El año 2020 marcó la transformación de todos los ámbitos de la vida nacional, propiciada por una pandemia inesperada que obligó a cambiar los hábitos sociales, las formas de organización del trabajo y la formación escolar, como respuesta a la necesidad de cuidar la salud de la población y frenar los contagios de la COVID-19.
En este contexto el sistema educativo se vio obligado a generar nuevas estrategias de aprendizaje, que hasta entonces habían sido ignoradas por las instituciones educativas, al haber permanecido en un modelo presencial desde su origen.
El 24 de enero se conmemora el Día Internacional de la Educación, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas el 3 de diciembre de 2018; en la edición 2021 el tema será “Recuperar y revitalizar la educación para la generación COVID-19”, en un escenario disruptivo ocasionado por el cierre de las escuelas, que afectó a 1.6 billones de estudiantes en 190 países.
Uno de los grandes problemas derivado de la suspensión de actividades presenciales en las escuelas fue el tránsito hacia una educación remota, donde la tecnología era un requisito indispensable para la continuidad de la formación.
Sin embargo, nadie estaba preparado para este tipo de aprendizaje; los profesores carecían de la capacitación para aplicar un modelo en línea y desde casa; los estudiantes no contaban con la conectividad o el equipo necesario, los celulares se convirtieron para muchos en la principal herramienta para atender los cursos al carecer de equipos de cómputo adecuado para el seguimiento de su proceso escolar.
A esto se agregaron otros factores, como el desequilibrio en la economía del hogar, la afectación emocional por el encierro y la soledad, con episodios de ansiedad, enojo, tristeza y frustración ante los distintos impactos en la situación de salud, el deceso de algún familiar o la pérdida del empleo.
Las condiciones necesarias para el aprendizaje se vieron seriamente obstaculizadas por el hacinamiento resultante del teletrabajo y la educación de los hijos en línea, el exceso de actividades que los niños y jóvenes debían atender al pasar abruptamente a la educación remota, con cursos en línea que carecían de un diseño adecuado.
El resultado no ha sido bueno, porque se han ahondado las desigualdades al carecer de computadoras o tablets, conectividad, espacio adecuado de aprendizaje y preparación de los padres para apoyar a sus hijos en el proceso.
Más grave aun, la UNESCO señala que al menos un tercio de los estudiantes en el mundo no tuvieron acceso al aprendizaje remoto. Además, se estima que los estudiantes de países con ingresos mediano y bajo han perdido cuatro meses de escolarización, mientras que, para los países con ingresos altos, esto representa el equivalente a seis semanas.
Esta brecha afectará a niños y jóvenes en su futuro, tanto en su desarrollo cognitivo para continuar con su escolarización, como para insertarse al mercado de trabajo.
Por desgracia, muy pronto se verá cómo se incrementa la exclusión de los grupos vulnerables de la población, derivada de los factores ya descritos, porque no han tenido la oportunidad de incorporarse o mantenerse en el sistema educativo en la modalidad remota y pueden optar por el abandono escolar al carecer de alternativas.
El Banco Mundial (2020) estima que al menos 10 millones de niños podrían no volver a las escuelas cuando estas se abran, en el largo plazo la consecuencia para niños y jóvenes sería una pérdida de 10 trillones de dólares en las ganancias futuras, esto equivale más o menos al 10% del Producto Interno Bruto mundial.
Ante este panorama, las políticas públicas deberán garantizar el alcance de la educación universal en cualquier contexto, la tecnología y la conectividad no tendrían que ser el parámetro que haga la diferencia para acceder a la escuela. Es imperativo reducir la brecha digital y establecer estrategias de aprendizaje en el aula y más allá del aula, financiar proyectos de apoyo a las niñas, niños y jóvenes que están en riesgo de abandono o rezago escolar, ya sea por su situación económica, ubicación geográfica o situación familiar.
La educación es un valor indispensable, no sólo para la formación del talento humano, sino para generar las condiciones de una sociedad inclusiva, justa, solidaria y con paz.