El Lerma es el río más largo de México. Se origina en los manantiales de Almoloya del Río, en el estado de México, y atraviesa hacia el noroeste del Valle de Toluca, formando parte del sistema Lerma-Chapala-Santiago, que descarga en el océano Pacífico.
Su caudal provee de agua potable a la Ciudad de México por un acueducto que atraviesa la Sierra de las Cruces.
La importancia del río Lerma estriba en que es un recurso natural básico para las actividades humanas, y también en que sirve como fuente de energía eléctrica que surte a la ciudad de México.
Su agua se utiliza para riego de los cultivos de las zonas agrícolas situadas en sus márgenes. Como ejemplo, el Valle de Santiago en el estado de Guanajuato, el cual ocupa un lugar importante dentro de las zonas agrícolas del país.
En su paso por las cercanías de La Piedad, Michoacán, forma una cascada llamada “El Salto”. Sin embargo, la mayor parte de sus aguas están contaminadas, por ser utilizado como canal receptor de desecho por las ciudades y zonas industriales de Toluca y Salamanca, en esta última existe una refinería de petróleo.
Desde sus orígenes en la Laguna de Almoloya hasta el Lago de Chapala, el cauce principal es el río Lerma, de allí hasta la desembocadura al océano Pacífico, el colector principal es el río Santiago; esta cuenca abarca parcialmente el territorio de nueve entidades federativas: Estado de México, Michoacán, Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Nayarit, incluyendo las cuencas cerradas de Pátzcuaro, Cuitzeo y Sayula-San Marcos.
Con una extensión superficial de 132 mil 724 kilómetros cuadrados, representa cerca del 7 por ciento del territorio nacional. La cuenca Lerma-Chapala-Santiago es considerada como una región estratégica para el país.
Según datos de la Comisión Nacional del Agua, entre los principales problemas hídricos de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago destacan: la sobreexplotación de sus recursos hídricos, sobre todo los mantos acuíferos subterráneos; contaminación progresiva de sus cuerpos de agua, fundamentalmente las aguas superficiales; creciente demanda de agua que enfrenta la escasez y falta de acceso al recurso hídrico; necesidad de aumentar significativamente la disponibilidad de recursos financieros para cubrir la demanda de agua potable y saneamiento.
La forma sectorizada con la que se ha venido haciendo el manejo de los recursos hídricos de la cuenca no ha sido adecuada y apunta a una crisis que podría significar un alto costo social, económico y ambiental.
Aunado a eso se carece de información sustantiva sobre el estado actual y los niveles de rendimiento de operación de gran parte de la infraestructura hidráulica de la cuenca, además de que no se aplican programas preventivos de operación o mantenimiento.