La caída milagrosa

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En México siempre serán muy importantes todas las fuerzas que tengan que ver con la esencia espiritual. Cuando hay alguien que ayude, la gente se entrega en cuerpo y alma.
Un culto como el dedicado al Niño Fidencio creció tanto, que hasta llegó a las páginas de uno de los escritores mexicanos con mayor renombre en los últimos tiempos, como Carlos Monsiváis, quien dedicó una crónica de la vida de este personaje en el libro Los rituales del caos. Monsiváis titula la crónica “Todos los caminos llevan al éxtasis”, que inicia dando una visión general de la fe del mexicano, de su acercamiento con la espiritualidad, lo cual es lo mismo que presenta Patricia Méndez con su exposición Fe y Fidencio, albergada por Casa Escorza desde el pasado jueves 20 de octubre y que estará hasta el próximo diciembre.
El Niño Fidencio fue un curandero que vivió en Espinazo, Nuevo León. Nacido en Rancho de las cuevas, municipio de Iránuco, Guanajuato, en 1898, murió en 1938. Durante su vida como curandero y “mesías”, Fidencio atrajo a miles de seguidores y al morir prometió a todos que estuvieran tranquilos, ya que únicamente moría su cuerpo, pero que su espíritu se quedaba con ellos.
A partir de ese momento se han registrado historias de personas que viajan desde diferentes regiones del país para ser bendecidos por los dones que José Fidencio Síntora Constantino dejó a sus “Cajitas”, personas que se encargan de continuar con los rituales que ayudan a los creyentes para sanar algún mal por el cual buscan la ayuda del niño. Y toda esta algarabía es lo que Patricia capturó con su lente: desde los baños de lodo, hasta los cuetones que por los meses de marzo y octubre celebran al curandero.
Las fotografías que documentan el rito se dividen en: Ritual, Lugares sagrados y Agradecimientos. Ritual da a conocer a las personas denominadas “cajitas”, quienes realizan los actos de sanación, ya que son las que reciben el espíritu del niño. Los Lugares sagrados muestran los sitios donde Fidencio curaba a leprosos y a los enfermos mentales, como la “dicha” o también “el charquito”, que es un contenedor de aguas azufrosas, calificado por los fidencistas como “lodito sagrado”, y el rito consiste en darse un baño ahí. Ya para cerrar, la exposición aborda los Agradecimientos, que son las muestras de cariño de la gente a su santo popular, ya que con peregrinaciones, flores, música, danza y fuegos artificiales, los creyentes le llevan ofrendas a su mesías.

Los ojos del tiempo
Junto a la muestra de Patricia Méndez Obregón, en el mismo recinto es exhibida la muestra Los ojos del tiempo, producto del concurso fotográfico del mismo nombre correspondiente al 2011, que consta de fotografías de los 13 participantes.

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