A 90 años de distancia, la Guerra Cristera es una herida sin cerrar en la región Occidente del país. Tópico que desata pasiones, es el que aborda la obra ¡Viva Cristo Rey! de la autoría del dramaturgo Jaime Chabaud, y que ha llegado a Jalisco gracias a un esfuerzo tripartito entre Cultura UDG, la Compañía Nacional de Teatro y la compañía teatral La Piedra de Sísifo.
“Es un tema que sigue levantando polémica. Hay algunas poblaciones en Jalisco donde persisten grupos cristeros que realizan reuniones mensuales o celebraciones anuales. Impresionante que a 90 años del cese de la guerra siga tan vivo ese sentimiento. Para nosotros la Guerra Cristera es parte de un patrimonio intangible de Jalisco y como tal queremos preservarlo. Es una herida sin cerrar, un pasado oscuro del que no se reflexiona lo suficiente en los libros de historia. Aparecen la Independencia y la Revolución, pero la Guerra Cristera no se aborda lo suficiente, a pesar que aún tenemos ecos y vestigios de este período incluso aquí en Guadalajara, desde una estación del tren que nos recuerda a ese capítulo histórico y una edificación para honrar a los mártires de esa guerra”, señala en entrevista Xésar Tena, actor de esta puesta en escena y director artístico de la compañía La Piedra de Sísifo.
Para Tena, como en todos los conflictos armados, quienes terminaron derramando la sangre fueron los mexicanos comunes, que formaban parte del pueblo. Ya sea obligados a combatir en un bando o inocentes muertos en las batallas.
“Pero a la hora de la muerte no hay ateos. Esta obra expone todas estas contradicciones. Esa disyuntiva. El hombre tiene dos piernas, la laica y la religiosa y no se puede caminar sin una”, añade Tena.
Esta obra ganó el Premio Nacional de Dramaturgia Fernando Calderón en 1991, y aunque exalta tanto la identidad de los jaliscienses nunca se montó en Jalisco, sólo se representó en la Ciudad de México en 1992 y jamás se había vuelto a montar, por lo cual Tena calificó de “primicia” tener la confianza del autor Jaime Chabad.
Explicó que tanto la compañía La Piedra de Sísifo como Cultura UDG (específicamente la Coordinación de Producción y Difusión de las Artes Escénicas y Literatura de la UDG) y la Compañía Nacional de Teatro, facilitaron recursos económicos.
“La Compañía Nacional, como parte de sus programas para descentralizar las actividades y fortalecer a las compañías independientes, nos facilitaron un vestuarista, un par de actores y recursos económicos. De los dos invitados sólo nos compaña Carlos Alberto Orozco, que es tapatío y él vuelve en esta temporada y tenemos el privilegio de tenerlo con nosotros. Alan Uribe por los compromisos de la Compañía Nacional ya no repite. Y también actúa con nosotros Jesús Hernández, una institución de 50 años de trayectoria y ganador del Premio Jalisco, así como Ricardo Niño, representante de la ANDA en Guadalajara”.
En el elenco también participan Gabriel Álvarez, Mario Montaño, Karina Hurtado, Kärlek Ramos, Rafael Rosas, Alex Moral. En la producción está Lola Bianchini y en la dirección Luis Manuel Aguilar “El Mosco”.
Uno de los ejes estéticos y que demanda una técnica específica en esta obra es el trabajo con máscara, eje distintivo de la compañía. Otro eje son las pinturas de José Clemente Orozco que condensan sentimientos y símbolos que desgarraron la mexicanidad en esos estertores revolucionarios.
“Pecando de presunción, la obra aspira a convertirse en mural en movimiento que retrata esa época en la que nace el modernismo mexicano, con aquel arte proletario o revolucionario. Nos fue bien el año pasado y fuimos a la Muestra Nacional de Teatro y aspiramos a lo mismo”.
Tena aclara que el acercamiento a este hecho histórico de la Guerra Cristera se realiza con objetividad, pues no promueven ningún discurso político ni religioso.
“Esta es una visión imparcial de los acontecimientos históricos. No estamos defendiendo ni somos impulsores de ningún tipo de fanatismos. Más bien la obra refleja los efectos del fanatismo por el estado que se reproduce en sed por el poder y sed por la sangre, y de los fanatismos por ideales religiosos que terminan teniendo efectos carnales. Las consecuencias de estos fanatismos se reducen en la sangre derramada del pueblo mexicano”.