viene primero la historia o el personaje?
Cada vez es diferente. No hay una regla. Sin embargo, siempre trato de pensar en imágenes muy fuertes que la gente pueda recordar.
¿Te sientes más cómoda contando historias con imágenes o con la palabra escrita?
Para mí no existe una gran diferencia entre escribir para la literatura y el cine. Estudié en la Escuela de Cine de Múnich y en ese tiempo no existía un departamento de guionismo, así que luego de escribir la historia en forma narrativa, pasábamos a la realización de la película. Siempre he pensado mis historias en imágenes, aunque sea literatura; trato de plasmar mis ideas en imágenes fuertes que el espectador y el lector sean capaces de recordar y de rememorar, a pesar del paso del tiempo. Soy muy visual.

Entonces, la adaptación de tus novelas y cuentos al cine, se ha dado de manera natural.
Sí, claro. En mi caso es muy fácil, porque soy la autora. No tengo que ser fiel a la novela: puedo cambiar todo lo que quiero y por eso es muy sencillo. No tengo un escritor que después vaya quejarse de la adaptación. Sin embargo, el problema radica en que la película tiene una forma muy estricta en cuanto a tiempo. En el cine tengo que contar algo de “abc” en 90 o 100 minutos y a veces se complica, porque no poseo el tiempo que tengo en la novela para el desarrollo de personajes. Se requiere ser muy clara, muy directa. En ese sentido, escribir guiones es más difícil que escribir literatura, porque no tengo tanta libertad y siempre hay que ajustarse a los 90 o 100 minutos de duración.

La película Soy Linda es una adaptación literaria, ¿cómo fue el proceso?, ya que se trata más bien de un cuento.
Fue más fácil de lo que pensé. La cinta está basada en 15 cuentos cortos que pertenecen a tres volúmenes diferentes que escribí entre 1992 y 1995. Lo que hice fue rescatar a los personajes principales de estas historias e ir entrelazando las situaciones; hay encuentros y desencuentros. El recurso del roadmovie me sirvió de hilo conductor.

Durante la filmación de Soy Linda pasaste un momento difícil. Me refiero a que falleció tu pareja durante el rodaje, que además era el fotógrafo de la película: ¿cómo lo enfrentaste?
Fue algo muy dramático, muy difícil. La pospuse sólo por un tiempo. Ya no tenía ganas de volver a filmar. Sin embargo, tenía la presión del seguro de la compañía de películas. Estaba trabajando con los actores más importantes de toda Alemania y había una fecha de entrega que tuve que cumplir.
La flor de los cerezos representa ese momento en la vida de Dí¶rrie. Al igual que el protagonista Rudi, luego de la muerte de su esposo, decide viajar a Japón en busca de paz interior, se interna en un monasterio zen y de ahí surge la película Sabiduría garantizada. “Intenté realizar un largometraje aplicando esta misma filosofía”.

En muchas de tus historias está presente el dolor y la muerte, sin embargo en la mayoría hay sentido del humor…
Sí. Me gusta explorar el dolor del ser humano, ya sean hombres, homosexuales o mujeres. Me interesan por igual, no hago distinciones, siempre me intereso por la historia y a veces son historias de mujeres, de hombres y a veces de parejas. El dolor está presente, pero me gusta manejarlo con cierto sentido del humor. Creo que eso hace los personajes más entrañables, más queridos, porque así somos. No todo es drama: también hay carcajada y humor negro en nuestras vidas.

Sobre tus próximos proyectos
Acabó de terminar una película hace solo seis semanas y necesito un poco de tiempo libre, calma y vacaciones. La cinta se llama Felicidad y suerte. Toda la historia está filmada en Berlín. Así que por lo pronto mis próximos planes son de descanso. Después viajaré y pensaré en algo nuevo.
La entrevista ha terminado y de camino en el carro rumbo al Cineforo, Doris Dí¶rrie no habla con nadie: se limita a mirar por la ventana. En el cruce de Chapultepec y López Cotilla unos adolescentes bailan con el hula hula a ritmo de tambores callejeros. Sus ojos se abren más de lo normal y pregunta con cierta curiosidad: “¿Dónde se supone que estamos?”.

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